Legnas: la profecía I

2. ¿Quién demonios es esta chica?


Alexander:


—¡Sharon O’Sullivan, no puedo creer que me hayas traído aquí!


Esto es increíble, en serio. Hace poco más de tres meses que salí de casa en una misión para detener a los vampiros de Ciudad Celeste y a mi hermana no se le ocurre otra cosa que arrastrarme al mundo de los humanos para celebrar mi regreso. Solo ella es capaz de dejarme sin palabras. ¡Sabe que odio estas cosas!


La observo, furioso, con esa mirada que todos dicen temer, pero ella solamente sonríe. A veces odio no ser capaz de intimidarla, aunque sea un poco.


—¿Qué? —pregunta, divertida, guiñándome un ojo y, a pesar de que lo intento, no consigo permanecer enojado. ¿Cómo puedo enfadarme con ella cuando se le ve tan feliz?


Aunque llevamos una vida bastante alejada de los humanos, Sharon siempre ha amado todo lo relacionado con ellos a tal punto que a veces ralla la obsesión. Desde sus costumbres hasta su forma de vivir y de vestir; todo para ella es un mundo nuevo por conocer e imitar, debo decir; razón por la cual, a veces me desespera.


Sinceramente, no entiendo esa fascinación desmedida por ellos; son la raza más débil y despreciable. Son aburridos, predecibles, corruptos, traicioneros; son una escoria, lo peor del mundo y a veces me da asco saber que una vez fui uno de ellos y, peor aún, que actualmente mi deber es protegerlos de lo que los asecha en las sombras.


Volviendo a mi hermana y poniendo a un lado mi desagrado; creo que este es su lugar favorito en el mundo. Estamos de pie frente a una valla de hierro de color blanco que separa a Korok del Dream Park.


Según lo que Sharon me ha contado, este parque es uno de los lugares más increíble de New Mant. Tiene una extensión de seiscientos kilómetros cuadrados y se encuentra en el centro de las cuatro ciudades más importantes de este país, aunque legalmente pertenece al territorio de la Ciudad de Nordella. Limita al norte con la Ciudad de Alaks, al este con Suturb, al sur con Nordella y al oeste con Korok. Aquí tienen lugar todas las celebraciones de estas cuatro ciudades. ¡Fenomenal! Noten el sarcasmo, por favor.


—¿Entramos? —me pregunta.


La observo, dubitativo, pues no creo que esto sea buena idea, pero como me conoce demasiado, me dedica su mirada de niña pequeña. La odio, sabe que en este mundo no hay nadie más valioso para mí que ella y se asegura de usarlo a su favor.


—¿Por favor? —suplica, juntando las palmas de sus manos.


Suspiro profundo y asiento, resignado. Emocionada, hace un gesto de victoria con una mano para luego arrastrarme, casi corriendo, detrás de ella. Una vez dentro, mientras ella mira alucinada a su alrededor como si fuese su primera vez aquí, algo que no es cierto, pues me han informado que suele escaparse en sus días libres para pasear por este lugar, yo me dedico a esquivar a los humanos.


Sharon se detiene abruptamente provocando que casi choque contra ella. Su mirada, al igual que la de varias personas a su lado, está concentrada en el mapa tallado en piedra.


A pesar de mi odio a la especie humana, algo infundado según ella, me encanta observarla cuando está concentrada en esas cosas que tanto llaman su atención; a veces creo que podría caerse el mundo y ella ni se daría cuenta.


Hoy está hermosa como siempre: lleva un pantalón negro de cintura alta que marca sus generosas curvas y una blusa manga larga, blanca, con un pequeño escote. Completa el conjunto con unas sandalias de tacón cuadrado; su cabello es castaño oscuro a diferencia de la última vez que la vi, que era rubio y el viento del lugar está haciendo estragos con él.


Miro a mi alrededor mientras me alejo de ella y de sus palabras; está comenzando a planear lo que haremos durante el día y solo pensarlo me da escalofríos. Ojalá y estuviésemos en otro sitio; me siento incómodo, fuera de mi zona de confort y eso no me gusta.


—Alex, sé que no te gusta estar aquí, pero, por favor, préstame atención un momento —me dice al darse cuenta de que no le estoy haciendo mucho caso y yo la miro sin remedio—. No me mires así ¿vale? Yo no tengo la culpa de que seas un taciturno, que no tengas amigos y que la única en este mundo que te soporte o que no te tenga miedo sea yo. Si al menos mostraras un poquito más de interés, te darías cuenta de que el “mundo de los humanos”, —Levanta sus manos y hace unas comillas con sus dedos—, como tú le llamas, no es tan malo como crees.


Maldigo la hora en que le he dado tantas alas a esta mocosa. La amo, en serio lo hago, y sería capaz de dar mi vida por ella sin pensármelo; sin embargo, justo ahora, lo único que quiero es que entienda que no me puede hablar de esa forma, que soy su hermano, pero también su futuro rey y que, por tanto, me debe respeto. Pero la muy descarada me sale siempre con la excusa de que soy solamente el príncipe y ella ostenta la misma posición que yo, que, por tanto, somos iguales y me tratará como le dé la puta gana. Últimas dos palabras que le encanta usar, creo que las escuchó en una película española o algo así.


—Además, eres un puñetero Legna, tu deber es proteger a esos seres que tanto desprecias y por el amor de Dios, tú no eras así. Solías ser alguien un poco más… accesible…


—Es mejor que te calles ya, Sharon —le advierto. No me gusta hacia donde se dirige esta conversación y ella sabe de sobra que está pisando terreno peligroso.




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