Legnas: la profecía 2

FINAL

Sam:

—Nos volvemos a ver —dice mi padre.

Un portal se abre a nuestro lado y Dahiana, Sharon y varios Sanadores y Guerreros, lo atraviesan. La reina busca a su novio con el miedo mancillando su delicado rostro y respira aliviada al verlo con vida.

—Oh, pero mira quién ha llegado. La mismísima reina. —Lirba, sonriendo, hace una reverencia exagerada y Sharon lo fulmina con la mirada.

—¿Listo para irte al pasado del que nunca debiste haber salido? —pregunta la Sanadora y un nudo se asienta en mi estómago.

Por lo que veo, no soy el único que piensa que el momento del sacrificio ha llegado y no lo voy a negar, estoy aterrado porque cualquier cosa que pase, tiene pinta de terminar en desastre.

Si el plan de Vitae y los Arcángeles no funciona, Adams o yo morimos. Si funciona, Vitae se debilita en el mejor de los casos, en el peor, termina muriendo una vez Lucifer ascienda.

Lirba se encoge de hombros ante las palabras de la reina.

—Pero te aseguro de que volverás a saber de mí. Una vez Lucifer ascienda, él nos regresará.

—Aún me sorprende la fe ciega que le tienen al Diablo —comenta Lucio.

—Lucifer es un Arcángel y ellos cumplen sus promesas. ¿No es así Gabriel? —Esta vez es Maira; el mencionado se mantiene en silencio y eso a mí me suena a afirmación.

Lo que nos faltaba. Deshacernos de estos idiotas y tenerlos de regreso más tarde.

Cristopher da un paso al frente.

—Se han arreglado —dice con el ceño fruncido intercalando su mirada entre Adams y yo—. La tensión en tus hombros que había cada vez que lo tenías cerca, —me dice—, ya no está. Nunca pensé que llegaría este día.

—Yo solo espero que sepas que tus horas están contadas —le digo dando un paso hacia él. Adams se me une—. Vas a morir hoy Cristopher. Hoy vas a pagar por todas tus acciones, fundamentalmente, por haber matado a mi madre, por haber permitido que odiara a mi hermano por tres largos siglos.

—Yo no maté a Adelise. Lo hizo él. —Adams da un paso al frente dispuesto a golpearlo, pero lo detengo sujetándolo por una mano.

—Él es mío. —Adams asiente con la cabeza—. Mataste a mi madre en el momento en que la convertiste.

Chasquea los dientes y se ríe.

—Tienes razón, ¿y sabes qué? Disfruté cada segundo en el que ella me pedía que no lo hiciera; cuando me suplicaba que me detuviera mientras yo bebía su sangre.

Saco la daga de mi bota y arremeto contra él con toda mi fuerza; con la rabia bullendo en mi interior y cegado por el odio porque por culpa de este mal nacido, mi vida fue un maldito infierno. Él evita mi acometida, pero mi movimiento es suficiente para que el caos se desate.

Su ejército ataca con todo lo que tiene y no puedo evitar pensar que no saldremos de esta porque somos mucho menos que ellos y estamos agotados luego de la batalla contra las langostas y los demonios. Por suerte, el poder de Nick y Gabriel compensa un poco nuestra escasez de hombres.

—Me divertí muchísimo mientras veía a Adams desmembrando a tu madre ante los ojos de ese niño indefenso que observaba todo aterrado. —Grito rabioso atacando de nuevo, ignorando el dolor que me invade al usar mi brazo herido mientras blando mi daga a diestra y siniestra contra ese hombre con el que comparto sangre.

Cristopher evita todos mis golpes con facilidad y me enoja ver cómo mantiene su porte pasivo, sin atacar, disfrutando mientras me hace rabiar y a pesar de que sé que es ese su objetivo, hacer que pierda el control, crisparme los nervios, jugar con mi cabeza, no consigo resistirme. Quiero matarlo y ese es el único pensamiento que tengo en mi cabeza.

—Disfruté ante la idea de que Adelise pudiera matarte, de que Adams no llegara a tiempo y tú murieras por las propias manos de tu madre. Eso habría sido increíble.

—¡Hijo de puta!

—¿Pero sabes qué ha sido la más divertido? —Consigo asestar un golpe contra su mandíbula sintiendo cómo se disloca. Él la vuelve a acomodar en su lugar, sonriendo, dándome a entender que mi acción solo le ha provocado cosquillas—. Lo mejor ha sido ser testigo de tu odio hacia la única persona que te ha querido con toda su alma; a ese que sacrificó su felicidad siendo mortal por tu vida. He disfrutado como nada en este mundo, alimentar tu odio, tu ira, tu sed de venganza.

Los deseos de llorar me invaden al recordar todo el tiempo que he perdido odiando a la única persona que me ha querido… a ese que he querido más que a nada en este mundo, incluso más que a mi propia madre. Reprimo esos sentimientos humanos que tanto tiempo me obligué a ocultar y me exijo concentrarme en la batalla a mi alrededor.

Mis ojos se ponen rojos, mis garras salen y mis colmillos piden encajarse en su cuello y desangrarlo, hacerlo sufrir tanto como nos hizo sufrir a nosotros.

Arremeto nuevamente contra él, ignorando el dolor en mi mano y por fin consigo que se defienda. Su puño se estrella contra mí estómago y, aunque adolorido, consigo golpear su maldito rostro con mi bota, haciéndolo recular hasta caer al suelo.

A toda velocidad corro hacia él, me siento a horcajadas sobre su cuerpo y lo golpeo una y otra vez descargando en cada puñetazo todo mi odio, toda mi rabia.




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