Les Routes

Capítulo 13: Una probada de libertad

18 de Julio, 2021

5:09 AM - Casa de Sergio

 

Relevante es el destinatario de la vida, su función, su lógica. El círculo vicioso, el ciclo de la vida. La ida, la vuelta. Gira y gira. El gran reloj de la sala suena marcando cada segundo. Tic-tac. Los movimientos y el aliento, tic, se perciben en cámara lenta y la niebla permite empañar, tac, los objetos de plástico o cubiertos de vinilo. Connor estaciona su motocicleta afuera de la casa. Abrigado considerablemente y lleva un morral poco equipado consigo. Frente a él otro afiche, 'FALTA RUBÉN', genera escalofríos. Llama al celular de Umi anunciándose y espera por ella. La mañana relativamente fría conserva escarcha en el suelo. El césped crece levantando el cemento en las calles que están semicongeladas. La escasa neblina pero densa lentamente se desvanece. En el interior de la casa, todos duermen en sus pacíficas y cálidas camas, excepto Umi que está lista para darse a la fuga. El silencioso pueblo normalmente igual que siempre, está callado, parece muerto. Incluso en sus sueños tendrían que susurrar para no perturbar la calma. Umi decide salir por la ventana de su habitación bajando por un tubo ubicado al lado de esta. Lleva con ella la mochila del instituto con bastante equipaje. Cargada como si fuera a irse por mucho tiempo. No provoca ruidos. Es esencialmente sigilosa. La ventana queda abierta y su cuarto ordenado. Con habilidad se desliza por el tubo. Llega con prestigio hasta el final. Posa un pie en el suelo y luego el otro. Sus guantes la protegen del contacto directo con el frío, su tapado es formidable y abrigado. Se acerca a Connor con su largo cabello suelto, revoloteando. Y él, a sus ojos, tan guapo como siempre con su cabello un poco largo hacia atrás, su campera de cuerina negra, jean azul y borcegos. Hoy es el día en que podrán estar al cien por ciento, a solas, sin interrupciones.

 

—Eres una salvaje, ¿no podías salir por la puerta? ¿Pensaste que podías caer? Estás en un primer piso. 

 

—¿Cómo puedes hablarme así? —le da un empujón—. No quería que al bajar la escalera o al abrir la puerta principal despertara alguien, además podía ladrar Peluche. 

 

—Está bien —da una mirada a su mochila—, ¿qué tanto llevas ahí?

 

—Ropa, mi celular, dinero, un poco de comida, algo para tomar, un poco de maquillaje y mi diario. 

 

—Pensaste en todo, no es necesario que te preocupes tanto, solo iremos tres días —coloca su casco en su cabeza y le da el otro a Umi—. ¿Tienes un diario? 

 

—Sí, escribo al terminar el día si ocurrió algo importante. 

 

—Bueno sube, ponte el casco, son casi tres horas hasta la ciudad, sujétate fuerte.

 

—¿Nos dejarán salir? La JDL monitorea quién entra y sale de Odimor, tratándose de mí… Connor… no dejarán que me vaya.

 

—Tranquila, tú no te saques el casco, tengo el permiso que nos dieron cuando nos mudamos, no se darán cuenta quién eres.

 

Confía. La flamante emoción los lleva por un camino tranquilo, primero al dejar atrás esas frívolas calles a veces mudas, a veces sordas. En este día invernal los guardias bajan la guardia, les permiten salir luego de que Connor muestre la credencial en la única entrada y salida del pueblo.

 

Cruzan el inmenso bosque que rodea Odimor. Con los árboles de tronco negro, en esta estación sin hojas, sembrando una temporada lúgubre, seguido de la ruta casi desierta perfecta para conducir. Un centenar de kilómetros son desechados, el viento los empuja suavemente. A medida que pasan los minutos, la niebla se disipa y el amanecer se presenta. El vago sol despierta, y con sus rayos, deleita el alba. La fornida salida mientras abraza a Connor es un espectáculo para Umi. El calor que ambos se transmiten es revelador, no necesitan la luz del sol.

Se detuvieron dos veces para cargar combustible y descansar, tardaron lo previsto y un poco más. Ya no estaban en Odimor. No hay un rostro conocido. Todo lo que era usual quedará atrás en esos días. En el viaje presenciaron distintos tipos de vegetación, además de animales, y escenarios conocidos por Connor pero Umi parecía que jamás habían visto el mundo, le impresionaba ambientes completamente normales y prestaba atención a cada detalle. Las personas con las que se toparon derrochan amabilidad. Es refrescante. Caras nuevas, expresiones vírgenes. Sin un gramo de maldad. Son tratados como personas comunes y corrientes. Podrían acostumbrarse a ello.

 

Llegando a la ciudad, el sol se asoma por el horizonte con pereza, como si despertar fuese un crimen, como si no quisiera hacerlo hasta que finalmente lo hace. Los insectos se han perdido en el camino, no los pueden alcanzar. El cielo celeste es como un océano sobre ellos y las nubes como hilos de lana onduladas. Umi queda asombrada al ver los enormes edificios, el ruido tan particular, la cantidad de peatones, automóviles, artistas callejeros y lo que más la deslumbra, la playa. Una masa gigante de agua que parece no tener fin.

 

El día un tanto nublado y el aire frío no entorpecen la felicidad que sienten, la cual es suficiente para transmitir algo parecido a la calidez de las flamas. Se dirigen a un estacionamiento donde dejan la motocicleta para recorrer a pie los lugares que Umi desconoce.




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