Legnas: la profecía I

34. Cita

Alexander:


Llevo cinco minutos frente al SENCO y debo decir que la impaciencia está haciendo estragos con mi autocontrol. He hecho lo que nunca antes pensé que haría, cambiarme cuatro veces de ropa solo para impresionar a una mujer; pero es que ninguna me convencía e impaciente por no querer hacerla esperar, atravesé el primer portal que encontré disponible. Solo tardé quince minutos en llegar aquí y aunque sé que las mujeres suelen tomarse su tiempo arreglándose y que hay alrededor de media hora de su casa aquí si el tráfico está bueno, no puedo esperar a que llegue.


Estoy nervioso, impaciente y el corazón me late a mil, pero tengo una cita con Jazlyn, no es para menos. Porque es una cita, ¿verdad?


Para mi suerte, solo tengo que esperar diez minutos más antes de verla aparecer en la entrada del SENCO, tan hermosa como siempre, con su pelo rosa rizado y suelto bailando con el viento, un pantalón mezclilla ajustado, unos tenis negros, una enguatada del mismo color y una mochila tras su espalda. Una de las cosas que más me causan de ella es que nunca anda en zapatos altos y de alguna manera eso me gusta porque es mucho más pequeña que yo y se ve tierna.


Creo que me gustan las mujeres pequeñas.


—¿Llevas mucho tiempo esperando? —pregunta al llegar a mí y yo niego con la cabeza.


—Acabo de llegar. —Jazlyn sonríe ante mis palabras para luego recorrer su mirada sobre mi cuerpo, me siento orgulloso de mi esfuerzo al ver la aceptación en sus ojos—. ¿Estás lista?


—Eso creo —contesta luego de un suspiro.


Entramos al SENCO en silencio y yo odio las miradas curiosas a nuestro alrededor. Supongo que todos se preguntan quién es la chica para que el mismísimo príncipe la esté esperando.


Entro al elevador y me doy cuenta de que Jazlyn se ha quedado fuera. Con los ojos entrecerrados detalla cada milímetro del cubículo.


—¿Qué sucede?


—¿No hay otra forma de entrar?


—Sí, pero está demasiado lejos, ¿por qué?


—La última vez que me subí a esa cosa del demonio, —Señala el elevador con su barbilla—, terminé desparramada en el piso y con un mareo infernal. No quiero volver a entrar.


—Te acabarás acostumbrando. —Intento tranquilizarla con una sonrisa.


—¿Y mientras eso sucede qué hago?


Una risa baja sacude mi cuerpo sin poderlo evitar y ella me mira con mala cara, pero no me pueden culpar, se ve muy linda haciendo pucheros. Sin pensármelo dos veces, agarro su mano y la jalo hasta mi cuerpo. Sus ojos se abren sorprendidos y mi corazón martillea con fuerza al ver nuestros rostros tan cerca y a pesar de que puedo escuchar el latido de su corazón al mismo ritmo que el mío, me obligo a concentrarme y cruzo sus brazos alrededor de mi cintura.


—Mientras tanto, sujétate a mí. —Le guiño un ojo y para resistir la atracción que ejercen sus labios sobre los míos, desvío mi mirada al panel del elevador y presiono mi mano izquierda contra la runa de apertura.


Jazlyn aprieta su agarre en mi cintura y entierra su rostro en mi pecho. Sin importarme que pueda escuchar los latidos nerviosos de mi corazón, la abrazo más a mi cuerpo mientras el olor de su champú impregna todos mis sentidos.


Cuando el elevador se detiene, Jazlyn continúa abrazada a mí con todas sus fuerzas y eso me hace reír.


—Ya llegamos —murmuro, pero no me suelta.


—Lo sé, dame un segundo, mi cabeza sigue dando vueltas.


Con una estúpida sonrisa en el rostro, acaricio su cabello durante un minuto hasta que poco a poco se recompone. Aclarándose la garganta se separa de mí y murmura un tímido: Gracias.


Sale del elevador sin mirarme a los ojos y a pesar de que ya ha estado aquí, su boca vuelve a abrirse ante la majestuosidad de mi reino.


—Levantarse todos los días y ver este paisaje debe ser todo un sueño —murmura.


—Levantarse todos los días y ver tus bonitos ojos alucinados ante esta belleza, sí que es un sueño —contesto sorprendiéndonos a ambos.


Con las mejillas hirviendo, emprendo la marcha por el camino de piedras rocosas sin detenerme a pensar si me está siguiendo, pero por suerte no tardo en escuchar sus pasos tras de mí.


No sé de dónde ha salido eso, o sea, ya he admitido que Jazlyn me gusta, pero sé que tengo cosas que resolver antes de intentar algo con ella. Necesito saber si nos esconde algo para no repetir el mismo error dos veces; pero algo dentro de mí me pide que actúe y no lo voy a negar, por primera vez en mucho tiempo, siento que mataría por besar unos labios.


—¿A… a dónde… vamos? —pregunta con dificultad.


—Al bosque, hay un claro en el que podemos entrenarte sin que nos interrumpan.


—Ah. —Es su única respuesta.


Podría llevarla al gimnasio del palacio o al campo de entrenamiento, pero eso supondría estar a la vista de demasiados Legnas y no creo que sea buena idea, podrían notar el asombroso parecido con América Harper, la esposa de Nick Holt y por algún motivo, no creo que sea momento para eso. Además, no quiero comentarios sobre que el príncipe está entrenando personalmente a un Legna y mucho menos la mirada curiosa de mi hermana.




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