Legnas: la profecía 2

Cap 14 Alexander

Dejar a Jazlyn sola en un mundo que no conoce, preocupada por mí y llorando, es una de las cosas más difíciles que he hecho; pero no tenía más remedio. Solo éramos dos contra siete brujos y cada soldado a nuestro alrededor. Ella es poderosa y yo, a pesar de que no soy un Legna, sigo siendo un guerrero de armas tomar; sin embargo, no soy tonto, no somos invencibles. Así que la mejor opción era esperar y rezar para encontrar otra salida.

Han pasado, no lo sé, ¿dos, tres horas?, desde que me encerraron en esta celda. Todo está oscuro salvo por un pequeño farol colgando en una esquina. Es de mampostería completamente y a diferencia de las de mi época, estas no tienen barrotes de hierro, simplemente es una pared y una puerta con una rejilla para pasar el alimento. En otras palabras, estoy jodido.

Respiro profundo por no sé qué vez y, frustrado, me revuelvo el cabello. ¿Cómo estará Jaz? Espero sinceramente que no se haya metido en problemas y que esté buscando a Adams en vez de idear una forma de sacarme de aquí.

No tengo runas que me permita abrir esa puerta, estoy desarmado y a punto de volverme loco por los gritos del resto de los reclusos. Mi única esperanza es cuando me traigan algo de comer, pero no creo que entren, así que no veo cómo deshacerme del guardia y robarle el arma. Lo otro es fingir que me está dando un ataque y que se vean en la obligación de abrir la puerta, y aun así, algo me dice que me dejarían morir antes de preocuparse por mí o por cualquiera aquí dentro.

Suspiro desalentado.

Si no tenemos más que trabas, ¿cómo mierda se supone que ayudaremos a nuestros amigos?

El último sueño que tuve con Lirba fue el de la muerte del rey, así que a partir de aquí, estamos por nuestra cuenta. Según la historia que me hizo Lohan sobre Lucifer y la primera parte de la profecía, Lirba se casó con la princesa para poder convertirse en rey y Maira la asesinó unos días después.

Así que, técnicamente, eso es lo que nos toca evitar. No me caso con la princesa y Jaz no la mata tampoco. ¿Qué tan difícil puede ser?

El sonido de la puerta siendo destrabada me sobresalta e inmediatamente me pongo de pie. Cuatro guardias, dos de ellos brujos por los anillos que llevan, entran a la reducida celda y, mientras tres de ellos me apuntan con sus espadas, el otro se me acerca y me amarra las manos.

¿Qué mierda pasa ahora?

—Camina —ordena el último.

Sin saber qué sucede y evaluando mis posibilidades de huida que desgraciadamente no las veo a mi favor, camino junto a ellos. Por un momento pienso que me ejecutarán sin siquiera permitirme defenderme, por eso me sorprendo cuando entramos al palacio, más específicamente, al Salón del Trono donde la princesa me observa limpia y reluciente, aunque con los ojos rojos e hinchados.

El guardia que me amarró las manos, me obliga a arrodillarme para luego alejarse un poco. Siguen en la habitación, pero al menos no los tengo respirándome en la nuca.

La princesa me analiza detenidamente y eso me pone de los nervios. Al ver que no dice nada, decido que es mi momento de defenderme.

—Alteza…

—No le he permitido hablar. —Me interrumpe y yo no puedo evitar levantar una ceja asombrado. Una chica prepotente, lo que me faltaba—. Lirba Asim, el capitán de nuestro ejército, ¿verdad?

—Sí.

—He escuchado que usted alertó a mi padre sobre la emboscada, ¿es cierto?

—Sí, alteza. De hecho, yo planeé la contraofensiva. —Aclaro con la esperanza de ganar unos puntos a mi favor.

—Y aun así mi padre y mi hermano están muerto. —Cierro los ojos, debí cerrar la boca.

—Fue un accidente, alteza. Su padre se interpuso en el camino de mi espada, yo no quería asesinarlo.

—Lo sé. —Abro los ojos sorprendido. ¿Lo sabe? —. Su rostro cuando se dio cuenta de lo que había pasado lo dijo todo. Estaba preocupado, temeroso, sorprendido.

—Exacto. Mi misión era proteger a su familia y lamentablemente no pude, le pido mis más sinceras disculpas. —Bajo la cabeza en señal de respeto.

—¿Qué le gustaría que sucediera ahora, Lirba? ¿Quiere vivir o morir? —La observo con los ojos entrecerrados mientras interiorizo sus palabras.

¿Es una pregunta trampa? ¿Está bromeando?

No, no está bromeando. Su porte, aunque dolido, es regio, decidido, sus ojos me dicen que está hablando totalmente en serio y que espera mi respuesta.

—Vivir, por supuesto. —Me dedica una sonrisa ladeada que no me gusta para nada.

—Perfecto, la única forma de que eso ocurra es si se casa conmigo.

—¿Qué?

No me joda, tiene que estar jugando conmigo.

—O se casa conmigo o ahora mismo mis hombres se lo llevan lejos de aquí y en la mañana, Lirba Asim ya no existirá. Lo habríamos ejecutado por traición.

—Alteza, usted acaba de admitir que sabe que yo no quería matar a su padre —me defiendo.

—No querías, pero igual lo hiciste y ese hecho no va a cambiar nunca. Es su turno de decidir si su vida vale lo suficiente para usted. Solo debe convertirse en mi esposo y por consiguiente, en el nuevo rey de este país.




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