Legnas: la profecía 3

8. Padre e hijo

Maratón 1 de 2

Sam:

El silencio se hace en la habitación ante las palabras de la reina. Debo decir que tiene agallas para hablarle así, aunque si soy honesto, yo la apoyo totalmente.

Vitae la escrudiña con los ojos entrecerrados, analizando su próximo movimiento.

—Sabes que te podemos obligar, ¿verdad? —Me pongo de pie. Podrá ser Dios, mi novia y todo lo que quiera, pero a Sharon nadie la toca; ese niño tiene que nacer.

—Lo sé, pero también sé que no lo harás.

Vitae sonríe y yo me alivio. Esa sonrisa es pura, tierna, es la de la Criaturita.

—Rafael. —El Arcángel da un paso al frente ante su llamado—. ¿Podrías decirle a la reina qué has estado haciendo desde que saliste de aquí hace unas horas?

—Fui al Cielo. —Lo miro, sorprendido—. Buscamos el alma del lobo en cada rincón, ahí no está. No subió.

El rostro de la reina permanece imperturbable, pero el brillo de su mirada deja claro lo mucho que le ha dolido saber que su amado no está en el Cielo, que puede estar sufriendo en el Infierno o en la Nada. Si soy honesto, eso cala hondo en mi pecho. Adams no merece eso.

—Dije que no sabía si había forma de recuperarlo, pero eso no quiere decir que nos rendiremos. Lo encontraremos y haremos lo posible para recuperarlo, aunque debamos hacer algunos pactos poco éticos. Solo esperemos que no esté en la Nada.

—¿El Infierno es mejor? —pregunta Jaz.

—No, el Infierno es mucho peor. La Nada, mientras estés quieto, no duele, solo es aburrida como carajo, pero ahí no podemos ir, al Infierno sí.

—La Nada es el último lugar al que podemos recurrir. —Esta vez es Gabriel—. Para entrar o pedir que busquen su alma, digamos que Vitae tendría que hacer algunas concesiones no muy buenas para la humanidad, pero ya las Banshee que custodian las puertas del Infierno, están buscándolo. Si lo encuentran, ya veremos de qué forma lo sacamos.

—¿Vas a ayudar? —pregunta Nick y luce bastante sorprendido. Su padre se encoge de hombros.

—Si le daré el beneficio de la duda, —Señala a Vitae con la barbilla—, y me tragaré mi opinión respecto a su relación con el vampiro, pues no me queda de otra que sumarme a la acción.

»Estoy con Dios hasta la muerte.

Miro a Vitae porque sé que eso la ha emocionado y, efectivamente, su mirada anhelante me dice que así es. Para sorpresa de todos, corre hacia el Profeta, lanzándose a sus brazos. El pobre la recibe a duras penas y, aunque duda un poco, no tarda en envolver sus brazos a su alrededor.

—Gracias —susurra ella, aun cuando sabe que todos en este lugar podemos escucharla a la perfección—. Prometo que esta vez no les voy a fallar. Mantendré mi promesa.

—Mientras sea así, tienes mi apoyo incondicional. Hemos luchado demasiado como para que Lucifer se salga con la suya.

Vitae se separa asintiendo con la cabeza.

—Y si el lobo resulta estar en la Nada, ya iré yo a hablar con ella.

¿Ella?

—Buena suerte, La Nada no es partidaria de hablar, a ella le gusta engullirte —dice Rafael poniendo una mano sobre su hombro. Luce divertido.

Gabriel suelta un suspiro dramático.

—Ya no soy el Profeta debilucho que conoció. Me he convertido en un guerrero, tengo mis métodos, solo esperemos que no haya que usarlos.

Miro al resto de la manada que tampoco entiende ni mierda.

—No les hagan caso —dice Vitae—. Hablan de la Nada, no como lugar sino como Guardiana. Tiene un nombre mucho más largo y complicado, por eso siempre la llamamos Nada.

»Es técnicamente inofensiva a menos que intentes cruzar las barreras a su reino sin permiso, pero es una llorona insoportable y cuando te coge, te engulle en su mundo de oscuridad. Pueden pasar meses, incluso años antes de que te vuelva a soltar y durante todo ese tiempo, debes soportarla quejándose de su miserable y solitaria vida, de todas las penas que ha sufrido, que en realidad no son muchas, pues nunca ha salido de ahí. Solo son las historias de todos aquellos que han terminado ahí y de las que ella se apodera una vez las almas pierden la cordura.

»Es el mismo castigo que sufren las almas que terminan en la Nada, con la única diferencia de que, como se les priva el derecho a renacer, tienen que escuchar sus lamentos por toda la eternidad.

Hostia. Espero que Adams no esté ahí.

—Vitae —la llama Sharon—. Si ya lo estás buscando, puedo separarlas. —Le muestra una daga y mi corazón sube a mi garganta.

Lidiar con una de ellas es complicado a veces, con dos, sería catastrófico.

—No —responde para nuestra sorpresa—. Lo he pensado mejor, creo que todos nos merecemos un descanso y antes de que Mors aparezca, —Cierra los ojos—, lo siento amiga, sé que somos la misma y no debo relegarte, pero he descubierto una nueva faceta mía. Soy egoísta.

Arqueo una ceja, divertido, ante lo que parece ser una charla con la Muerte. Abre los ojos y me mira.

—Antes de que tenga que compartirte con ella, —Abro los ojos de par en par, azorado, ante semejante idea y alguien, que sé que no necesito decir el nombre, se ríe a carcajadas—, quiero hacer algo contigo.




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