Legnas: la profecía 2

Epílogo

Alexa observa, aburrida, a la anciana profesora que repite al pie de la letra lo que el maldito texto de filosofía dice. Está asqueada de la escuela y no por las causas normales por las que cualquier estudiante lo estaría, si no, porque tiene la sensación de haber escuchado una y otra vez lo mismo.

Es como un deja vu; algo le dice que no es la primera vez que recibe esas lecciones, lo cual es ridículo porque apenas tiene veinte años y es más que obvio que nunca antes ha asistido a la Universidad. Sin embargo, el hecho de no tener que estudiar para ninguna de las asignaturas y, aun así, sacar sobresaliente, le dice que hay algo raro en ella.

A veces cree que es adivina y no le gusta esa sensación porque se siente como una rarita y ella solo quiere ser una chica normal.

Habría dejado los estudios hace mucho porque no le aportan nada nuevo, pero a sus padres les gustaría que obtuviera un título universitario y ella desea hacerlos felices, así que ahí está, aburrida como la hostia y esperando que el maldito timbre suene de una vez.

Un calambre recorre su brazo derecho. Lleva un rato sintiéndolo, algo que la incomoda bastante porque no es doloroso, pero sí jode cantidad.

Abre y cierra la mano con la esperanza de que desaparezca al igual que las veces anteriores, pero un minuto después, comienza a desesperarse. Está durando demasiado y ya siente un pequeño dolor extenderse por todo su brazo.

Muerde su labio para reprimir el jadeo de dolor que intenta escapársele y así evitar llamar la atención de los que la rodean, pero cada vez se le dificulta más y más.  Presiona su puño con fuerza, encajando sus uñas en la palma de su mano con la esperanza de distraerse del dolor, pero no lo consigue.

Su corazón se acelera asustado cuando, de la nada, una lista negra comienza a hacerse visible alrededor de su muñeca. Frunce el ceño, pero sin poder moverse; ya ni siquiera el dolor le molesta porque está totalmente en shock. La lista negra se va extendiendo por todo su brazo; es como un tribal, un tatuaje al que no consigue darle forma exacta.

Por un momento piensa que está soñando, así que pellizca su muslo con la mano sana esperando despertar de ese estúpido sueño, pero al verse todavía sentada en su aula, rodeada de sus compañeros de siempre y con la profesora aún con su perorata, cree que se está volviendo loca.

¿Por qué sino un tatuaje aparecería de la nada, como por arte de magia, en su brazo?

Levanta la mano sana para llamar la atención de la profesora y pedirle ir al baño, pero la vuelve a bajar, asustada, cuando la puerta del salón se abre de repente. Un chico de no más de veintidós años, completamente vestido de negro, pelo del mismo color revuelto como si el viento lo hubiese azotado con todas sus fuerzas y ojos malditamente azules, barre la estancia con su mirada.

Alexa no consigue apartar los ojos del joven, pero a diferencia de sus compañeras, no está babeando ni delirando por la belleza antinatural que posee; ella siente miedo, mucho.

Los ojos del chico se encuentran con los de ella y el simple contacto estremece todo su cuerpo. El desconocido frunce el ceño e ignorando las protestas de la profesora, se adentra al salón.

El corazón de Alexa late acelerado al ver que el chico se dirige hacia ella sin apartar su mirada de la suya. Traga duro mientras el miedo se apodera de cada fibra de su cuerpo porque es guapo, condenadamente guapo para ser exactos; pero luce aterrador, desprende peligro por cada uno de sus poros y ella no entiende qué puede querer alguien como él, de ella.

El joven se detiene junto a su pupitre y sus dos perlas azules la analizan minuciosamente hasta encontrarse con las de ella, verde azul.

—La cuarta capa ha caído, la marca ha despertado. Ha llegado la hora.

Alexa lo observa sin entender absolutamente nada y aunque su voz ronca estremece todo su cuerpo, fundamentalmente porque siente que no es la primera vez que la escucha, se echa hacia atrás en la silla.

El desconocido de ojos hermosos, la toma de la mano y la obliga a levantarse. Ella quiere protestar, pero está tan confundida que no consigue articular palabra alguna.

¿Qué está pasando?

El chico la saca a rastras del salón y una vez en los pasillos, ella decide reunir todo su valor y enfrentarlo porque ni loca sale de la Universidad con ese joven que luce tan peligroso, que le da la sensación de que podría destruirla sin hacer el más mínimo esfuerzo.

Alexa, sin saber qué hacer exactamente, muerde su mano y él, la suelta mientras la maldice en idiomas que ella ni consigue reconocer.

—¿Por qué has hecho eso? —pregunta el chico, enojado.

—¿Por qué me has sacado tú de mi clase? ¿Quién coño eres?

—Quien te ha protegido los últimos doscientos años, así que deja de tocarme las narices y sígueme. —Alexa se soba la muñeca donde le ha salido el tatuaje pues la presión que utilizó para sacarla del salón, ha dejado la zona adolorida.

—No pienso ir contigo a ningún lugar. Estás loco. —Alexa sabe que no debe ser buena idea cabrear a alguien como él; algo en el fondo de su alma se lo grita con fuerza, pero no es una chica que se deje manipular muy fácil y aunque sea peligroso, está dispuesta a dar pelea, pero por las buenas, no se marcha con él a ningún lugar.




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