Legnas: la profecía I

Final

Jazlyn:

Ver a Alex caer al suelo luego de que el maldito vampiro entierre sus garras en él, me paraliza por unos segundos. No es hasta que el chupasangre intenta alejarse, que reacciono encajando una estaca en su corazón.

Me arrodillo junto a mi novio y con manos temblorosas hago presión en su herida. El corazón ya me latía a un ritmo desenfrenado, pero cuando veo la sangre negra brotar con un olor desagradable, se detiene por unos segundos para luego latir como si quisiera salirse de mi pecho. Esto no se ve bien.

—Alex… Alex… —Sus ojos están entreabiertos, parece desubicado y a punto de perder la conciencia.

¡Maldita sea!

Miro a mi alrededor buscando a su hermana y no tardo en visualizarla arrodillada junto a otro guerrero.

—¡Sharon! —grito con todas mis fuerzas y con una nota de terror muy marcada, incluso para mí—. ¡Sharon! —Vuelvo a gritar al ver que no me ha escuchado y por suerte esta vez levanta la cabeza.

Sus ojos se abren sorprendidos y el miedo es palpable cuando se da cuenta de que el que está desplomado en el suelo a mi lado, es su hermano.

Un vampiro se acerca a mí, pero antes de poder defenderme, cae sin vida al suelo; detrás de él, Sam sostiene su corazón. Aún no me acostumbro a ver esta faceta suya.

—Eso se ve mal.

—¿Y Cristopher?

—Olvídate de él, por ahora. —Sharon llega a nosotros y se arrodilla junto a su hermano.

—¿Alex? ¿Alex? No te duermas, ¿entendido? Quédate con nosotros.

—Encárguense de él, yo me ocupo de que nadie se acerque. —Escucho decir a Sam, pero no le contesto porque toda mi atención está puesta en cómo Sharon revisa algo en los ojos de su hermano.

Su rictus es serio, aunque preocupado; aun así, parece centrada; sin embargo, toda la sangre se escurre de su rostro y queda paralizada al ver la herida.

—¿Sharon? —No responde, solo mira la herida estupefacta—. ¡Sharon, joder, despierta!

Un ataque de tos sacude el cuerpo de Alexander y un buche de sangre sale de su boca. Cojo a la princesa con fuerza por la solapa de su chaqueta y la obligo a mirarme.

—¡Espabila, maldita sea! ¡Haz algo!

—No… no puedo. —Una lágrima recorre su rostro y por una milésima de segundo, no sé cómo reaccionar.

—¿De qué mierda hablas? ¡Haz algo, Sharon! —grito fuera de mí.

—¡Que no puedo, joder! No hay nada que pueda hacer, es veneno… —Intenta decir algo más, pero el llanto no se lo permite. En su lugar, pasa las manos por su cabeza exasperada—. Es un veneno nuevo, no hay cura, Jazlyn. Ningún Legna se ha salvado hasta ahora.

¿Qué?

Sin poder creer sus palabras, me quedo mirándola por unos largos segundos, luego observo a Alex, a su rostro pálido y sus desesperados esfuerzos para respirar.

¿Cómo que no puede hacer nada?

—¿Y te vas a rendir sin más? ¡Haz algo, maldita sea! —Un sollozo sacude mi cuerpo—. Inténtalo.

Sharon parece reaccionar. Mete la mano en su bash y saca algunas hierbas mientras yo sigo haciendo presión en la herida. Levanta la cabeza de su hermano, lo obliga a abrir la boca y exprime una de las hojas hasta que pequeñas gotas de un líquido transparente, salen de ella.

—Trágalo, Alex, trágalo —le pide cuando él hace el intento de escupirlo.

Alrededor de nosotras, Adams y mi padre se unen a Sam para impedir que el enemigo se nos acerque, pero a estas alturas no me interesa.

Con manos temblorosas, Sharon vuelve a meter su mano en la bash y cuando aparece el saco, extrae de él un mortero y varias hojas de diferentes colores y tamaños y a pesar de la situación, no puedo evitar pensar lo raro que resulta una runa para un triturador.

La Sanadora muele las hojas, lo que junto al líquido que sueltan, forman una mezcla viscosa. Me pide que saque las manos y comienza a aplicarla en la herida. El grito de dolor que profiere Alex, perfora mis oídos rompiendo mi corazón y al ver las lágrimas descontroladas de su hermana, sé que siente lo mismo que yo.

—¡Oh, joder, joder, joder! —murmura casi grita Sharon sin dejar de aplicar el ungüento—. No está funcionando, Jazlyn.

—Déjenme a mí —ordena Sacarías arrodillándose junto a nosotros.

Pone una mano sobre la frente de Alex y otra sobre la herida, murmura algunas palabras y una luz lilosa sale de sus manos, aun así, no parece ayudar mucho, al contrario, solo provoca que Alexander se retuerza del dolor.

No se va a morir. No puede morir.

—¿Qué tipo de veneno es? —pregunta el brujo.

—Aún no sabemos —responde Sharon—. Llevan semanas atacando a los nuestros con él y todavía no logramos descubrir de qué se trata. Actúa demasiado rápido. Los mata en cuestiones de minutos.

Llevo las manos a mi cabeza presa del pánico, sin saber qué hacer o cómo ayudarlo, pero maldita sea, no se puede morir, no después de todo lo que ha pasado. Él tiene que vivir, tiene que convertirse en el rey que su pueblo merece y tiene que estar a mi lado.




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