Leo y Julieta

La fiesta en el campus

Las luces brillaban por todo el campus, transformando los tranquilos senderos de Crescent Hill en un escenario vibrante y caótico. La música resonaba en la distancia, y el aire estaba cargado con el bullicio de estudiantes riendo, hablando y bailando. Yo me encontraba a un lado, apretando la correa de mi bolso, preguntándome qué demonios estaba haciendo ahí.

Nunca había sido fanática de las fiestas. Menos aún cuando apenas conocía a alguien. Y aunque había llegado a la universidad con la mentalidad de cambiar, de ser más abierta y atrevida, la verdad era que me sentía igual que siempre: una intrusa en un lugar que no era mío.

—Vamos, Julieta, te prometo que va a ser divertido —me había dicho Amara, la chica de mi clase de literatura, apenas unas horas antes.

La había conocido ese mismo día, y aunque parecía agradable, no estaba segura de si me estaba llevando a esta fiesta para integrarme o para no ir sola. De todas formas, me dejé convencer, esperando que quizás sería la oportunidad de conocer a más gente y sentirme parte de Crescent Hill.

Suspiré, deteniéndome cerca de una mesa de bebidas y mirando a mi alrededor. Las personas parecían moverse con una fluidez que yo simplemente no tenía. Chicas riendo, chicos intercambiando bromas, algunos ya con el rostro ligeramente enrojecido por el alcohol. Todo parecía tan natural para ellos. Y ahí estaba yo, haciendo lo posible por no parecer completamente fuera de lugar.

Justo cuando pensaba en encontrar una excusa para irme temprano, lo vi.

Leo.

Estaba apartado, en una esquina menos iluminada de la fiesta, con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero. Parecía completamente ajeno al caos que lo rodeaba, como si hubiera sido puesto en ese lugar por accidente. Sin embargo, a su lado había una chica, de cabello largo y oscuro, que hablaba con él de manera insistente. Ella reía de vez en cuando, tocándole el brazo como si estuviera intentando captar su atención. Pero él no la miraba.

Sentí un nudo en el estómago. No debería importarme, lo sabía. Apenas conocía a Leo, y lo poco que sabía no me daba ninguna razón para pensar en él más de lo estrictamente necesario. Pero había algo en esa forma en que estaba apartado, como si el mundo entero le fuera indiferente, que me hacía querer acercarme.

“Ridículo”, pensé. "No has venido aquí para distraerte con chicos misteriosos". Pero decirlo y hacerlo eran dos cosas muy distintas. Mis ojos se desviaban hacia él cada pocos segundos, como si alguna fuerza invisible me arrastrara.

—¿Qué te parece la fiesta?

Me sobresalté y me giré hacia Amara, que se había acercado con dos vasos en las manos. Me entregó uno, y yo lo tomé por pura inercia.

—Es… ruidosa —respondí, intentando sonreír.

Ella soltó una carcajada.

—Sí, bueno, eso es lo divertido. Además, siempre es interesante ver quién aparece. Ya sabes, los chicos más… difíciles de alcanzar.

Amara hizo un gesto con la cabeza hacia Leo, y mi corazón dio un vuelco. ¿Lo estaba mirando porque él me había llamado la atención o porque todos lo hacían? ¿Era esa su reputación, el chico misterioso y solitario que todos querían descubrir?

—¿Leo, verdad? —intenté sonar despreocupada, pero noté cómo mi voz temblaba un poco al pronunciar su nombre.

Amara asintió, inclinándose un poco hacia mí como si fuera a contarme un gran secreto.

—Sí, Leo Montoya. El chico de los Montoya. Es raro verlo en una fiesta como esta. Siempre está en su propio mundo, apartado. Aunque no sé si la chica que está con él ahora tiene muchas quejas al respecto.

Mi mirada volvió a ellos, a la chica que aún hablaba animadamente, mientras Leo la ignoraba por completo.

—Dicen que su familia es… complicada —Amara siguió hablando—. Hay rumores de todo tipo, algunos demasiado locos para ser ciertos. Pero lo que es seguro es que los Montoya no son una familia con la que quieras meterte. Leo ha tenido más de un problema, y la mayoría se han resuelto con el poder de su apellido.

Antes de que pudiera preguntar más, algo interrumpió nuestra conversación. Un chico alto, con el cabello rubio despeinado y una expresión de pocos amigos, se acercó a Leo. No pude escuchar lo que decían, pero la tensión entre ellos era palpable. El chico se inclinó hacia Leo, susurrando algo que claramente no era un cumplido. Leo, sin embargo, no se inmutó. Su expresión permaneció tan impenetrable como siempre, pero había algo en su postura que me hizo sentir que estaba listo para pelear si era necesario.

—¿Quién es ese? —pregunté en voz baja, incapaz de apartar la mirada.

Amara frunció el ceño.

—Ese es Caleb. Otro de los chicos problemáticos, pero de una familia menos… intocable. Siempre ha habido rumores de que tiene algo contra Leo, pero nadie sabe exactamente por qué.

La discusión entre ellos continuaba, sus voces apenas un murmullo entre la música y las risas de la fiesta, pero la amenaza en el aire era innegable. Caleb dio un paso hacia adelante, encarándolo, y por un segundo pensé que Leo iba a reaccionar. Que algo iba a suceder. Pero, en lugar de eso, Leo simplemente se dio la vuelta y se alejó, dejando a Caleb plantado en su lugar, furioso.

Sentí que estaba conteniendo el aliento todo ese tiempo. No sabía qué era exactamente lo que acababa de presenciar, pero estaba claro que había algo mucho más profundo entre esos dos. Algo que no podía ignorar.

—Parece que la fiesta está subiendo de tono —dijo Amara, mirando a su alrededor con una sonrisa nerviosa—. Quizás deberíamos…

No la dejé terminar. Asentí rápidamente, sintiendo de repente la necesidad urgente de salir de ahí. Entre la presencia inquietante de Leo, la tensión con Caleb, y la sensación de que me estaba metiendo en algo que no entendía, la fiesta se había vuelto demasiado para mí.

Me giré hacia la salida, intentando pasar desapercibida entre la multitud de estudiantes. Solo quería alejarme, despejarme la cabeza y no pensar en Leo Montoya ni en lo que acababa de presenciar. Pero mientras avanzaba, sentí algo. Era una sensación extraña, como un escalofrío recorriendo mi espalda.




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