ALEXANDER:
Las palabras de Rafael se repiten en mi mente una y otra vez paralizándome por varios segundos. ¿No hay nada que pueda hacer?
Sin proponérmelo, imágenes de nosotros dos pasan por mi mente, desde ese día en el Dream Park donde nos conocimos, nuestra cita, incluso nuestra discusión. Todas aquellas veces en las que, a pesar de que no podía confiar en ella, tampoco podía mantenerme alejado; en cómo mis sentimientos, esos que me juré no volver a sentir por nadie, fueron despertando por ella, por ese aire misterioso que la envolvía y que me impulsaba a querer saber más y más de ella. Su entusiasmo desmedido por todo lo que tiene que ver con lo sobrenatural; esa maldita manía que tenía de llevarme siempre la contraria, de no mostrarme ni una pizca de respeto a pesar de que era el príncipe. Nuestro primer beso en las mazmorras del castillo; cuando aceptó ser mi novia en la mansión del brujo. Las batallas a su lado y ese maldito momento en el que lo vi todo negro y pensé que moriría sin siquiera poder disfrutar de esa historia tan bonita que se estaba creando entre nosotros. También recuerdo nuestras aventuras en el pasado; nuestra primera vez y cómo hicimos de todo para protegernos el uno al otro.
Y todo eso sucede en cuestión de segundos mientras, simultáneamente, la rabia va abriéndose paso en mi interior, porque después de todo lo que hemos pasado, después de esta maldita batalla que nada tiene que ver con nosotros, las cosas no pueden terminar así. Tampoco es justo que pierda a mi hija y a mi futura esposa el mismo día, porque sí, tenía planeado, si salíamos vivos de esta, pedirle matrimonio para tenerla a mi lado por el resto de nuestras vidas.
—¿Cómo que no hay nada que puedas hacer? —pregunto en un grito que sobresalta a los dos. Con una de mis manos totalmente cubierta de la sangre de mi chica, lo cojo por el cuello de su camisa, acercándolo a mí—. Eres el Sanador mayor, ¡eres un puto Arcángel, Rafael! Si no puedes salvarla tú, ¿quién coño puede?
Rafael rueda los ojos con fastidio, envuelve su mano en mi muñeca y hace presión. Intento resistir el dolor, pero llega un punto en que es insoportable, por lo que lo suelto y a pesar de que me gustaría sobarme la zona lastimada, me obligo a no hacerlo.
—Si me dejaras terminar de hablar, nos ahorraríamos tiempo. No puedo hacer nada, porque no es malditamente necesario. Se curará sola.
—¿Qué? —Es lo único que consigo pronunciar. Concentro mi mirada en Jazlyn que yace entre nosotros con los ojos cerrados—. Es un Legna, ese es un veneno mortal para nosotros —digo porque he visto lo que hace y el estado de Jaz no tiene buena pinta.
—Es un Legna, pero también una Nefilim, una humana, un descendiente de un Arcángel. Es completamente diferente a ustedes, estará bien.
Sus palabras me quitan un peso invisible de los hombros y por fin siento que puedo respirar otra vez.
—¿Seguro?
—Dale unos minutos. —Se pone de pie—. Regresaré a la batalla. —Y sin decir nada más, chasquea sus dedos y desaparece en el aire.
Sam suspira profundo a mi lado.
—Yo me iré también, cualquier cosa, me avisas. —Asiento con la cabeza, pero no lo miro, pues toda mi atención está puesta en la chica frente a mí. Como solo me queda esperar, me dedico a acariciar su rostro y eliminar la sangre que lo mancilla.
SACARÍAS:
Esto es una mierda.
Una reverenda mierda.
Y lo peor es que solo tiene pinta de ir a peor, valga la redundancia.
Asustado como pocas veces lo he estado en mi vida, observo desde lejos cómo Miguel se lanza contra Lucifer luego de que el Diablo casi mate a Sam. Quise ir con él y ayudarle tal y como se lo prometí, pero es difícil hacerlo cuando estás rodeado de criaturas que te quieren matar. Se me hizo imposible acercarme a él y dejé de intentarlo cuando vi a Nick apoyándolo, así que volví a concentrar toda mi atención en aquellos que me rodeaban.
Tengo miedo.
Creo que nunca había estado tan asustado en mis más de quinientos años, aunque no es para menos. Esta, literalmente, es la batalla final. O morimos o sobrevivimos, no hay punto medio y eso es aterrador porque si observamos el panorama, estamos en desventaja.
No podemos ser ciegos, estamos perdiendo, aunque guardo la esperanza de que todo mejore cuando Alexa intervenga, pero al mismo tiempo, saber que ella morirá si se enfrenta a Lucifer, no me gusta. Le he cogido mucho cariño a sus padres y sé lo jodidamente doloroso que será para ellos su pérdida. Lamentablemente, no puedo hacer mucho más para ayudarlos, solo esos hechizos de protección que, aunque me gustaría ser positivo, no creo que puedan ayudarla.
Estamos hablando de Lucifer, el Diablo, el mayor de los males que ha conocido la humanidad; es jodidamente poderoso y no creo que unos hechizos, unas runas y unos símbolos angelicales sean suficientes para salvarla de esa explosión de poder que auguran tanto la Vida como la Muerte. Esto, por donde quiera que lo miremos, pinta mal.
Otra cosa que me preocupa es Dalianna.
Sé que está aquí, aun cuando no la he visto.
Esta es mi oportunidad de matarla, de desligarme para siempre de ese maldito hechizo que me ha mantenido atado durante tantos siglos; sin embargo, sé que no será fácil. Ella es una pura, yo soy un bastardo; es mucho más poderosa que yo y ella lo sabe.