Adams:
Me duele la cabeza como hacía años que no sucedía, pero no es para menos, últimamente no duermo más de tres horas diarias. Entre mis labores habituales aquí en la Logia y la investigación para la realeza Legna durante las noches, no tengo tiempo para descansar. Pero creo que todo el esfuerzo ha valido la pena. He encontrado algo que espero, pueda ayudar al príncipe.
Rodeado de libros, cada uno más viejo que el otro, escucho cómo la puerta se abre y se cierra.
—Llegas tarde —comento sin levantar la vista suponiendo que se trata de la princesa pues hace un rato la cité aquí, pero varios segundos después sin obtener respuesta de su parte, la busco con la mirada y me sorprendo ante la imagen—. ¡Por todos los santos, Sharon! ¿Qué te sucedió?
Sus ojos me observan angustiados y a pesar de que intenta decir algo, las lágrimas y los sollozos no se lo permiten. Está hecha un desastre: el maquillaje se ha corrido por todo su rostro, tiene los ojos rojos e hinchados, su castaña melena está alborotada y el vestido azul que lleva, siempre impecable, está lleno de tierra y rasgado por algunos lugares. Los zapatos los trae en la mano y sus pies están sucios.
Corto los metros que nos separan y la tomo de las manos mientras la ayudo a sentarse en el sofá. Le doy un vaso de agua y con manos temblorosas lo sujeta para luego tomar un sorbo. Respira profundo intentando calmarse, pero las lágrimas no dejan de salir.
Le doy el pañuelo que siempre llevo en el bolsillo de mi pantalón y luego de pasárselo por el rostro, se sacude la nariz. ¡Dios, no puedo verla así!
Con cuidado me siento a su lado y la atraigo a mi pecho. Ella se acomoda y llora sobre mí mientras le paso una mano por la espalda e intento controlar los latidos acelerados de mi corazón.
No sé qué tiempo ha pasado cuando se separa de mi cuerpo mucho más tranquila y tras beberse el resto del agua, me observa.
—¿Estás mejor? —Ella asiente con la cabeza y luego pone el vaso sobre la mesita frente a nosotros—. ¿Qué sucedió?
—Adams, tenemos que hacer algo, todo está empeorando. No sé qué hacer, Alexander no sabe qué hacer. Se está derrumbando y yo tengo las manos atadas. —Se pone de pie y camina de un lado a otro.
No puedo evitar reparar nuevamente su aspecto y ella, al percatarse, se cubre tímidamente.
—No te preocupes por esto —me pide señalando su ropa—. Fue solo un ataque de pánico. En ocasiones pierdo los nervios y como mi hermano dice, soy una bomba de tiempo y exploto. Hoy Alexander soñó con la muerte del rey...
Me cuenta todo lo sucedido. Como Lirba Asim sabía de su existencia, que la chica que se parece a Jazlyn también es una traidora y tiene su anillo y la inexplicable lectura de las Siete Runas.
La verdad es que no sé qué decir. ¿Cómo demonios está ocurriendo esto?
¿Y Jazlyn? ¿Qué relación tiene con esa chica?
—Escuche, no quiero que se haga ilusiones, pero puede que haya encontrado algo que nos sirva.
—¿Qué? —Un rayo de esperanza cruza por su rostro y me siento bien al ser capaz de mejorar su ánimo.
—He encontrado algo interesante en uno de los pasajes de vida de Carlos Rito y me sorprende que se remonte a la época del Rey Hazir. No sé exactamente qué sucedió en esos años, ni por qué me lo perdí a pesar de haber estado ahí, pero al parecer todo lo que está sucediendo en estos momentos tiene su inicio en esa época.
»Todo parece indicar que, como bien ha estado soñando Alexander, algunos miembros del submundo comenzaron a unirse, a organizarse. ¿El por qué? Solo ellos lo saben, solo puedo suponer que sus propósitos eran derrocar la familia real de aquellos tiempos, no solo a Hazir, sino también a Ralf, el rey de los Legnas. El punto es que estaban buscando una piedra en especial, conocida en la historia como la Piedra Sagrada.
»Según Rito, se remonta a Adán, que adquirió el conocimiento al respecto directamente de Dios. A esta piedra se le han atribuido propiedades místicas y mágicas, fundamentalmente, la capacidad de curar todo tipo de enfermedades y prolongar la vida de cualquier persona que consume una pequeña parte de la piedra.
»Se dice que es de color azafrán o rojo cuando se muele en polvo, o en una forma sólida, un intermedio entre el rojo y morado, transparente y similar al vidrio. Por supuesto, todo esto son historias, nunca nadie la ha visto, pero es todo lo que tenemos.
—Ok, aún no entiendo a dónde quieres llegar. —Sin poderlo evitar, paso mis manos por mi rostro. Estoy agotado a niveles catastróficos.
—Bueno, he estado trabajando en la posibilidad de que el príncipe ha sido contagiado con algún tipo de enfermedad demoniaca. Como sabes, últimamente la actitud de los demonios ha estado un poco fuera de lugar, más de lo normal. Tal vez, en un intento por dividirnos, quieren volver loco al príncipe algo que no me sorprendería. Alexander es joven, pero todos en la Sociedad Sobrenatural lo respetan por su fuerza y eficiencia en el campo, lo cual lo coloca en el punto de mira del enemigo. Si lo sacan del camino, nos debilitan.
»Además, los síntomas que presenta su hermano, encajan en el patrón de algunos demonios a los que él se ha enfrentado en los últimos días.