Legnas: la profecía I

Epílogo

—¿Por qué huyen? —pregunta Sacarías, que al entender que no había nada que pudiera hacer por el príncipe de los Legnas, regresó a la batalla mientras le daba el tiempo necesario a la princesa y a Jazlyn para despedirse.

—Porque ya consiguieron lo que querían —responde Sam, pasmado, viendo a todos los vampiros alejarse del campo de batalla.

Su mirada temerosa se dirige a esa chica a la que le ha cogido tanto cariño, no solo por parecerse a su primer amor, sino también por quien es, por su forma de ser decidida, valiente, porque a pesar de que todos, incluido él, le advirtieron que no se acercara, ella lo había considerado su amigo.

Jazlyn yace herida al lado del cuerpo de Alexander que aún no se ha atrevido a comprobar si está muerto porque hay un detalle que lo tiene petrificado en su lugar. El brazo de la chica está sangrando encima de la boca del príncipe, justo donde Cristopher, hace apenas unos segundos, lo dejó caer.

Él estaba tan concentrado en la horda de vampiros a su alrededor que por un momento olvidó a su padre y la intensa batalla que sostenían hace apenas unos minutos. Cuando se dio cuanta, Cristopher apretaba el brazo de Jazlyn sobre la boca de Alexander…

Ese hombre que tanto odia, los ha obligado a cumplir otra parte de la profecía. Lo que no sabe es si llegó a tiempo, o si ya era demasiado tarde.

Adams observa la misma imagen que su hermano mientras sostiene a la princesa con fuerza contra su pecho que llora sin consuelo, con el corazón roto, hecha pedazos. A pesar de que él también desea llorar, se obliga a mantenerse fuerte; no es momento para sucumbir: ni porque su novia esté destrozada, ni por la incertidumbre de saber si su mejor amiga está viva o muerta.

Sacarías se acerca a la pareja en el suelo y temeroso de lo que podría suceder, voltea a Jazlyn hasta dejarla boca arriba.

Lo primero que nota es que la herida de su brazo ya no está, no es algo que lo alarme mucho, pues, teniendo en cuenta la rapidez con la que esa chica reproduce su sangre, es algo de esperar que sus lesiones cicatricen mucho más rápido. Sin embargo, lo que sí le da pavor y lo obliga a retroceder, es ver cómo la horrible herida del príncipe comienza a cerrarse combatiendo al mortal veneno que hace unos minutos pensó que le había arrebatado la vida.

Todos observan la escena en pie de guerra, aguardando a que despierten y rezando porque sean sus amigos y no sus Doppelganger.

Jazlyn o la que debería ser ella, es la primera en abrir los ojos.

Observa confundida a todos a su alrededor sin entender absolutamente nada hasta que ve el cuerpo herido de su amado a su lado. Con el terror enmarcado en su rostro, se arrodilla junto a él.

—¿Alex? Alex, despierta, por favor.

Un suspiro de alivio se extiende entre todos los presentes aunque aún no abandonan la posición de ataque. No saben a lo que se enfrentarán, no saben si Alexander, será Alexander.

—Oh, Dios, ayúdenme. ¡Sharon! —la llama desesperada, sin embargo, la princesa no se atreve a acercarse.

Tiene miedo… mucho miedo. No está segura de poder enfrentarse al cuerpo sin vida de su hermano y mucho menos se cree capaz de verlo despertar siendo otra persona completamente diferente.

Sin embargo, no tiene que hacer nada porque el príncipe se despierta lentamente. Sus ojos se entrecierran debido a la segadora luz del sol. Pestañea varias veces hasta que logra enfocar su mirada en el rostro de la mujer que tanto ama y que pensó que nunca volvería a ver.

—Oh, Dios mío, estás bien, estás despierto —murmura la chica aliviada, mientras las lágrimas comienzan a correr por su rostro.

El príncipe se incorpora con calma pues a pesar de que la herida ha desaparecido, aún siente el cuerpo muy adolorido. Sin embargo, cuando su novia se lanza a sus brazos, aliviada por saberlo con vida, él se olvida de sus dolencias y le devuelve el abrazo con la misma intensidad.

—¿Alexander? —pregunta Sam titubeante y aunque nunca le ha caído bien el príncipe, en su interior reza para que sea ese idiota y no su gemelo malvado.

—Hostring —le devuelve él sin dejar de abrazar a su novia y el vampiro afloja la tensión de sus hombros.

Nunca creyó posible que escuchar su apellido salir de la boca del príncipe, con esa nota de superioridad que siempre lo ha caracterizado, le aliviaría tanto.

—¿Jazlyn? —La aludida se separa de su novio y observa al vampiro con una sonrisa.

—Soy yo, Sam. —Pasa las manos por su rostro sin poder creérselo aún—. Soy yo.

—Ok, venga, larguémonos de aquí antes de que Cristopher se dé cuenta de que no funcionó.

Sam ayuda a levantar a su amiga para luego envolverla en un abrazo que ella le devuelve con el mismo cariño. Luego le tiende la mano al príncipe quien la acepta sin rechistar.

Sharon, al ver que su hermano está bien, vivo y más importante, que es él, corre en su dirección envolviéndolo en sus brazos mientras llora sin control y él la consuela con cariño. Por otro lado, Nick se acerca a su hija feliz de que esté bien.

Por un momento pensó que la perdería, que después de tanto tiempo separados, no podría enmendar las cosas, conocerla, cuidarla, quererla. Ser su padre.




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