Javier
Agosto de 2021
Sin tener en cuenta el descanso de 30 minutos que tomé antes de ir a la universidad, tendría un conteo total de 29 horas despierto. Los últimos exámenes fueron complicados, pues la carga de temas era mayor a otras veces, pero en realidad, mi trabajo a tiempo parcial es lo que suma peso a mi situación.
Ayer estudiaba a eso de las 11:30 pm, había trabajado hasta las 9 de la noche y me sentía extremadamente cansado. Estaba dormitando, cuando recibí una llamada de mi madre, la cual dudé en responder, pero aun así lo hice. Me preguntó una vez más si me alcanzaba el dinero. Suspiré entonces, antes de responder:
—Sí. No te preocupes, ya me pagaron, no necesitas enviarme nada— alejé el teléfono de mi oreja y me dispuse a colgar la llamada sin escuchar su respuesta.
—¿Otra vez estás saliendo con él? —replicó, tan fuerte que su voz se escuchó con claridad incluso sin tener activado el altavoz—. Ya te dije que no lo hagas...
En ese momento dejé de prestar atención a su discurso, «¿Acaso, no puedo tener sueño?», pensé. «Da igual cuanto me esfuerce, siempre seré el mismo para ti»
—¡Estoy cansado, es todo, mi voz suena así por eso! —grité—. Además, sabes que no deberías alzar tanto tu voz ¿no?, o talvez ¿saliste a esta hora a un parque lejos de tu casa?
No hubo respuesta durante varios segundos, entonces confirmé que era afirmativa. —Regresa, es peligroso... y evita llamarme en estas condiciones, no te arriesgues.
Colgué la llamada y mis pensamientos de pesar por mi comportamiento con ella, se acumularon, sentí que era probable que estuviera llorando luego de lo último que dije. Sin embargo, eso era lo mejor que podía hacer.
Hoy, luego de haber terminado con mis exámenes y al no tener trabajo, fui directo a mi cuarto, sin detenerme en la panadería donde me gusta comprar donas para cenar. Parecía un "zombie" y no podía pensar en nada más que en dormir.
Desafortunadamente, luego de dos horas de sueño desperté y no pude volver a conciliarlo. Aun con todo el cansancio que sentía me fue imposible quedarme dormido. Mi extraño miedo al silencio en la oscuridad se apoderó de mí más fuerte que antes, por lo cual encendí la luz, y después de estar aproximadamente una hora contemplando las paredes azules que forman todo lo que hoy en día es mi hogar, me puse a pensar sobre lo que haría en mis vacaciones, ya que falta tan sólo una semana para ello. En realidad, no fue difícil llegar a una conclusión, haría lo de siempre: trabajar.
No es como si tuviera muchos amigos, no tengo ninguno, a decir verdad, pero si tuviera alguno, de todas formas, no podría salir con él pues, debo conseguir la cantidad suficiente para poder estudiar tranquilo el siguiente año. Tampoco tengo un lugar al que regresar a diferencia de otros estudiantes de mi nivel. La familia de mi madre vive en Ragape, y yo crecí allí también, pero ese lugar ya no es para mí, así que lo he evitado durante mucho tiempo.
La temporada de clases finalmente terminó, y tal y como era mi pensar, mi madre llamó en varias ocasiones, no respondí a ninguna llamada, pero envié un mensaje diciendo que estaba bien y que no necesitaba nada, pues ya mucho tiempo atrás decidí que no la pondría en riesgo.
Luego de unos días de estar trabajando, mientras ojeaba algunos videos cortos, apareció uno titulado "Las mejores aplicaciones para hacer amigos". Nunca tuve interés por usar alguna de esas cosas, pero, en esta ocasión una herramienta llamó mi atención.
Slow postulaba ser una plataforma para enviar cartas con estilo antiguo, a diferencia de los correos electrónicos, el mensaje tardaba en llegar, dependiendo de la distancia a la que se encuentre la otra persona. Además, no permitía poner fotos. A pesar de mi opinión sobre este tipo de cosas, segundos más tarde, me vi llenando el formulario de creación de perfil. Mi usuario: Jier.
No pasó mucho tiempo hasta que una carta aleatoria llegó. Una mujer de 25 años, cuya presentación era bastante simple, "alguien con ganas de expresarse". Según su ubicación, ella vive también en Borsai, aunque no sé en qué ciudad. Su carta decía lo siguiente:
"¿Hola cómo estás? ¿Cómo se ve el cielo desde tu casa en este momento? Talvez, ¿tienes una historia que quieras contar? Yo tengo una. ¿Te gustaría conocerla?"
Aun cuando su frase de cómo se ve el cielo me pareció extraña, me pasé observándolo durante todo el día, hasta que después de levantarme al día siguiente y ni bien despertarme, «¿por qué no?» pensé. «Al final, no estaría mal salir de la rutina»
En ese momento no consideré que responder o no, pudiera tener al algún impacto en mi vida, o en la suya, pero pronto descubriría que sí.