Legnas: la profecía 2

Cap 29 Sam

—El cuarto jinete ha llegado. La Muerte está aquí —dice mi hermano a penas abro la puerta y toda la piel se me eriza.

Tomo la espada que me brinda y se la doy a Vitae que ya se ha levantado, supongo que por el susto. Mientras ella vierte su sangre en la hoja, yo me termino de vestir y me armo hasta los dientes. Sé que enfrentarnos a ese jinete no va a ser nada fácil.

Cuando llega el momento de despedirnos, los nervios me asaltan. Llevo demasiado tiempo sin interactuar con otras personas, mucho menos desde el punto de vista romántico. Es decir, no soy un santo, me es imposible contar cuantas mujeres han pasado por mi cama después de Mía, pero eso de ser cariñoso y dulce… digamos que no va conmigo.

Aun así, me urge la necesidad de despedirme de ella de un modo más íntimo que simplemente decir "adiós". Por lo que, para sorpresa de los tres, actúo como un estúpido adolescente enamorado hasta que me atrevo a besar sus labios castamente. Algo que me deja totalmente fuera de juego.

Decido marcharme antes de seguir quedando como idiota, cojo la espada y me reúno con Adams que me espera en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

—Me alegro por ti, Samy —dice una vez en el pasillo. No respondo y no por maleducado, sino porque ese apodo provoca cosas en mi interior que aún no sé cómo manejar—. Puedo llamarte Samy, ¿verdad?

—Solo no seas muy cursi. Ahora vamos, hay un jinete esperando a que lo mandemos al quinto infierno.

Adams se ríe por lo bajo y luego salimos corriendo por todo el pasillo hasta unirnos a Sacarías y el resto del grupo. No me pasa desapercibida la creciente incomodidad entre los dos brujos y la conversación que escuché anoche viene a mi mente. Necesito encontrar un momento para preguntarle por su esposa, pues no creo poder dormir sin saber qué coño pasa.

Bueno, yo no duermo, pero ustedes entienden a qué me refiero.

Sin decir nada, partimos del palacio a gran velocidad con un pequeño ejército Legna, pues el resto de los guerreros de la Sociedad Sobrenatural ya están en las calles.

—Santa mierda —murmuro al ver el panorama ante mí luego de atravesar la puerta mágica del Reino.

Estamos dentro de un cementerio. No me pregunten por qué carajos una de las entradas al Reino de los Legnas está en un sitio como este porque no tengo la menor idea; sin embargo, lo que hiela mi sangre no es el lugar, sino el estado en el que se encuentra.

Camuflados entre la espesura de los árboles, veo cómo los muertos se levantan de sus tumbas. Primero una mano seguida del brazo, luego la otra y poco a poco el resto del cuerpo. Se levantan como pueden, algunos se arrastran, pero todos siguen una misma dirección... fuera del cementerio camino al centro de la ciudad.

Paso mis manos por mi rostro desesperado. Desde que los jinetes aparecieron he visto muchas cosas horrorosas, incluso asquerosas, mucho peores que la impresión de ver a los muertos alzarse, sin embargo, algo me dice que su resurrección es solo el inicio, que las cosas se pondrán realmente feas a partir de ahora.

Uno de los Legnas se nos acerca.

—Estábamos en nuestra ronda, asegurándonos de mantener encerrados a los humanos bajo el hechizo de los brujos cuando vimos a los primeros. Hemos intentado de todo... Cortarles la cabeza no funciona, se mueven aún sin ella mientras esta se queda en el suelo moviendo la quijada y haciendo ruidos horrendos. —El chico hace una mueca mientras lo veo estremecerse por un escalofrío que recorre su cuerpo—. Si le cortamos las piernas, se arrastran. Estamos haciendo de todo, pero cada vez son más y no encontramos forma de pararlos.

»Se dirigen a la ciudad y lo peor es que no solo es este cementerio. El Set Clair también.

Abro los ojos cada vez más asustado. El Set Clair es el cementerio más grande del país y está dentro de la ciudad.

—Otra cosa—. Observo al chico con aflicción—. Hemos perdido a uno de los nuestros... Se comieron... —Cierra los ojos y por la mueca de su rostro, sé que está asqueado—. Se comieron su cerebro y algunos de sus órganos y por si no fuera suficiente, se levantó y se unió a la marcha de zombis. Sus tripas se salían mientras caminaba.

Los ojos del muchacho se cristalizan por unos segundos y yo no me puedo imaginar lo horrendo que debió haber sido ver a uno de los tuyos en ese estado.

El estruendoso sonido de un celular irrumpe en la calma que nos proporcionan lo árboles. Mientras Adams lucha por sacar el aparato de su bolsillo y silenciarlo, el resto nos tensamos a la espera por si llamamos la atención de los zombis. En serio... esto es ridículo... ¿Zombis?

Por suerte o por desgracia, depende de cómo lo mires, los muertos caminantes están más concentrados en llegar a la ciudad.

Adams, con el ceño fruncido, contesta el teléfono.

—¿Olivia? —Centro toda mi atención en él. ¿La hermana de Jazlyn?

—¿Adams? Oh, gracias a Dios. —La escucho decir con el alivio marcando el tono de su voz. Por su respiración y el rápido latir de su corazón que puedo escuchar incluso desde aquí, sé que está aterrada—. No... yo... No sabía... hay... nos quieren matar... entraron a otra casa y... Los gritos, Adams... Tengo miedo...

—Olivia, necesito que te tranquilices para poder entenderte. ¿Qué sucede exactamente?




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