Legnas: la profecía I

9. Sam Hostring

Sam:


—¿Has visto eso, Alex? Su pulsera... —comenta, distraída, la diva real. 


—Los dijes son runas. —El príncipe la observa, asombrado, y yo sonrío satisfecho; esta noche van a tener mucho en qué pensar. 


Dos de las razones por las que odio a los Legnas tienen nombre y apellido: Alexander y Sharon O´Sullivan; estos dos son unos imbéciles de primera. Aprovechando que están de espaldas a mí y como ya he tenido suficiente de ellos por hoy, decido largarme.


Salto a la azotea del centro comercial al lado del SENCO y meto las manos en mis bolsillos, mientras espero que la realeza se percate de que me he marchado


—Genial, se fue. ¿Y ahora qué hacemos? —Escucho decir a la princesa segundos después; parece cabreada. Sonrío, por mucho que me odien, ser vampiro mola un montón. 


Ahora tengo que encontrar a la chica. Aún no puedo creer el parecido que tiene con Mía. Es… alucinante. Si mi corazón latiera, sin dudas se habría detenido en el momento en que la vi; por unos segundos creí estar ante su fantasma porque, maldita sea, yo la vi morir. Mía Astrho, murió en mis brazos llevándose mi alma con ella.


Esa es la razón por la que estoy convencido de que esa chica no es mi primer amor. Yo cremé su cuerpo, le di el entierro que se merecía. Además, a pesar de que… Jazlyn… 


Resoplo. Qué raro suena eso; demoraré en acostumbrarme a llamarla así.


Como decía, a pesar de que Jazlyn estaba muerta de miedo, en sus ojos había una determinación que nunca vi en los de Mía. La chica de mi pasado era demasiado tímida, desconfiada, temerosa de todo y no la culpo, su vida no fue fácil; pero esta, debajo de todo el miedo que le provocaba lo desconocido, dejaba ver que no se dejaría hacer de nadie. Amé cuando se enfrentó a los O´Sullivan y eso me da a entender que no tiene ni idea de quienes son, sino, no habría tenido el valor.


¿De qué se conocen? ¿La realeza sabe lo que es? No lo creo, sino, no se habrían asombrado tanto al ver las runas en los dijes de su pulsera.


Jazlyn, ¿qué tan parecida a Mía eres en realidad? 


Son demasiadas similitudes y no me refiero solamente al físico, a esos ojos increíbles que tanto he extrañado; incluso, ni ese pelo rosa que contrasta con el rubio de Mía, logra disimular el parecido. Su voz es la misma, a pesar de que esta suena más segura; además, esa pulsera no es una casualidad, mucho menos el maldito anillo y, a pesar de que no siento su poder bullir como con Mía, sin dudas está ahí, tal vez no haya despertado aún.


Si algo he aprendido en estos tres siglos de existencia es que las coincidencias no existen. Si esa chica es lo que creo que es, está en peligro y con ella, el resto del mundo, aunque este último me da igual.


Agudizo mis sentidos para buscarla. Escucho el ruido de los carros, el crujir de las hojas, ardillas, ladridos de perros, voces de todo tipo y aromas deliciosos. Huelo sangre caliente. Tentador… pero ignorando el naciente deseo de beber, sigo buscando y descartando hasta que escucho su voz. Esa dulce y melodiosa voz que me llena de recuerdos de hace siglos atrás en los jardines de la mansión Hostring donde viví los días más felices de mi vida antes de que todo se fuera a la mierda.


Está cerca, habla con alguien de entrar a la Logia y eso me alerta. ¿Por qué quiere entrar a la Logia? Ese es el lugar más peligroso para ella.


Bajo del edificio y sin importarme estar cerca de un terreno sagrado y prohibido para alguien como yo, corro hasta la entrada del SENCO sin cruzar los límites permitidos y me escondo tras la estatua de los fundadores de la Logia. Según ellos, la organización más importante para proteger a los humanos; según yo, un puñado de locos corruptos igual que el resto del mundo.


Vuelvo a agudizar mis sentidos y siento su respiración nerviosa, el latido acelerado de su corazón y el golpeteo incesante de uno de sus pies contra el suelo. Alguien le da un papel y le pide que conteste el formulario.


Va a firmar, va a formar parte de esa secta de mierda y no lo podré impedir. Tres razones, solo tres razones que me impiden arrancarle ese papel de las manos y arrastrarla fuera de este lugar.


En primera, soy el vampiro más buscado después de mi padre por la Logia y los Legnas y no precisamente por jugar a las casitas. Mi cabeza vale oro, por lo que entrar ahí sería meterse en la boca del lobo y no soy tan estúpido; incluso, estar aquí es un suicidio.


En segunda, los humanos y todo ser sobrenatural que quiera entrar al SENCO o a cualquier otro sitio que pertenezca a la Logia, debe estar atado al Juramento de Sangre y yo no lo estoy y nunca lo estaré, por supuesto. Solo en casos especiales permiten que alguien que no esté sometido al juramento entre y, definitivamente, yo no encajo en ninguno. 


Este lugar es tan sagrado, que solo estar en contacto con sus paredes quemaría mi piel, poner un pie en el jardín, me retorcería de dolor.


Y en tercera, aunque ese juramento no existiera, no podría entrar. Los vampiros no podemos irrumpir en una propiedad sin que el dueño nos dé el permiso, eso sí, una vez otorgado, podemos entrar y salir a nuestro antojo. La Logia nunca permitiría el paso a alguien como yo.




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