Legnas: la profecía 2

Cap 23 Sam

—Creo que deberían ver esto.

El tono preocupado y rostro aterrado de la Criatura ante esa frase, hacen que me levante como un resorte de mi lugar.

Ella sale corriendo de la habitación y en dos segundos la alcanzo.

—¿Qué ha sucedido? —pregunto. Detrás de nosotros, siento al resto del grupo.

—Estaba pasando el tiempo en lo que ustedes terminaban de hablar, cuando me encontré con Aliz. Había tremendo alboroto alrededor de uno de los portales y ella iba a buscarlos. Salí a ver qué pasaba…

—¿Saliste del reino? —pregunto aterrado ante la idea de que le hubiese ocurrido algo.

—Sí y no me gustó para nada lo que vi. Le ordené a algunos Legnas que se mantuvieran en guardia, espero que no te moleste, Sharon.

—Para nada —responde la reina tan preocupada como el resto.

No tardamos en llegar el mencionado portal y debemos abrirnos pasos entre el mar de Legnas que se ha arremolinado alrededor. Aliz nos observa preocupada, lo atraviesa y nosotros la seguimos.

El aire azota con fuerza contra mi pecho obligándome a dar dos pasos hacia atrás. Entrecierro un poco los ojos, pues hay demasiado polvo alrededor.

Escucho a alguien toser a mis espaldas y no sé qué carajos está pasando porque todo es un puto caos.

Estamos al borde de una carretera estacada por un sin número de autos que han chocados unos con otros de mala manera. Hay personas corriendo por todos lados, despavoridas, y el ruido es insoportable para mis oídos. Gritos aterrorizados, los claxon sonando como si se hubiesen trabado, el sonido de la ambulancia a lo lejos y el terrible viento golpeando contra los árboles a mis espaldas, aturden mis sentidos.

El olor de la sangre llega a mí dándome a entender que hay alguien herido. Mis colmillos salen, mis garras también y los ojos se me ponen rojos. Es entonces cuando lo veo…

En el cielo, la silueta de cuatro caballos con sus respectivos jinetes, cabalgan entre las nubes dándome a entender que estamos realmente jodidos. Parecen de humo.

—Santa mierda —murmura alguien, creo que es Sacarías.

Remojo mis labios ante su reseques y muevo mi cabeza hacia los lados intentando controlarme. Otra vez no, por favor, otra vez no.

—¿Ya están aquí? —pregunto, mi voz sale demasiado ronca.

Estoy temblando; la maldita sed quiere dominarme de nuevo y no estoy seguro de si podré aguantarme y en medio de todo este caos, no será algo bonito de ver.

Una mano cálida se envuelve contra la mía y el consuelo es instantáneo. Un suspiro de alivio se escapa de mi interior mientras concentro mi atención en la Criaturita… en Dios. Su cabello blanco ondea con fuerza por el viento y sus ojos lilas me observan infundiéndome calma.

Me obligo a desviar la mirada porque eso de que es Dios, me tiene demasiado confundido.

—Los cuatro jinetes —dice Isabel—. Abrieron los cuatro primeros sellos.

—¿Al mismo tiempo? —Esta vez es Sharon y como si ellos hubiesen escuchado su pregunta, tres de las figuras desaparecen del cielo dejando solo a uno—. Ok, solo uno, ¿pero cuál? ¿Mantienen el mismo orden?

La figura traslúcida del jinete, desciende y no sé cómo demonios funciona eso, pero por el camino que va, se dirige al centro de Nordella.

—Joder, ¿no podían esperar un día más? —pregunta Sacarías—. ¿Harriet les dijo cómo matar a los jinetes?

—No —responde Isabel.

Genial.

El viento disminuye considerablemente permitiéndonos una mejor visión del panorama terrorífico a nuestro alrededor. Me aferro con fuerza a la mano de Vitae al ver tanta sangre.

Todo parece indicar que el choque inicial fue entre una rastra que transportaba tuberías contra un Fiat negro que quedó totalmente destruido. El conductor aún está atrapado dentro, no creo que siga con vida. La mercancía de la rastra se salió de sus amarres desplegándose por toda la carretera y varios autos más colisionaron contra ellos.

—¡Madre mía! —exclama la reina ante el siniestro—. Maximiliano, busca a los Sanadores; todos los que puedan, que vengan urgente. —El guerrero asiente con la cabeza y se pierde tras el portal.

—No hay tiempo que perder, debemos ir a la ciudad —dice Adams y Sharon da un paso al frente—. ¿Qué haces?

—¿Ir con ustedes?

—Ni lo pienses.

—Adams…

—No, no voy a permitirlo y me da igual quien seas; se acabó el hacerte la heroína, Sharon. Es peligroso, eres la reina de los Legnas y ellos te necesitan viva. Eres una Sanadora, no una guerrera y sé que te jode porque te gusta ayudar, pero no hoy.

Adams se voltea hacia nosotros sin importarle la mirada furibunda de su novia.

—Vitae, tienes que regresar al reino. Es demasiado peligroso que estés aquí y no podemos arriesgarnos a que…

—Ok. —Le interrumpe.

—Perfecto. Sharon, —Se voltea nuevamente a su novia—, no te enojes conmigo, por favor, pero tienes que entender.

—Sí, sí, vale. Entiendo. De igual forma, creo que tengo demasiado trabajo aquí. —La reina cruza los brazos detrás del cuello de su novio y le da un beso que dura varios segundos—. Cuídense.




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