Alexander:
Hoy el día promete ser intenso.
Lo sé porque son solo las seis de la mañana y ya el rey solicita mi presencia en el Salón del Trono; además, el hecho de que sea mi madre en persona quien me da la noticia, me dice que es algo tan importante, que no le confían a cualquier Legna.
Suspiro agotado, la noche pasada fue una locura, aún no consigo entender todo lo que pasó y ahora debo enfrentarme a esto… lo que sea que signifique.
Sigo a mi madre por todo el castillo y a pesar de la hora, ya hay varios Legnas concentrados en sus quehaceres diarios. Mi teléfono suena avisando la entrada de una llamada. Lo saco de mi bolsillo, pero al no reconocer el número, cuelgo. No tengo tiempo para esto. Sin embargo, antes de guardarlo de nuevo, entra un mensaje: “Soy Adams. Contesta”.
Por algún motivo, ese mensaje me pone alerta, así que cuando vuelve a sonar, me excuso con mi madre. Sé que no le gusta la idea, pero esto es más importante.
Tengo un mal presentimiento.
—¿Qué sucede? —pregunto sin rodeos, definitivamente no me llama para saber cómo estoy.
—Jazlyn ha sido secuestrada.
—¿Qué?
Sus palabras hacen eco en mi cabeza mientras me apoyo contra la pared pues unas repentinas flojeras en las piernas amenazan con hacerme caer. El corazón se me sube a la garganta y late desesperado, las manos me tiemblan y un nudo en el estómago parece querer arrancarme la cordura.
No puede ser.
—Olivia me ha llamado hace un minuto. Alrededor de las cuatro y media de la mañana, dos hombres entraron a su habitación y se la llevaron sobre su hombro. Según ella tenían los ojos amarillos y las orejas largas con mucho bello en el rostro.
—Hombres lobos por mordedura.
—Sí, eso mismo pensamos nosotros. —Su voz denota preocupación, tanto como la mía.
—¿Nosotros? —Hace una pausa y luego de un suspiro, responde:
—Estoy con Sam.
¿Y no se están matando?
¿Qué tanto significa Jazlyn para el vampiro como para que deje a un lado su venganza?
Sacudo la cabeza; eso ahora no es importante.
—¿Cómo está Olivia?
—Traumada, pero bien. Su padre, sin embargo, no tanto. Intentó defender a Jazlyn, pero terminó con un golpe bastante feo en la cabeza, está en el hospital.
—¿Creen que fue Cristopher?
—¿Quién más? Necesitamos que vengan, tenemos que hacer un plan. Debemos rescatarla.
—Ahora no puedo. El rey ha pedido verme, creo que es algo importante. Desde que pueda te llamo.
—De acuerdo, mientras tanto veremos qué podemos hacer para averiguar dónde está.
—¿Adams?
—¿Sí?
—Llama a Sharon para que vaya al hospital a ver si puede hacer algo por el señor Lautner.
—Lo haré.
Cuelgo el teléfono y con el corazón latiendo a mil y la rabia corriendo por mis venas, ingreso al Salón del Trono. Mi padre y mi abuelo me están esperando; mi madre no está por todo esto.
—Disculpe la demora, alteza. —Hago una leve reverencia esperando el sermón por mi impuntualidad, por eso me sorprende tanto su respuesta:
—Da igual. —Entrecierro los ojos en su dirección—. ¿Te preguntarás por qué te he llamado a esta hora? —Asiento con la cabeza—. Hoy serás testigo de uno de los acontecimientos más gloriosos para nuestra raza, Alexander.
Llámenme paranoico, pero esa frase no me gusta. Mucho menos el tono.
—Eres nuestro Legna más poderoso, nuestro mejor guerrero y el príncipe de nuestra raza. Ya es momento de que comiences a familiarizarte con los asuntos más importantes del reino.
—Me parece bien, señor.
Y lo digo en serio. Me han tenido toda la vida prácticamente a la sombra de los asuntos más relevantes. Enviándome a misiones y misiones, pero nada que otro guerrero bien entrenado no pudiera hacer.
—Hay una profecía, una muy antigua que data del año 1816.
¿Profecía? No sé lo que me esperaba, pero definitivamente no era eso.
Espera, ¿1816? ¿Por qué no me sorprende que sea de esa época? Es uno de los últimos años del reinado de Hazir… Lirba Asim, destronó al rey en 1817.
—Deja que te haga una pequeña historia, Alex. Siéntate por favor.
Suspiro profundo preparándome para lo que sea que viene pues estoy seguro de que nada bueno es y solo espero que no demore tanto porque la preocupación por Jazlyn y este mal presentimiento, no me dejará concentrarme demasiado tiempo.
—Edward —llama a mi padre—. ¿Por qué no te aseguras de que todo esté en orden ahí abajo?
Las miradas que se dedican antes de que mi padre asienta con la cabeza en acuerdo, no me gustan nada. Una vez que estamos solos en el salón, mi abuelo me mira con una sonrisa.
—Esta profecía se divide en dos partes, por decirlo de alguna manera. Una inicial, donde habla sobre lo que tiene que suceder para que se cumpla lo que muestra la segunda.