SAM:
—Está aquí —dicen las Criaturitas al mismo tiempo, lo que junto a la mirada preocupada que se dedican, erizan mi piel.
—Lucifer está en el Reino —murmura Vitae, algo que ya me imaginaba por la explosión que acaba de hacer temblar los cimientos del palacio.
La noticia tarda par de segundos en asentarse en la mente de los presentes y luego se desata el caos. La manada se incorpora comprobando sus armas, algo que ya yo hice desde que me bañé, pues algo me decía que la acción no iba a demorar mucho.
—Gabriel —dice Alexander, de repente—. Ponle los símbolos que necesita. Isa —la llama—, te dejo a cargo de las runas. El resto, síganme.
Revuelvo mi cabello con frustración y no dudo en salir detrás del rey junto al resto de la manada, sin embargo, luego de abandonar el Salón del Trono, veo a Vitae y a Mors hacer lo mismo.
¿Qué coño hacen?
Corro hacia ellas, interponiéndome en sus caminos.
—¿A dónde creen que van?
—¿A dónde crees tú? —pregunta Vitae como si fuese algo obvio.
—No pueden salir, él las quiere muertas.
—Él quiere restregarnos su victoria en la cara, Saaam, no hará nada hasta que diga todo lo que tiene para decir. Si vamos, podremos ganar el tiempo suficiente para que terminen de ponerle la protección a Alexa.
—Es una mala idea, Criaturita.
—Pero es la única que tenemos.
Intercalo la mirada entre la una y la otra, maldiciendo en mis adentros el que tengan razón. No conozco a Lucifer, pero tiene pinta de ser el ególatra más grande del planeta y también pienso que querrá restregarle en la cara su victoria a Dios. No me gusta que lo enfrenten, pero en estos momentos, necesitamos ganar todo el tiempo posible para darle una oportunidad a Alexa de protegerse.
Mierda.
—Ni se les ocurra apartarse de mí. —Vitae sonríe y Mors frunce el ceño.
Me alejo de ellas camino a la entrada principal, pero sin perderlas de vista. No se sienten bien, se les nota a la legua. Hace un rato, cuando regresé al reino luego de mi conversación con Sacarías, noté algo extraño en ellas y se lo achaqué a las consecuencias de la última capa de la profecía, pero no creí que fuera tan malo…
No creí que estuviesen muriendo…
Sacudo la cabeza, alejando ese pensamiento de mi mente. No me gusta saberlas en peligro, mucho menos a las puertas de la muerte.
La puerta del palacio está abierta, o hecha triza como prefieran, al igual que las ventanas, supongo que producto de la explosión de hace unos minutos. Desde aquí se puede ver a la manada, de pie en la cima de las escalinatas. Llego a ellos y el panorama ante mí, no me gusta.
Lucifer, con sus alas a medio abrir, sonriendo con superioridad, mientras su ejército aguarda con paciencia detrás de él.
La mirada del diablo se concentra en las Criaturitas a mi lado y por un momento, me parece ver una pizca de alegría en ella; sin embargo, desaparece con rapidez, siendo sustituida por un odio tan profundo que me hace pensar que he imaginado lo primero.
Vitae y Mors dan un paso al frente y yo las detengo, sujetándolas con delicadeza por sus muñecas. Sus miradas se encuentran con la mía y espero sinceramente que puedan ver la preocupación y el miedo en ella; no quiero que se le acerquen.
«Estaremos bien» murmura Vitae en mi mente y, aunque yo no lo creo así, las suelto.
Con calma, supongo que para no demostrar lo débiles que están, descienden las escaleras hasta quedar a tres metros del diablo. Ninguno de los Arcángeles se mueve de su lugar, así que me obligo a mantenerme quieto a pesar de los nervios.
La mirada chulesca de Lucifer, se centra en la de las Criaturitas, antes de sonreír de medio lado.
—Tiempo sin vernos. —Hace una reverencia exagerada.
—Tienes mucho coraje como para atreverte a venir al Reino de los Legnas, teniendo en cuenta que todos aquí te quieren muerto —comenta Vitae.
—Mmm. —Se lleva una mano a su barbilla—. Sabes que coraje es lo que me sobra y el hecho de que me quieran muerto, no significa que puedan lograrlo. Por otro lado, como suelen decir los humanos: si Mahoma no va a la montaña, pues la montaña viene a Mahoma.
—¿Y nosotras somos Mahoma? —pregunta Mors y él se encoge de hombros.
—Por supuesto. Sabía que no irían a recibirme, así que he decidido hacerles yo la visita.
—Ya la hiciste, puedes irte por donde mismo viniste —dice Vitae como si eso fuera a resolver algo.
—Tú y yo sabemos que eso no será posible. —Lucifer da un paso al frente e importándome una mierda el resto, corro hacia ellas, sin invadir su espacio personal, pero dejando claro que no tiene permitido dar un paso más cerca… aunque no creo que eso le importe.
La mirada roja y malditamente tenebrosa que me dedica, me cala hasta los huesos.
—¿Un vampiro? —pregunta y Mors, sonriendo de medio lado, se encoge de hombros.
—Es mejor un vampiro que el Diablo, ¿no crees?