Jazlyn:
No sabría explicar con exactitud, la sensación que invadió mi cuerpo hace apenas unos minutos. Estaba con Alex y Sharon en el Salón del Trono mientras Lucio nos informaba, vía telefónica, que Nordella parecía estar totalmente desierta. No había rastro de ningún humano en más de una hora, ni siquiera los hechizos de los brujos habían detectado la presencia de alguno.
Una corriente recorrió mi cuerpo con premura, alertándome de que algo estaba pasando. Al inicio no lo comprendía, me confundía la urgencia que tenía de salir del palacio; sabía que debía hacer algo, pero no entendía el qué. Miré a Alex solo para darme cuenta de que él lucía tan contrariado como yo.
Nuestras miradas se encontraron; por varios segundos, intentamos entender en absoluto silencio que nos estaba sucediendo. Dejamos de escuchar la conversación entre Sharon y Lucio y, de repente, la lucidez vino a nosotros.
—Alexa —dijimos al mismo tiempo y, sin dudarlo, salimos corriendo.
Ahí lo entendimos. Nuestra hija estaba cerca, más específicamente, en el reino. Sin embargo, tener certeza de ese hecho, no me prepara lo suficiente como para verla atravesar las murallas del castillo junto al mismo hombre que se la llevó de mis brazos hace ya tantos años jurando protegerla.
Está hermosa, grande, debe tener mi edad o tal vez la de Alex. Siendo sincera, es un poco raro porque técnicamente ella tiene unos doscientos dos años, mientras yo apenas tengo veinte y su padre veintiuno. Su pelo es rubio rojizo, largo, aunque no sabría decir cuanto porque lleva una coleta alta. A pesar de la distancia, consigo distinguir el color verde azul de sus ojos, tan característico en mi familia; sus labios son rellenos y algunas pecas adornan su nariz al igual que a Alex.
Mi corazón late acelerado al tenerla ante mí. Al saberla viva, aun cuando es totalmente diferente a la pequeña que ni siquiera pude sostener en mis brazos la primera vez que la vi.
Alex toma mi mano entrelazando sus dedos con los míos, al mismo tiempo que la Vida y la Muerte corren a los brazos del Arcángel.
Por primera vez noto a Sam y a Sacarías, varios escalones por debajo de nosotros. Mi amigo luce imperturbable, pero la tensión en sus hombros me dice que no le gusta ni un poquito ver la familiaridad entre el recién llegado y sus novias.
Dios, qué raro suena eso.
Emocionada a más no poder ante la idea de poder tener a mi hija en mi vida, pero aterrada ante su reacción al conocernos y, sobre todo, por lo que supuestamente le depara el destino, desciendo la gran escalinata de la mano de Alexander. Al pasar junto al brujo y el vampiro, ambos se nos unen y, tal vez fue nuestra premura al salir del Salón del Trono, pero Sharon también está junto a nosotros.
—Estás aquí —dice Vitae sin dejar de sonreír. Se le nota feliz al verlo, pero supongo que es normal, después de todo, llevan miles de años sin verse.
—¿Lo dudabas? —Su voz es ronca, me atrevería a decir incluso que sensual y supongo que no soy la única en notarlo porque Sam resopla—. Se ven bastante bien; pensé que para estas alturas no podrían sostenerse en pie.
—Créenos —dice Mors—, no podemos. Estamos haciendo uso del poder de la Piedra Sagrada para sostenernos.
—Me alegra ver que estás bien, Mors. La última vez que te vi, me asustaste.
—Como dicen los humanos ahora, bicho malo nunca muere. —Los tres se ríen y yo centro mi atención en Alexa, si es que el Arcángel le dejó ese nombre, que observa todo a su alrededor entre asombrada y aterrada.
—¿Es ella? —Esta vez es Vitae. Miguel asiente con la cabeza.
—Alexa,,, —Sonrío emocionada, con un nudo en la garganta y unas ganas horrendas de llorar, al saber que ha respetado nuestro último deseo—. Estas son Vitae y Mors, la Vida y la Muerte, Dios.
La mirada de Miguel se encuentra con la de nosotros. Suspira profundo.
—Y ellos… —Nos señala con la barbilla. Ella nos mira y yo contengo la respiración mientras aprieto con todas mis fuerzas la mano de Alex—. Ellos son tus padres.
Los ojos de Alexa se abren de par en par mientras nos analiza. Yo sonrío, o al menos eso intento, mientras espero su reacción, una que tarda demasiado en llegar. Nuestros amigos nos abren espacio y Alex y yo terminamos de descender, quedándonos a un metro de distancia.
Ella pasa sus manos por su rostro y vuelve a mirarnos.
—Jazlyn Holt y Alexander O´Sullivan —murmura—. El híbrido y el príncipe de los Legnas… Mis padres.
—Y yo soy Sharon, tu tía. —Una risa nerviosa se me escapa ante las palabras de la reina que, tan emocionada como nosotros, observa a Alexa desde el otro lado de Alex.
Mi hija la mira con los ojos desmesurados, mientras traga duro.
—Es un placer conocerte, Alexa —dice el rey y me sorprende que sea capaz de hablar sin tartamudear. Yo no podría, los nervios se han llevado mis habilidades lingüísticas.
—Esto es… —Hace una pausa mientras se remoja los labios—. Estoy confundida y…
—¡¿Pero miren quién a llegado?! —gritan detrás de nosotros, interrumpiendo las palabras de mi hija. Me volteo para ver a los otros dos Arcángeles en lo alto de la escalinata. Rafael da un paso al frente—. El idiota con cara de culo más grande de la historia.