Legnas: la profecía 2

Cap 24 Sam

—Hombre y yo que pensaba tomarme un descanso —murmura Sacarías.

Paso mis manos por mi rostro en un vano intento de desestresarme y aclarar mis ideas. Esto es realmente malo; fue difícil derrotar a la Peste, dos de ellos al mismo tiempo será un jodido dolor de cabeza.

—Ok —digo para el resto—. Había pensado en sacar a todas las bolsas de sangre con patas de la ciudad… —Enarcan una ceja ante mi peculiar apodo y no puedo evitar sonreír ante el recuerdo de la Criaturita llamándolos así días atrás.

Estoy realmente jodido si me acuerdo de ella incluso en estas circunstancias.

—El punto es que mi plan se ha ido a la mierda porque estamos atrapados. Necesitamos mantenerlos a salvo, ¿no? —Nos quedamos en silencio por unos segundos sospesando nuestras opciones—. Sacarías, ¿tienes algún búnquer o casa segura o lo que sea?

—Si te refieres a una que pueda encerrar a cientos de miles de personas… No.

Genial.

—¿Y las casas? —pregunta Maximiliano—. O sea, ¿no podemos encerrarlos? Intentar que los humanos se queden por su libre y espontánea voluntad es imposible, ¿pero y si los obligamos? ¿Si los encerramos? Tenemos la runa de cierre.

—No —dice Sharon con el ceño fruncido—. La runa de cierre no nos serviría; habría que ponerla en cada puerta y ventana de la vivienda. No somos tantos y mucho menos tenemos a nuestra disposición el tiempo que eso demanda.

—Pero yo tengo un hechizo que podría funcionar. Dahiana, —Sacarías se voltea hacia una joven bastante guapa que conversa con dos hombres bastante mayores—, busca a todos los brujos que hayan en Nordella, sean activos de la Logia o no. Quiero un hechizo de contención en todas las casas, centros de trabajo, lo que sea. No quiero ver un humano fuera, ¿entendido?

—Sí, señor.

—Ah, haz el hechizo en tu mano, tardaremos demasiado si lo dibujamos uno a uno.

La chica asiente con la cabeza y desaparece por un portal. Sacarías regresa su atención a nosotros.

—A estas alturas es imposible actuar sin que los humanos sepan lo que los acecha en las sombras —dice Sharon—. No me importa cómo lo hagan, si tienen que amenazarlos, mostrarles su lado sobrenatural o incluso noquearlos; necesito que todos los humanos estén en terreno seguro. Ya luego nos encargaremos de las consecuencias.

—Los vampiros hicieron de las suyas hace cien años y los humanos los olvidaron, podremos hacerlo de nuevo. No te preocupes. —Adams intenta consolarla y ella sonríe.

—¿Ezra, recuerdas el hechizo? —pregunta Sacarías.

—Por supuesto.

—Bueno, aprendiste del mejor.

—Presumido —murmura el más joven de los dos brujos y sin esperármelo, Sacarías coge mi mano derecha, presiona el centro de mi palma y mis garras salen.

—¿Qué...? —No consigo terminar la pregunta porque coge mi dedo índice e incrustando mi garra en la piel de la palma de su mano, empieza a hacer un dibujo raro—. ¡Hostia puta, Sacarías, es sangre!

Mis colmillos salen y mis ojos se ponen rojos. A estas alturas, esta situación más que preocuparme, es humillante. No puedo creer que ni siquiera pueda resistirme al olor de la sangre de un maldito brujo, ni que fuera humano.

—Escúchame bien lo que te voy a decir, Hostring —dice amenazante sin levantar la vista del dibujo en su mano—. Te he odiado por un montón de años y siempre he pensado que eres un estorbo, que le haríamos un favor a este mundo si te eliminamos.

Aprieto los dientes ante el nudo desagradable que se me forma en el estómago y Sacarías concentra su mirada en la mía.

—Sin embargo y escucha bien porque solo lo diré esta vez, no eres tan malo como yo pensaba. Eres un hijo de puta y la has cagado un montón de veces, pero que levante la mano quien no ha estado alguna vez del lado equivocado.

»No eres un monstruo como yo pensaba, Sam; resulta que tienes corazón y uno bastante agradable para mi sorpresa. Has sido el vampiro con mayor control de su naturaleza en los últimos tiempos, no te puedes dejar controlar ahora por tu sed.

»¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?

Niego con la cabeza sin ser capaz de creer todo lo que está diciendo porque nunca pensé que le cayera bien en realidad.

—La fuerza de voluntad que tienes. He vivido mucho, Sam, tengo más de quinientos años así que podrás imaginarte todo lo que he visto. Sé que controlar la sed es lo más difícil que puede hacer un vampiro, mucho más uno que está en abstinencia luego se haber pasado siglos alimentándose del último aliento de los humanos. Por eso, el hecho de que pases día a día a raya, controlando tu verdadera naturaleza sin irle arriba a ninguna de las criaturas que te rodean o salir corriendo del reino a alimentarte; el hecho de que te controles a bolsas de sangre, que sé de sobra que no son suficientes, es admirable.

»Lo que hiciste antes con esa mujer dice mucho de ti como persona. A pesar de tu sed, de que solo quería beber de ella, decidiste ayudarla manchando tus manos de sangre, tu kryptonita y aunque fue difícil y no por mucho tiempo, lograste controlarte. Pero debes saber una cosa, tu abstinencia no es algo que podrás superar de un día a otro, eso lleva tiempo.




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