Legnas: la profecía 2

Cap 15 Jazlyn

—¿Qué es este lugar? —pregunta Alex una vez enciendo los dos faroles de la pequeña habitación.

—Mi refugio. —Levanta una ceja sin entender a qué me refiero—. Ir a casa de Maira era arriesgarse a complicaciones innecesarias, así que cuando conocí a Ezra, me habló de este lugar y no me lo pensé.

Se trata del sótano de una posada que según le entendí, es de la hija, del amigo, del tío, de un vecino de… ni idea. Es de alguien. Al parecer casi no se usa, es como un trastero, pero tiene lo imprescindible: una cama y un cuartico de baño.
—¿Cómo conociste a Ezra?

—¿Por qué mejor no nos aseamos un poco y luego conversamos? —ofrezco al ver el desastre que estamos hecho. Odio el hedor sangre.

—Tienes razón. Ve tú primero. —Asiento con la cabeza y entro al pequeño cuarto.

Me quito la ropa, la tiro a una esquina y con calma lavo mi cuerpo a consciencia hasta eliminar todo rastro de sangre. El agua está fría, pero me obligo a no pensar en ello y aunque el jabón que me propició Ezra no huele a flores, tampoco está tan mal.

Me seco y me pongo una camisa gigante para luego salir del baño. Alex está sentado en una esquina, sin camisa, con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Un poco cansado. —Asiento con la cabeza.

Su mirada recorre mi cuerpo con parsimonia y yo me revuelvo nerviosa.

—¿Y esa camisa?

—Me la dio Ezra para que pudiera dormir más cómoda, además de dos mudas de ropa, una para ti y otra para mí. —Asiente con la cabeza y se levanta.

—Te ves hermosa. —Sonrío tontamente mientras me dejo analizar—. Pero si algún día regresamos al futuro, solo tienes permitido usar mi ropa, ¿de acuerdo?

—Lo tendré en cuenta. —Le guiño un ojo y él se ríe.

—Dame unos minutos, me daré un baño.

Me siento en la cama a desenredar mi cabello con mis dedos y gracias a Dios no tarda en salir, pero para mi sorpresa, su cuerpo está feamente golpeado. No lo noté antes por la cantidad de sangre que tenía encima.

—Dios, Alex, ¿eso fue ahora? —Me acerco a él a revisar los golpes en su costado.

—Bueno, alguno debe ser de la batalla, pero en realidad ayer intenté escapar del palacio y me dieron una buena paliza.

—Yo te lancé por los aires —le digo al recordar cómo la ola de poder lo alcanzó junto a dos brujos.

—Ezra me ayudó con eso. —Sí, también lo vi.

—¿Te duele? —Toco la zona más dañada y él hace una mueca.

Busco mi bash e introduzco la mano con la esperanza de sacar algo que, como mínimo, le quite el dolor. Una vez que siento la runa, la saco, la golpeo contra el Adaptador y saco una pequeña hoja morada del Saco.

La observo detenidamente. ¿Funcionará?

—¿Por qué la miras con tanta desconfianza?

—¿Por qué no soy Sanadora? —pregunto en respuesta—. Creo que en una ocasión me dijiste que nosotros no podíamos usar las runas de ellos.

—Solo en circunstancias excepcionales, Jaz. Si realmente lo necesitas, podrás usarla, por supuesto, no todas; hay runas que solo ellos pueden usar.

Coge la hoja de mi mano y se la traga. Yo me quedo con la boca abierta, ¿y si está mal?

—Confío en las runas, Jazlyn, si salió es porque es justo lo que necesitábamos. Ahora, vamos a lo importante.

Ambos nos sentamos en la cama uno frente a otro.

—Ezra es la razón por la que no armé la tercera guerra mundial para sacarte del palacio ayer luego de enterarme de que te habías casado con la princesa.

Una sonrisa divertida se asoma en sus labios.

—¿En serio, Alex? ¿Te casaste con la princesa? Y yo que pensaba que estabas buscando una manera de salir de allí.

—¿Celosa?

Cruzo los brazos sobre mi pecho. Debo decir que ayer cuando me enteré, la rabia casi puede conmigo y sí, me puse celosa; pero luego de pensarlo con mayor detenimiento, supe que si las cosas habían terminado de esa forma fue porque no tuvo más remedio. Sin embargo, eso no quita el hecho de que se haya casado y no conmigo.

Acuna mi rostro con sus manos y me da un casto beso en los labios.

—Lirba se casó, Alexander O´Sullivan sigue siendo felizmente soltero hasta que tenga la oportunidad de casarse con la mujer que ama. —El calor se me acumula en las mejillas por lo que aparto la mirada avergonzada y con una manada de rinocerontes haciendo estragos en mi estómago.

Me aclaro la garganta.

—Bueno. Empecemos por el principio. Cuando las cosas se calmaron en la ciudad, regresé al granero, ya había muchísimas criaturas bebiendo y conversando como si unas horas antes no hubiesen matado al rey.

»Volví a mezclarme entre ellos preguntando por Adams y no sé dónde mierda estaba en esta época, pero nadie lo conoce. Frustrada, pedí una copa de no me preguntes qué porque no tengo ni idea, pero estaba fuerte cantidad. La idea era calmarme y pensar en qué hacer para sacarte del palacio porque ya me quedaba claro que contar con Adams no era una opción.




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