Legnas: la profecía 2

Cap 28 Vitae

Me despierto sobresaltada ante los gritos y golpes de Adams contra la puerta. Un poco aturdida aún por el susto, observo a Saaam salir del baño.

—El cuarto jinete ha llegado. La muerte está aquí.

Mis pobres corazoncitos suben a mi garganta ante la noticia. No quiero que Saaam vaya, de hecho, no quiero que ninguno lo haga; les he cogido mucho cariño a todos y detesto ver cómo se ponen en peligro constantemente, sin saber siquiera si saldrán vivos. Para colmo, está el dichoso sacrificio. Sé que aún no es momento, a penas este es el cuarto sello y primero tienen que sonar las trompetas y alzarse las copas, pero no sé qué tiempo puede pasar de uno al otro y eso me preocupa.

Saaam coge la espada que su hermano le tiende y no necesito que diga nada para saber qué es lo que necesita, así que me levanto de la cama y voy hacia… mi novio… suena raro, pero lindo. Bueno, voy hacia mi novio que acaba de depositar el arma sobre el escritorio.

Me tiende una de sus dagas mientras termina de vestirse. Suspiro profundo y hago un corte limpio en la palma de mi mano, la aprieto y dejo que mi sangre o lo que sea que tengo dentro porque esta cosa medio transparente no debe ser normal, caiga sobre la hoja de la espada volviéndose roja.

Saaam termina de guardar todas sus armas entre sus botas y el cinturón para luego voltearse hacia mí. Lo siento debatirse durante unos segundos sobre su próximo movimiento y a pesar de las prisas, ese gesto se me hace tierno. Mi vampiro favorito lleva mucho tiempo sin interactuar con otros y aunque ha cambiado mucho, hay cosas que todavía le cuestan.

—Ten cuidado —le digo para romper el silencio y él sonríe.

—Lo tendré, no te preocupes. —La intensidad de su mirada azulada, me hace sentir un poco incómoda pues me gustaría poder leerle el pensamiento.

—Buscaré a Harriet, encontraremos una manera de evitar el sacrificio. —El asiente con la cabeza.

—Gracias… —Se rasca la cabeza y antes de que logre decir algo más, da un paso al frente, acuna mi rostro en sus manos y me da un casto beso que hace que las mariposas en mi estómago alcen el bendito vuelo.

Una vez se separa, me sonríe de medio lado, coge la espada y se marcha junto a su hermano. Yo espero varios segundos a que mis corazones regresen a su marcha normal para luego entrar al baño.

Me doy una ducha rápida mientras mi mente vuela a los sucesos de anoche y no puedo evitar pensar que ha sido lo más intenso y hermoso que he vivido desde que desperté… Tengo la sensación de que incluso desde antes. Saaam con sus besos y caricias me llevó al cielo. Fue mágico.

Luego de cepillarme los dientes, me visto y salgo de la habitación directo a la Sala de los Profetas donde espero encontrar a Isabel.

—¡Isa! —grito justo cuando la veo a punto de entrar. Ella vuelve a cerrar la puerta y me mira; luce preocupada.

—Ey, iba a buscarte en unos minutos —dice cuando llego a ella.

—¿En serio? —Asiente con la cabeza.

—Harriet se ha puesto en contacto conmigo. ¿Recuerdas que le pedimos que investigara sobre los otros tres sellos, las trompetas y las copas?

—Sí.

—Bueno, parece que encontró algo, está en camino.

—Perfecto. Justo iba a pedirte hacerle una visita. Necesitamos encontrar una forma de evitar ese sacrificio porque, aunque sé que la palabra de Dios es inviolable, no podemos permitir rendirnos sin antes intentarlo. Ninguno de los hermanos Hostring se merece morir.

—Totalmente de acuerdo. —Lleva su mano derecha al puente de su nariz y lo presiona.

—¿Estás bien?

—Me duele un poco la cabeza; todo esto está comenzando a pasarme factura. Estoy demasiado vieja para estas emociones tan fuertes.

—Ellos estarán bien, no te preocupes. Son la hostia de buenos luchando y si han vencido a tres jinetes, la Muerte no será mucho problema.

Mi intención es consolarla un poco, pero la mención del último jinete le resta todo el esfuerzo porque el solo decirlo es preocupante, enfrentarse a él debe ser terrible.

—¡Señora Collins! —grita un hombre de unos treinta y tantos años mientras se acerca a paso rápido a nosotras—. El profeta Harriet ha llegado.

—Gracias por avistar, Esteban. Condúcelo a la Sala del Trono, por favor; en unos minutos iré para allá. —Asiente con la cabeza para luego marcharse—. Vit, espérame aquí un segundo, debo hablar con una de las profetizas, luego iremos a ver a Harriet.

Asiento con la cabeza y ella entra al Salón para salir unos minutos después. Juntas, nos dirigimos a la Sala del Trono y nos encontrarnos a Harriet con la nariz enterrada en un libro. Levanta la cabeza al escucharnos llegar y sonríe.

—Buenos días —saluda el profeta.

—No tan buenos como nos gustaría.

—Aún estamos vivos, hay esperanza.

Por ahora.

—¿Descubriste algo?

—Sí y estamos jodidos.

—Qué sorpresa —se burla Isabel antes de tomar asiento en el sofá frente al profeta. Yo me acomodo a su lado—. Empecemos.

—Bueno, el cuarto sello se ha roto esta mañana, quedan tres. El quinto, es la Tribulación y no les haré el cuento largo porque sé que a estas alturas no les interesa.




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