Legnas: la profecía I

17. ¿Quién eres Jazlyn Lautner?

Jazlyn:


—¿Por qué me miras así? —pregunta Adams al ver que no le quito ojo de encima.


Salimos hace una hora de mi casa y desde entonces no he dicho nada por más que él ha intentado sacarme conversación, pero tampoco he dejado de mirarlo. No sé por qué, simplemente no lo puedo evitar. Sé que es mi mejor amigo, que no me hará daño sino, no se hubiese tomado tantas molestias para protegerme, aun así no dejo de esperar a que en cualquier momento se convierta en un lobo y me arranque un trozo con sus afilados dientes.


Él luce un poco nervioso y eso no ayuda a controlar los míos. No tengo idea de a dónde vamos y a pesar de la tensión en mis hombros, intento demostrarle que confío en él... al menos un poco.


—¿Por qué me miras así? —Vuelve a preguntar.


—Es que es raro. Hasta hace unos días eras Adams, mi mejor amigo, pero ahora eres un hombre lobo. —Bajo la mirada mientras me retuerzo los dedos, nerviosa.


Hablar ahora con él se siente extraño... me siento una niña a su lado.


Saca una mano del volante y sujeta las mías sobresaltándome. Mi corazón se acelera ante el gesto, pero no lo puedo evitar, de mi mente no sale el hecho de que es un hombre lobo y si lo deseara, podría matarme en menos de un segundo.


Quiero pensar que es mi mejor amigo, creer que nada ha cambiado, pero justo ahora por pensar en eso, podemos estar dirigiéndonos a una trampa, el último lugar que mis ojos verán y eso me asusta. No conozco al hombre delante de mí, no del todo.


Detiene el auto a un lado de la carretera y se voltea hacia mí. Con el dedo gordo acaricia mi piel intentando tranquilizarme y puede que lo consiga un poco. Es un gesto muy familiar entre nosotros.


—Sigo siendo tu amigo, Jaz, no lo olvides. No importa qué soy, ni qué hago cuando no estoy contigo, sigo siendo el mismo chico que conociste hace tres años. Le prometí a tu padre que te protegería y lo haré siempre, aunque tú no me quieras a tu lado, sin embargo, necesito que sepas que para protegerte no necesariamente teníamos que conocernos. Aun así, yo deseaba hacerlo, ¿sabes? Te veía con tus amigos y solo pensaba en que cuando tuvieras más o menos mi edad, me presentaría ante ti, me convertiría en tu amigo.


—¿Mi edad? —pregunto en un susurro.


—Mi edad humana, Jaz. Tengo veintiún años —dice sonriendo. ¿Cómo funciona eso en los lobos? Tomo nota mental para preguntarle otro día—. Y no me arrepiento. Conocerte personalmente ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. Eres una chica fabulosa. —Acaricia mi cabeza juguetonamente como tantas veces lo ha hecho y eso me hace sentir como su hermanita menor. Se siente bien.


—Lo sé, es solo que necesito asimilarlo.


—De acuerdo, puedo con eso; puedo esperar lo que sea necesario para que me vuelvas a ver con esos ojitos brillantes que tanto me gustan.


Sonrío, desde que nos conocimos siempre me ha dicho que tengo los ojos más hermosos que ha visto.


Adams pone un poco de música y ya parece un poco más relajado que hace unos minutos, yo también. La canción "Cavernícolas" de Ricardo Arjona comienza a sonar y yo sonrío, es uno de mis cantantes favoritos y él lo sabe. Incluso, a pesar de que lo odia, tiene su música solo para cuando estamos juntos. Sí, Adams es mi mejor amigo.


Nos adentramos a la calle Skype por lo que supongo que, a donde sea que vamos, es un lugar muy importante pues en esta zona viven las familias más pudientes de Nordella. 


Diez minutos después, el auto se detiene frente a una enorme puerta de hierro pintada de negro y un hombre que ronda los treinta años, se nos acerca. Al ver a mi amigo hace una leve reverencia y abre el portón.


—¿A qué vienen tantas reverencias? Tú te inclinas, Lucio se inclina, incluso los O'Sullivan, se inclinan. ¿No son ellos los de la realeza? —Mi amigo sonríe y me mira.


—La reverencia a los O'Sullivan, por si no lo has notado, es más pronunciada. A los miembros más importantes de la Logia es solo una inclinación de cabeza, una muestra de respeto. No deberías olvidar esos detalles.


—¿Eso significa que a partir de ahora cada vez que te vea tengo que agachar la cabeza?


—Solo cuando haya algún miembro de la Sociedad Sobrenatural cerca.


—¿Y a Alexander y su hermana?


—Siempre que los veas, no importa si hay alguien más o no.


—Ni de coña, esos dos no se merecen nada de mí.


—No te caen bien, ¿verdad? 


—Para nada.


El camino se estrecha un poco y está rodeado por árboles de todo tipo y aunque no entienda mucho de agronomía, estoy segura de que muchos de ellos, no están en temporada. ¿Dónde demonios estamos?


—¡Dios mío! —chillo mientras miro alucinada la edificación que se alza ante nosotros. 


Un castillo, rodeado por una muralla y tres enormes torres. ¿Cómo es que no sabía que en Nordella había una obra tan majestuosa como esta? Tal parece que hemos viajado a la época del rey Arturo... ¡Esto es alucinante! 




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