Legnas: la profecía 3

15. Lucifer

Sam:

—Hostia puta —murmuro ante la escena que se desarrolla frente a mí.

—¿Cómo coño llegaron aquí? —pregunta Alexander, enojado—. ¿No teníamos bloqueados todos los puntos de acceso a Nordella?

—Da igual cómo entraron, ya están aquí —dice Jaz—. Tenemos que buscar una forma de sacarlos.

A pesar de que estamos a una distancia considerable de ellos, digamos que un poco protegidos por las bóvedas, un tipo nota nuestra presencia y se acerca a Alysson desde atrás, sujetándola por el cabello. La mujer chilla por la sorpresa y me quedo estupefacto cuando se lanza a su cuello... a besarla.

Asco.

Antes de que Nick pueda hacer algo, la Guerrera lanza su codo hacia atrás estampándolo en el vientre del pervertido, que se dobla de dolor. La chica aprovecha para darse la vuelta, golpear su rostro con su potente puño y sus partes íntimas con la punta de su bota.

El hombre cae al piso retorciéndose de dolor mientras la Guerrera se pasa el borde de su blusa por el cuello eliminando la saliva con una mueca de asco.

Se voltea hacia nosotros.

—Como otro se me acerque, me olvido que soy un Legna y acabo con su vida en un segundo, ¿entendido?

Recuérdenme nunca hacerla enojar.

—¿Estás bien? —pregunta su hijo y ella asiente con la cabeza.

Alexander toma una amplia respiración y se voltea hacia nosotros.

—Tenemos que sacarlos de aquí.

—¿No podemos usar la jaula ahora? —pregunta Sacarías—. ¿Deshacernos de los demonios y luego sacar a los humanos?

Observamos a Miguel que, con el ceño fruncido, mira a su alrededor.

—No. —Señala la entrada del cementerio—. Los humanos siguen llegando, lo que significa que los demonios están fuera esparciendo su veneno.

—¿Y por qué los atraen aquí? —pregunta Nick—. Dicen que Lucifer es un engreído, pero no creo que sea para tener público mientras ascienda, ¿o sí?

—Oh, joder. —Observo a Gabriel, no me gusta cómo ha sonado eso—. Debimos imaginarlo.

—¿Qué? —preguntamos Jaz y yo al mismo tiempo.

—Lucifer no quiere público, quiere sus almas. Nuestro hermano no tiene intenciones de permanecer en el cuerpo de su recipiente, pretende recuperar el suyo y con mucha rapidez.

Permanecemos en silencio esperando que se explique.

—Las almas de los humanos tienen mucho poder. Lucifer ha permanecido demasiado tiempo en el Infierno y se ha debilitado, por eso necesita un recipiente para salir. Normalmente, recuperaría su fuerza con el paso del tiempo aquí en la Tierra, pero no es tonto, sabe que todos estamos esperando a que salga para mandarlo al Infierno nuevamente, él no sabe que sabemos cómo matarlo. —Miguel resopla. Realmente odia la idea de que Alexa esté involucrada—. Las almas le darán suficiente poder como abandonar el cuerpo de la perfecta prometida y recuperar el suyo propio.

—¿Vitae no puede hacer lo mismo para recuperar sus fuerzas? —Los tres Arcángeles me miran como si hubiese dicho una barbaridad, pero tiene lógica, ¿no?

—Alimentarse de almas es antinatural —responde Rafael—. Va contra todo lo que creemos, Dios nunca lo hará.

—Eso sin contar con que podría pervertir su esencia. —Aporta Gabriel.

—Y si se le ocurre la estúpida idea de hacerlo, no se lo voy a permitir. —Esta vez es Miguel—. No he luchado en esta guerra para mandarlo todo a la mierda, así como así.

—Además... —Continúa Gabriel—. Si piensas que luchar contra Lucifer es difícil, no quieres enfrentarte a Dios, créeme.

Ok. Descartado.

—De acuerdo. Si Lucifer quiere almas, nosotros no se las daremos —dice Alexander—. Sacarías y Ezra, necesitamos portales bien lejos de Nordella. Tenemos que sacarlos a todos de aquí; da igual si hay que usar la fuerza, no me interesa. A estas alturas no se puede andar pensando en su bienestar porque ellos no nos lo pondrán fácil.

»Por otro lado, si los sacamos, tengo la esperanza de que los demonios venga a ver qué cojones está pasando. Ahí los metemos en la maldita jaula. ¿Entendido? —Asentimos con la cabeza—. Sam... —Lo miro—. El hecho de que permita usar la fuerza no significa matarlos, ¿ok?

Ruedo los ojos. Creo que ya pasé esa etapa.

—Ok —contesto, guiñándole un ojo y él pone cara de asco. Yo me río.

No pueden culparme, me gusta joderlo.

—¿Listos? —pregunta el rey. Nadie contesta por lo que lo toma como una confirmación—. Ahora.

Sacarías y Ezra abren varios portales con destino a no sé dónde carajos y todos nos adentramos al tumulto descontrolado de humanos que se dedican a pecar entre las lápidas del cementerio. Acercándome a uno de los mausoleos, cojo del bazo a una chica que se arreglaba la ropa frente a uno de los cristales y la obligo a caminar detrás de mí.

—¡Oye, idiota, ¿qué haces?! —Se retuerce intentando zafarse de mi agarre, pero como es lógico, no lo consigue. Sin decir una palabra, la empujo dentro de un portal alejándola de este lugar de una vez por todas.




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