Les Routes

Capítulo 7: Súbitamente

17 de Mayo, 2021

7:45 AM - Parada 13

 

Hoy que es una mañana fría, Umi está en su parada, pero no espera el colectivo, sino a Connor, quien la llamó hace unos minutos. Es uno de esos días del año donde abres el baúl en el que guardaste toda la ropa abrigada. “Y pensar que ayer usaba vestido” Piensa Umi mientras espera tiritando de frío. Usa su tan habitual estilo, esta vez con la campera de cuerina de Connor. De su hombro cuelga la mochila del instituto.

A lo lejos ve acercarse una motocicleta de color negro y gran tamaño, lo único en las silenciosas calles es el sigiloso ruido del caño de escape. El celeste cielo se oculta por unas nubes blancas. El viento sopla con fuerza desplazando las hojas secas, moviendo la tierra. Entrecierra sus ojos. El motociclista se detiene enfrente de ella y levanta la pantalla de plástico del casco. Es Connor. Con un jean y zapatillas oscuras, y otra campera de cuerina negra. Comparten gustos similares. Llega sin coquetear pero individualmente su presencia sacude.

 

—Hola, ¿te gusta? 

 

—¡Connor! Está preciosa, ¿de dónde la sacaste?

 

—Es un regalo de mis padres, no querían dármelo anoche porque soy tan impulsivo que iba a querer subirme en ese momento y estaba… un poco mal.

 

—Me di cuenta —dijo con ironía y ríe.

 

—¿De qué te ríes? No estaba tan ebrio como para olvidar nuestra charla, ¡y! Que quisiste besarme.

 

Roja de pies a cabeza, con ojos enormes y frunciendo el ceño, Umi contesta intentando limpiar su nombre. Él sigue diciendo lo que piensa.

 

—¡Eres un mentiroso! ¡Así no fueron las cosas!

 

Pero más veces dice cosas sin pensarlas. Sus ojos arden al verla. Le gusta cada una de sus facciones y reacciones. Connor ríe. Ella le hace sentir mariposas. Sí. Como el aleteo de una mariposa. Ella se siente igual. Está segura como pocas veces se ha sentido. La hace poner nerviosa de una manera bella. No oculta su estado de ánimo tras una cortina de inexpresividad. Su esencia es especial y pura en el aire contaminado. Connor acerca a ella un casco de más que lleva en la mano.

 

—Vamos, te llevo.

 

—¿Y Carlos? Siempre vas al instituto con él.

 

—Tuvimos una charla esta mañana, comenzará a usar el auto del padre, las escrituras de la casa y del auto las tiene él, hablará con Sergio para que pueda cambiarlas a su nombre, se fueron tan rápido que no se las llevaron. Le dijimos la verdad de lo que hicieron los padres de Carlos con él, es mayor de edad pero cuando lo hicieron no. Los buscarán y con suerte los llevarán a juicio. Realmente no pensaban volver. Están viviendo en otra casa que tienen en la ciudad. Creo que eso pasa cuando las familias son muy ricas, no les importa las cosas de valor que tengan mientras tengan algo que más.

 

—Sin embargo, dejaron atrás lo más valioso que tenían... A su hijo. 

 

—Carlos está mejor, se quitó un peso de encima al hablar. 

 

Cuando comienzas a vivir la vida sin tener crisis existenciales extremas, sabes que vas por buen camino. Al menos mejor. Umi sonríe, todo parece estar mejorando. Sostiene el casco y lo coloca en su cabeza, lo abrocha. Sube a la motocicleta abrazando a Connor. En otra ocasión de su vida habría tenido miedo de subirse a ese móvil. Pero ahora no con él. No podía sentirse más en casa, incluso más cómoda. Connor baja la pantalla del casco y pone en marcha la motocicleta. Las ruedas giran sin parar, la escasa vibración es placentera de sentir. Suavemente apoya su cabeza sobre la espalda de él, siente su perfume. Las casas y personas en la calle pasan como una cinta de película, como desarmar un rollo. Claridad. Siente su calor y las pequeñas manos rodeando su pecho. En el camino sus voces se escuchan como una vieja radio o una televisión con problemas de estática por los cascos y el viento.

 

—¿Desde cuándo sabes manejar? —pronuncia Umi levantando la voz.

 

—Desde los quince. Un chico me prestó su motocicleta y me enseñó a usarla en la ciudad.

 

—¿Un chico? ¿Confiaste así como así en un desconocido?

 

—Sí, no sé, algo en él me generaba confianza, quizás tu dichoso poq bod, me vio extasiado por la suya, que en la verdad tampoco era suya sino de su padre, y se ofreció a enseñarme, solo lo vi tres días cerca de la costa y esos tres días fueron suficientes para aprender. Desde ese momento me obsesionaron las motocicletas, incluso hice mi registro a los dieciséis para algún día comprarme una. Recuerdo que ese chico es de aquí, dijo que estaba de vacaciones en la ciudad pero que era de Odimor. Creí que lo encontraría pero hasta ahora no lo vi.

 

—¿De aquí? ¿Recuerdas su nombre o cómo era?

 

—Tenía un nombre muy raro, solo recuerdo que parecía de mujer. Él era alto, aunque un poco más bajo que yo, de cabello rojizo y ojos verdes.




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