Legnas: la profecía I

3. La cita

Jazlyn:


Observo al chico ante mí; es incluso más guapo de lo que pensé en un inicio. Es alto, mucho más alto que yo, aunque eso no es una buena referencia, pues soy una enana. Sus ojos son marrones e intensos y su nariz está manchada por algunas pecas que lo hacen ver adorable, algo que contrasta completamente con el resto de su cuerpo bien trabajado e imponente.


Sus labios son regordetes y, no sé si es que aún sigo alucinando por tenerlo tan cerca, pero me parece que me piden que los bese. ¿Podría hacerlo? Sin dudas, ha de ser una experiencia fabulosa.


—Soy Alexander. Alexander O´Sullivan —se presenta, extendiendo una mano y yo, temblorosa, le devuelvo el saludo. Esa corriente que recorre mi cuerpo cada vez que nuestras pieles han hecho contacto, hace acto de presencia erizando toda mi piel.


—Jazlyn Lautner, aunque todos me llaman Jaz. —Me sorprende que mi voz no tiemble y en un intento por evitar su intensa mirada, cojo a mi hermana por un brazo y la acerco a mí—. Esta es Olivia, mi hermana.


Alexander nos observa confundido, pero no lo culpo. No nos parecemos ni un poco; mientras Olivia tiene la piel chocolate, yo la tengo de vainilla; donde sus ojos son negros, los míos son verde azul; donde ella mide un metro ochenta, yo apenas llego a uno cincuenta y donde su cabello es negro y rizado, el mío es rubio platino, aunque ahora me lo he teñido de rosa.


—Hola —dice Olivia.


—Hola —responde el chico mientras le hace una seña a la castaña que estaba al lado de mi hermana y a la que le presto atención por primera vez—. Esta es Sharon, mi hermana menor.


La chica en cuestión, sacude su cabeza y se acerca a nosotras besando nuestras mejillas y abrazándonos un poco más fuerte de lo necesario. Gracias a Dios, su efusiva muestra de cariño se ve interrumpida cuando un hombre bajo, con barba y una enorme barriga, al que reconozco como Marcos, se acerca a nosotros. Él es el dueño del juego de dardos.


—Menuda puntería, chico. —Alexander lo mira con mala cara y si no es porque estoy bastante segura de que no se conocen, diría que, incluso, lo odia—. Acabas de ganarte el primer premio, elige uno. —Señala los peluches y no puedo evitar que mi mirada de perrito lastimero, se pose en el bonito oso panda.


—Escoge tú —me pide el guaperas a mi lado.


—¿Yo? —Y como idiota que soy, me señalo con mi dedo índice. Él se ríe.


—Sí, tú. —Trago saliva fuerte para luego sonreír, no tengo que pensarlo.


—Ese. —Señalo a mi nuevo mejor amigo, con el perdón de Adams.


—Perfecto, es todo tuyo.


Maldita sea, ¿por qué tiene que verse tan lindo cuando sonríe? ¿No podía tener un defecto? Una verruga en la nariz, no sé, ¿algo? Es injusto, parece un magnífico ángel.


Ignorando su sonrisa y lo mucho que me gusta, sujeto el peluche que Marcos me tiende y sin poderlo evitar, lo abrazo. Mi hermana niega sutilmente con su cabeza, lo que me da a entender, que, si pudiera, se daría cabezazos contra la pared por lo ridícula que soy; pero cuando miro al señorito sonrisa bonita, luce divertido.


—Gracias. —Le devuelvo la sonrisa.


—No quiero que me des las gracias —responde, confundiéndome. No pienso pagarle con mi cuerpo si a eso se refiere—. Quiero que aceptes tener una cita conmigo.


Su hermana, la mía y yo, soltamos un simultáneo: “¿Qué?”. Aunque creo que es la primera, la que luce más sorprendida.


—Entonces, ¿qué piensas?


¿Qué, qué pienso? Pues que se volvió loco o ya lo estaba desde el principio… como sea.


¿Una cita? ¿Con él? ¡Pero si no lo conozco! Atónita, lo observo y daría lo que sea por poder darle un guantazo y borrar esa encantadora sonrisa por un rato. Suspiro.


Este hombre es sin dudas un refrescante para los ojos y es halagador que me esté pidiendo una cita a mí. Yo, que generalmente soy invisible, eclipsada por la belleza despampanante de Olivia y, sin embargo, es a mí a quien mira de esa forma tan encantadora. Por eso es que no sé qué hacer. 


Nunca me ha molestado estar en segundo plano cuando se trata de mi hermana, de hecho, he sentido alivio, pues no me imagino vivir mientras otros besan el suelo por donde paso. Siempre he considerado que lo más hermoso que tengo son mis ojos, por lo que ahora me siento extraña mientras soy yo quien recibe la atención de este chico. Y hasta donde sé, puede ser cualquier cosa: un pervertido, un acosador, incluso un asesino serial. No lo conozco.


Sin embargo, hay otra parte de mí que está loca por decir que sí. Es hermoso, tanto, que estoy segura de que la Revista SX, la más famosa de New Mant, estaría más que dispuesta a pagar una considerable suma de dinero para tenerlo en su portada semidesnudo. Además, hace tiempo que no salgo con nadie…


Un ligero golpe en mis costillas me saca de mis pensamientos. Olivia acaba de darme un, no tan sutil, codazo. La miro y con un movimiento de su cabeza señala mis manos. ¡Dios! Estoy retorciendo las orejas de mi panda. ¡Qué vergüenza!


Vuelvo a mirar al chico que espera paciente mi respuesta y algo en su mano derecha, llama mi atención. Está dándole vueltas a una moneda entre sus dedos y al darse cuenta de lo que mis ojos detallan, la guarda en el bolsillo de su pantalón con la tensión marcando cada facción de su bonito rostro. Observa a su hermana y estoy segura de que Sharon está intentando no reírse estrepitosamente. ¿De qué me he perdido?




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