Legnas: la profecía 2

Cap 11 Sam

El grito de la Criaturita penetra en mis sentidos calándome hasta el alma. Sin darme tiempo a reaccionar, cae al suelo retorciéndose del dolor. Me arrodillo a su lado y con manos temblorosas me obligo a sostenerla.

Grita, llora, gime adolorida y yo no sé qué puedo hacer por ella. Si tan solo hubiera una forma de quitarle el dolor.

Rompo su blusa blanca dejando la parte de atrás al descubierto y desabrocho su sostén con gran maestría para luego quedarme estupefacto al ver cómo de la semilla de la que la última vez salieron raíces, ahora crece en un robusto árbol que entre más grande se hace, más grita ella.

La acomodo contra mi cuerpo de modo que su rostro queda enterrado en mi cuello y se aferra a mí con las pocas fuerzas que le quedan buscando un consuelo que no estoy convencido de poder brindarle. Desde mi posición, veo cómo el árbol va creciendo, tiene el mismo color carmelita de uno normal y al llegar a la espalda alta, comienza a ramificarse hacia los hombros.

Ramas y más ramas se extienden por su piel, pero no tienen follaje. Vitae llora contra mí y yo solo quiero que se detenga porque ha pasado mucho más tiempo que la última vez.

Miro a los presentes que observan el tatuaje, por llamarlo de alguna manera, tan atónitos como yo, pero ninguno hace nada. Todos saben que por algún motivo, Vitae confía en mí más que en nadie y que si hay alguien que puede hacerle sentir mejor, ese soy yo. O eso creo.

Poco a poco los espasmos de su cuerpo comienzan a disminuir junto a sus sollozos. La separo un poco de mí; tiene los ojos cerrados, la frente está perlada por el sudor y la piedra opaca. Está inconsciente.

—Necesito cambiarme de ropa —anuncia Sharon—. Vitae tiene que descansar y ustedes cuatro. —Señala a las hadas—. Tendrán que decirme qué quisieron decir con  “madre”. Sam, lleva a la chica a su habitación hasta que se despierte y reúnete con nosotros en el Salón del Trono.

—No creo que sea buena idea —le digo sin apartar mis ojos de la Criaturita—. Cuando se despierte, seré la primera persona que querrá ver y si no estoy con ella, se va a volver loca.

La princesa me mira con una sonrisita tonta y yo resoplo.

—No me mires así. Ya la vamos conociendo; por algún motivo que ni yo entiendo, ella confía en mí. La llevaré al Salón y la acostaré en el sofá, no tengo deseos de escucharla recriminándome por haberla dejado sola.

—Haz lo que quieras. No tardo.

Levanto a la Criatura en mis brazos y sin mirar a nadie más, me dirijo hacia el Salón del Trono. De lejos me parece escuchar a la princesa quejándose de que se siente desnuda y en honor a la verdad, le falta poco para estarlo.

Deposito a Vitae en el sofá de tres plazas y le pongo por encima una frazada que Sacarías me tiende. Cierro los ojos para concentrarme en sus dos latidos… están muy débiles. Espero que no sea malo porque esta vez parecía más doloroso que la anterior.

Mitchu se acera y se arrodilla al lado de su protegida. Yo me siento en una de las butacas frente a ella mientras el resto toma posición donde mejor les parece. Por suerte Sharon y Adams no tardan en llegar.

—¿Cómo está? —pregunta mi hermano.

—Igual que cómo la dejaste hace cinco minutos. —Frunce los labios ante mi respuesta poco agradable, pero no dice nada. Más le vale porque no tengo deseos de pelear con él.

—Shaina. —La Salamandra responde a su llamado dando dos pasos hacia la reina—. ¿A qué se referían con “madre”? ¿Madre de qué? El lobo también la llamó así.

—Ella es nuestra Madre, alteza —dice el hada—. La Madre de todos.

—Explícate, por favor.

—Existe una leyenda. Se dice que hace millones de años, Dios, al ver que no podía encargarse de todo lo que supone la creación de un mundo, le dio vida a dos Criaturas, las más poderosas del todas. Solo superadas en poder por él.

»A la primera, le otorgó el Don de la Vida, de la creación. Muchos la llamaron Madre Naturaleza, aunque su nombre real era Vitae. Ella se encargó de hacer del mundo lo que es hoy; sin embargo, no era suficiente. Necesitaba un equilibrio porque un mundo donde todo es vida no tardaría en enfrentarse la sobrepoblación y toda la reacción en cadena que eso traería consigo. Así nació la segunda, la Muerte, también conocida como Mors.

—Mors significa muerte en latín —comenta el brujo más para sí que para el resto.

—Exacto. —Continúa la Salamandra—. Vitae y Mors crearon el mundo tal y como lo conocemos, cada una desde su reino. Vitae le dio vida a miles de Criaturas, incluyendo a las hadas que la ayudamos en sus labores.

—Mors nos creó a nosotras —dice la Banshee—. Las Hadas de la Muerte. Mientras Vitae es la madre de todos, ella es la nuestra. Somos su ejército, las que nos aseguramos de que todos mueran cuando llegue su hora. Ellas están tan ligadas que una no puede existir sin la otra; si una muere, la otra también.

—Genial —murmuro poniéndome de pie—. Ya era difícil tener que preocuparnos por una profecía y una chica que si muere, acaba con el mundo. Ahora resulta que hay dos de ellas y son igual de importantes. ¿Dónde está la Muerte?

La Banshee observa a Vitae que aún duerme.

—Si la leyenda es cierta, Mors duerme dentro de Vitae.




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