Antes de comenzar hay algo que debo aclarar...
La historia ha tomado un matiz un tanto, bueno, bastante, apocalíptico y sé que muchos reconocen aspectos de la Biblia, pero a partir de este capítulo me he tomado muchas atribuciones y he cambiado un millón de cosas, ya verán.
Explico esto porque no quiero terminar ofendiendo a ningún creyente, recuerden que esto es solo una historia y yo tengo una imaginación bastante hiperactiva.
Espero que les guste...
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Abro los ojos con dificultad. El cuerpo me pesa y mis extremidades no obedecen las órdenes de mi cerebro de moverse, así que me quedo quieto mientras mi conciencia regresa del profundo sueño en que la Criaturita me indujo.
Llevo tantos siglos sin pegar un ojo, que las dos veces que lo he hecho, me ha costado trabajo despertar.
Giro mi cabeza y me encuentro con el rostro apacible de Vitae. Tiene la cabeza apoyada en mi brazo, una de sus delicadas manos descansa sobre mi pecho y su pierna derecha está encima de las mías. La observo detenidamente, su piel blanca, tanto como la mía; su nariz delicada; largas pestañas y labios rosados y rellenos. El rojo de la piedra en su frente, está opaco; sin el brillos cristalino que siempre tiene, supongo que porque ella está durmiendo.
Mechones de su cabello blanco están sobre su mejilla y con cuidado para no despertarla, los retiro.
Es guapa la condenada.
Cierro los ojos y dejo que los recuerdos de la noche anterior vengan a mí.
He vuelto a probar la sangre humana, después de tanto tiempo esforzándome para mantenerme en el lado correcto, todo se fue a la mierda y solo necesité dos segundos.
Hago una mueca de desagrado al recordar lo mal que me sentí, lo doloroso que fue probarla y no poder saciar totalmente mi sed. Por suerte ahora estoy bien, bueno, por suerte no; gracias a la Criaturita. Lo que sea que hizo conmigo, eliminó la quemazón incesante en mis venas, las ansias incontrolables de lanzarme al cuello de cualquier criatura viviente.
Aún siento la sed, la necesidad de alimentarme, pero al menos ahora creo poder controlarla. Por un momento pensé que todo se iría a la mierda, que no podría soportar la sed, por eso me asusté tanto al verla en mi cuarto.
No sé en qué demonios pensaban los idiotas ahí afuera como para permitirle acercarse a mí en las condiciones en que me encontraba. Podía haberle hecho daño; al principio lo deseaba. Dios sabe que sí.
Por unos minutos fantaseé con hundir mis colmillos en su delicado cuello y beber hasta saciarme, por eso intenté huir; no me consideraba los suficientemente fuerte como para resistir mis impulsos.
Sin embargo, cuando Vitae me abrazó, una oleada de calma atacó con fuerza mi interior, desconcertándome. No sé cómo lo hace, pero podría acostumbrarme a esa sensación.
Me considero una persona bastante taciturna, no me gusta hablar de mis problemas con nadie, puede que una de las principales razones sea que nunca he tenido con quién conversar y resulta que ahora hay bastantes personas dispuestas a escucharme. Bueno, lo importante...
Una de mis primeras sorpresas de la noche fue abrir mi corazón de esa manera y sobre todo, admitir el temor que me da perder a Adams. Es algo que me ha costado, de hecho, aún me cuesta digerir, pero ha estado rondando mi cabeza desde que Sacarías me dio el mensaje de Jazlyn.
El sacrificio implica que uno de los dos debe morir y aún no sé si estoy dispuesto a olvidar y perdonar lo que ha pasado entre nosotros, pero necesito averiguarlo porque el reloj ya comenzó la cuenta regresiva y tal vez no tenga tanto tiempo como pensaba.
Mi otra gran sorpresa fue darme cuenta de lo bien que se sentía tener a la Criaturita en mis brazos. Creo que Adams tiene razón, tal vez ella no hizo nada raro en mí cuando me besó, sino que me permitió darme cuenta de que algo había nacido entre nosotros. Comprendí que era así en el momento que ella me abrazó sin pensar siquiera en su seguridad, solo con la intención de consolarme, de hacerme sentir mejor.
Las palabras de Jazlyn a través del brujo volvieron a mí. Pasar tiempo con ella y de esa forma saber qué siento; olvidar el pasado, soltar a Mía y permitirme ser feliz. Con eso en mente, decidí dejarme llevar; la levanté por los muslos y la llevé a la cama, o lo que quedaba de ella luego de mi arrebato.
Debo decir que disfruté la sensación de tenerla tan cerca, de sus piernas alrededor de mi cintura, sus suaves caricias, sus labios entreabiertos y esos tímidos jadeos que alimentaban mi entrepierna mientras ella gozaba de mis caricias. Estaba excitado, mucho, y prácticamente no hacíamos nada.
Ella se veía tan pequeña bajo mi cuerpo, tan tierna producto de los nervios y por primera vez desde que la conozco, su piel mostraba algo de color. Sus mejillas estaban sonrojadas y eso me gustaba. Unos deseos inmensos de besarla me embargaron. Quería hacerlo, lo deseaba, pero nunca me imaginé su respuesta.
En serio, fue divertido ver su rostro contrariado ante la “forma” rara en la que reaccionaba su cuerpo, aunque luego quise molerme a golpes por insensible, por no haberme percatado de que ella es totalmente nueva en el mundo, al menos hasta que recupere sus recuerdos.
Sabía que tenía que detenerme, sin embargo, no estaba dispuesto a abandonar la calidez de sus brazos. Me cambié de ropa y por primera vez desde que Mía murió, abracé a una mujer durante toda la noche y se sintió jodidamente bien tenerla a mi lado.
De hecho, aún se siente bien.
Vuelvo a mirarla.
Se ve tan en paz.
No sé qué es lo que siento, me gusta, lo admito, pero sé que me queda mucho camino por recorrer antes de poder entregarle mi corazón a alguien. Aunque supongo que admitir que hay algo, es un inicio, ¿no?