Jazlyn:
Aquí estoy… ya no hay vuelta atrás. Lo he pensado muchísimo y la única forma de saber qué le sucedió realmente a mi familia, y por supuesto, saber quién soy, es ser parte de los Legnas y para eso, no los puedo evitar más.
Esta mañana recibí por medio de Olivia, un mensaje de Sharon diciendo que necesitaban hablar conmigo, así que les pedí encontrarnos en el Grandma, que por lo menos es un terreno neutral. ¿Qué neutral? Yo lo conozco más que ellos por lo que si tengo que huir, ya he planeado las únicas dos vías de escape.
Me acerco con paso decidido e intento no mostrar temor al verlos esperándome en la puerta. Y a pesar de que sé que no es momento para estar pensando en esas cosas, no puedo evitar notar lo increíble que se ve Alexander completamente vestido de negro; pantalón, pulóver y americana. Su hermana, por su parte, luce un vestido rojo oscuro corte princesa, a juego con sus zapatos; ella y Olivia se parecen en algo, ambas aman los tacones.
Estoy dispuesta a pasar por su lado sin saludarlos porque simplemente me da la gana, pero las palabras de Adams hacen eco en mi cabeza: dulce, inteligente y educada. Ok, puedo hacerlo.
—Buenos días. —Ahí está, lo dije, aunque estoy segura de que la mueca en mi rostro dice lo contrario.
Entro a la cafetería y segundos después me siguen. Sin pensármelo, los dirijo a la mesa que acostumbro a ocupar con Adams e inmediatamente Mandy, la camarera, nos atiende. Sus ojos se abren desorbitados al ver a Alexander y le sonríe coqueta. Genial.
—Buenos días, Jazlyn —dice y luego de saludar a los O´Sullivan, continúa—: Hace días que no pasabas por aquí. ¿Está todo bien en casa? ¿Cómo está...?
—Hola, Mandy —la interrumpo, estaría en un gran problema si me pregunta por Adams delante de estos dos—. Hoy es miércoles, quiero lo de siempre, por favor. ¿Ustedes desean algo? —pregunto intentando ser cortés.
—Agua —contrarresta Alexander de mal humor.
—Un jugo, por favor. El mejor de la casa. —Sharon le sonríe a Mandy luego de lanzarle una mirada de reprimenda a su hermano y cuando esta termina de anotar el pedido, se marcha.
Mi corazón se dispara y no estoy segura de si es porque estos dos me intimidan o porque Alexander no deja de mirarme. Daría lo que sea por saber qué está pensando ahora. Me incorporo en la silla, cruzo los brazos sobre mi pecho intentando aparentar toda la seguridad que en realidad no siento.
—¿Qué es lo que necesitan hablar conmigo? —Rompo el silencio. Sharon va a hablar, pero Alexander la detiene.
—Eres un Legna.
—Dicen eso, aunque aún no estoy clara de lo que eso significa —miento.
—Explícate.
—Luego de que entré a la Logia, Adams, el lobo, vio mi marca. Me dijo que era un Legna, pero no estoy clara de lo que significa ser uno.
—¿Antes de eso no sabías lo que eras? ¿Eso es lo que quieres decir? —pregunta Sharon cruzándose de brazos.
—Siempre pensé que era alguna marca de nacimiento. Así que no, no sabía lo que era. Tengo entendido que si hubiese dicho que era un Legna, no hubiese tenido que pasar por el mal rato del Juicio.
—Yo creo que sí, a fin de cuentas, conociste al Justiciero —rebate Alexander.
—Sí, tienes razón. Un tema muy importante para ustedes, ¿verdad? —Pongo todo el odio del que soy capaz en esas palabras pues si toda esa historia hubiese sido cierta, darme cuenta de que les importaba más el Justiciero que el hecho de que yo haya sobrevivido, me hubiese dado mucho coraje.
Mandy llega con otra sonrisa estampada en su linda cara y con movimientos perfectos coloca el desayuno en la mesa. Agua para el señor cascarrabias, jugo de mango para Sharon y tostadas de mantequilla y jugo de ciruela para mí. Luego se marcha.
—Los Legnas somos muy controladores, ¿sabes? No hay nadie que haya pasado por el Rito de Iniciación y no lo tengamos registrado. —La prepotencia de esta chica en ocasiones es peor que la de su hermano. Me está juzgando la muy hija de su madre—. Es un Rito demasiado importante, así que, ¿cómo explicas que nadie sepa de tu existencia?
—No lo sé. Si tan controladores son, ustedes deberían saberlo, ¿no crees? —Me encojo de hombros aparentando la inocencia más grande del mundo.
—¿De qué familia provienes? —pregunta Alexander.
—Supongo que no te refieres a los Lautner. —Niega con la cabeza y yo suspiro mientras recuerdo lo que acordé decir con Adams—. No sé quiénes son mis padres biológicos, no sé nada. Solo tengo esa bash como recuerdo de personas que hasta hace unos días no sabía que existían. —Empino el jugo de ciruela hasta el fondo y pongo a un lado las tostadas. No tengo apetito.
—¿Qué dicen tus padres al respecto?
—Me encontraron en la puerta de la casa.
—¿Y te adoptaron sin más? —La voz incrédula de la princesa me pone de los nervios.
—¿Sabes, Sharon?, hay personas buenas en este mundo, personas con un corazón enorme. Sabes lo que es eso, ¿no? Aunque viendo cómo actúan ustedes, dudo mucho que en sus vidas haya algo parecido.