Legnas: la profecía 3

13. Infierno

Sam:

Respiro profundo.

Si hace unos meses me llegan a decir que visitaría el Infierno de la mano de un emplumado idiota para rescatar el alma de mi hermano y que conocería al mismísimo diablo, habría golpeado al imbécil hasta hacerlo entrar en razón.

Es que entre más lo pienso, más ridículo me suena, fundamentalmente porque el idiota que bajará conmigo, tuvo alguna especie de relación con mi novia, y el otro emplumado… Prefiero no pensar en él y su papel en toda esta historia, pues la idea que anda rondando mi cabeza, no me gusta.

—Abriré la puerta para ustedes —dice Mors.

—No, llama a una Banshee. —La voz seria de Miguel no deja lugar a réplicas—. Abrir el Infierno es demasiado teniendo en cuenta tu situación, no podrías mantenerla abierta hasta que regresemos.

—¿Y qué haremos nosotros mientras tanto? —pregunta Nick.

—Asegurar el Reino. —Es el turno de Gabriel—. Tenemos que buscar una forma de evitar que el veneno de los demonios llegue a nosotros o estaremos jodidos.

—¿Alguna idea? —pregunta Alexander mientras observo cómo Mors cierra sus ojos, supongo que llamando a las Banshee.

—Talismanes celestiales —dice Vitae con el ceño fruncido.

—¿Crees que funcione? —inquiere Gabriel.

—No lo sé, ellos repelan toda fuerza demoníaca. Debe ser suficiente, al menos por el momento.

—¿Y por qué no lo usamos con los humanos? —Es el turno de Sharon.

—Porque no son personales, es decir, funciona solo en objetos y cuando se colocan a cierta distancia podría funcionar como escudo.

—¡Podíamos haber encerrado a los humanos dentro de ese escudo! —chilla la reina.

—No. Déjame ver cómo lo explico. El Reino de los Legnas es mágico; no está en un lugar determinado, sino en todos lados a la vez gracias a los miles de portales que tiene. Los demonios no saben dónde está, por tanto, si la influencia de ellos llega aquí, será en menor medida.

»Si creamos un escudo con los talismanes alrededor de los humanos, ellos usarían todas sus fuerzas contra él porque pueden sentir dónde están y lo derribarían en cuestiones de minutos. ¿Entiendes?

Sharon hace una pausa como si intentara digerir esa información.

—Supongo. —Es su única respuesta.

La puerta se abre luego de dos golpes suaves y una Banshee hace acto de presencia. He visto a estas criaturas un montón y aún me impresiona ver esos dos huecos profundos y oscuros donde deberían estar sus ojos.

—¿Me llamaba? —pregunta, dirigiéndose a Mors.

—Sí, necesito que abras la puerta al Infierno y la mantengas abierta por un rato. El Arcángel Miguel y Sam Hostring bajarán en una misión.

La atención del hada de la muerte se centra en mí.

—Eso es absurdamente peligroso para usted. Lo sabe, ¿verdad? —Asiento con la cabeza—. Podría no regresar, incluso si lo hace, nada garantiza que seas tú.

—Aun así, lo haré.

Asiente con la cabeza.

—Normalmente no permitiría algo como esto, va contra las reglas, pero dado a que es nuestra propia Madre quien lo pide, haré la concesión. No puedo tenerla abierta durante más de cuatro horas y en ese tiempo, tiene que haber un equipo custodiándola, para impedir que cualquier alma errante que ose rebelarse, pueda salir.

—Nosotros nos haremos cargo —responde Alexander.

—¿Sabe dónde está el alma de Adams Hostring? —pregunta Mors.

—A los pies de la jaula de Lucifer.

—¿Qué? —preguntamos, me atrevería a decir que el noventa y nueve por ciento de los presentes. Incluso los emplumados lucen sorprendidos.

—¿Qué hace ahí? —Vitae parece asustada y eso no es nada bueno.

—Lucifer, si bien no puede salir de su jaula, tiene a cada alma del Infierno a sus pies luego de prometerles la liberación una vez ascienda. Todos se mantienen en sus cosas, no nos dan problemas, pero si el diablo pide algo, eso tendrá y no hay nada que las Banshee podamos hacer.

—¿Por qué yo no sabía nada? —pregunta Mors.

—Ha sido así por mucho tiempo, Madre. Estamos acostumbradas y supongo que, con el ajetreo de los últimos días, no le hemos dado la importancia que tal vez pueda tener.

»El punto es que Lucifer pidió que le llevaran el alma de Adams Hostring y así pasó. Él se está encargando de su tortura.

Abro los ojos sin poder dar crédito de lo que escucho. ¿Lucifer está torturando a mi hermano? ¿De cuántas formas posibles eso puede ser malo?

—Abre la puerta. —Es lo único que consigo decir mientras la rabia bulle en mi interior.

—Saaam…

—¡Qué abran la maldita puerta! —grito fuera de mí y doy un paso hacia la Banshee que no se mueve ni un ápice, ni siquiera al ver los dos rubíes en los que se han convertido mis ojos—. Abre la puerta.

Asiente con la cabeza y se dirige a la pared más grande del Salón del Trono. Rafael y Gabriel ayudan a despejar la zona, eliminando cuanto mueble hay en el medio.




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