Legnas: la profecía 3

FINAL

Sam:

Ha pasado un año...

Trescientos sesenta y cinco días de trabajo duro, intentando recuperarnos de las pérdidas tanto humanas como materiales. Procurando dejar atrás esas semanas de pesadilla en las que pensamos que todo llegaría a su final, que el mundo quedaría reducido a cenizas por los celos estúpidos de un Arcángel de mierda que no soportaba la idea de no ser el centro de atención de su Dios.

Recuerdo todo como si se tratase de ayer. Ese maldito día está grabado en mi mente a fuego lento. Aun cierro los ojos y veo la escena de terror consecuencia de la explosión que le puso fin a la existencia de Lucifer. Imagínense el cráter producto del impacto de un meteorito sobre la Tierra... así mismo quedó el Reino de los Legnas, incluso su Núcleo. Todo lo que había a casi siete kilómetros a la redonda desapareció. El único ser sobreviviente, para nuestra sorpresa y alivio, fue Jazlyn.

Respiro profundo y retazos de ese día de mierda, llegan a mi mente.

Después de la partida de los Arcángeles junto a Vitae y a Mors, Gabriel nos transportó a Isabel y a mí al epicentro de todo.

La media profetiza rompió a llorar al verse en medio de la nada, donde hasta ese momento había sido su hogar y la entendí. Claro que sí.

Yo llevaba a penas unas semanas viviendo en ese lugar y un nudo se asentó en mi garganta al ver que todo quedó destruido y la sensación de desasosiego incrementó cuando, poco a poco, los Legnas y las criaturas que habitaban el Reino, comenzaron a llegar.

Ganaron la batalla contra el ejército de Lucifer, fundamentalmente, pues los ángeles caídos que le seguían se marcharon luego de la explosión, supongo que por miedo de lo que podrían hacerle el resto de los Arcángeles si fueran capturados. La lucha contra los demonios y el resto de las criaturas, fue más sencilla.

Cuando Alexander llegó, creí morir, pues comprendí que algo no iba bien. No paraba de gritar el nombre de Jazlyn por todo lo alto y la buscaba con desesperación.

—Me obligó a hacer un portal hasta aquí —dijo Ezra de repente. Sus ojos estaban inyectados en sangre y no dejaba de jalarse el cabello con desespero. Yo no dudé ni un segundo en unirme a su búsqueda.

La encontramos alrededor de quince minutos después. Su cuerpo estaba cubierto de Tierra y casi no se le podía distinguir.

Alexander, con las manos temblorosas, se lanzó a su lado y tomándola en sus brazos, la colocó boca arriba.

Con mi corazón en la garganta, observé cómo le retiraba el cabello sucio del rostro. Maldije en mi interior, pues por segunda vez en un mismo día, veía a mi amiga al borde de la muerte.

Sharon corrió hacia nosotros y se arrodilló junto a ellos. Adams, Sacarías y Ezra no tardaron en unirse.

Revolví mi cabello con frustración, con el enojo incrementándose con cada segundo, pues cuando por fin creí que todo había acabado, sucedía eso.

—¿Está...? ¿Está...? —Ezra no podía terminar la frase.

—Está viva. —La voz dura e imponente de la Reina calmó un poco mi interior.

Gabriel se arrodilló junto a su nieta y colocó su mano sobre su frente. Con impaciencia, esperé su veredicto y cada vez que su ceño se fruncía, mi corazón se aceleraba más y más.

—Sobrevivirá. —Fueron sus palabras e, inmediatamente, un peso invisible salió de mis hombros.

—¿Por qué lo dices como si fuera algo malo? —preguntó Sharon mientras su hermano acariciaba el rostro de su chica.

Gabriel se puso de pie bajo la atenta mirada de todos.

—No es malo, alteza. Solo estoy confundido. No debió sobrevivir a la explosión. ¿Por qué estaba aquí?

—Yo... yo... —balbuceó Ezra. Sacarías le pidió calma para que pudiera hablar y par de segundos después nos explicó cómo Jazlyn, con los ojos totalmente rojos, llegó a él y le exigió abrir un portal. Que incluso noqueó a Alexander para que no se lo impidiera.

—¿Quién es la de los ojos rojos? —preguntó Alexander por primera vez desde que encontramos a Jaz–. Está Jaz, su parte Nefilim que es la que tiene los ojos negros, ¿quién carajos es esta que puede controlarlas?

—La de los ojos rojos no es alguien... es solo el poder que habita en ella, tanto de su parte humana como Nefilim, pero ninguna de las dos lo controlan —explica el Arcángel—. Jaz es técnicamente nueva en esto, ha tenido que enfrentarse a esta lucha sin siquiera conocerse a ella misma, sin tener control de sus habilidades, por lo que cuando sobrepasa determinado límite, es su poder el que toma el control de su cuerpo.

A mí tampoco me sonó bonito.

El Arcángel se arrodilló a par de pasos del cuerpo de su nieta y hurgó en la tierra con sus dedos. Una línea roja salió a relucir y con un simple movimiento de sus dedos, la tierra que nos rodeaba se alejó como si fuese azotada por fuertes vientos, dejando al descubierto una imagen bastante rara.

—Una triqueta.

—¿Una qué? —pregunté sin entender.

—Es una runa antiquísima que simboliza la Vida, la Muerte y el Renacimiento; también es un símbolo de protección.

—Quería proteger a nuestra hija. —Gabriel asintió con la cabeza, pero continuó con el ceño fruncido.




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