Les Routes

Capítulo 16: Desorientados

20:08 PM - Odimor Café Café

 

Para dispersarse un poco del delirio mental, Connor decide ir al café a pasar un rato a solas, intentando no pensar, simplemente degustar los aperitivos y ver el reloj en movimiento. A poco tiempo de cerrar es el único cliente. Se recuesta sobre el sillón atornillado a la pared y espera el pedido que hizo al joven empleado, su amigo Juanpa. Suspira y cierra los ojos disfrutando el aroma a pastelería, pensando en cómo le gustaría traer a Umi cuando aparezca. Hace exactamente lo contrario a lo que quería, pensar, rememora el tiempo que tuvieron y no supo aprovechar, eso cree.

 

—Aquí está tu pedido —coloca el café amargo y un pastel de frutilla en la mesa.

 

—Gracias, lamento venir tan tarde.

 

—No te preocupes, ahora cierro temprano porque no viene nadie pero antes cerraba casi a las doce porque venía mucha gente y tenía más empleados. Hablando de eso, aunque ya no vienes mucho por aquí creo que te diste cuenta que ya no está Mariana —Connor asiente—. Tuvimos varios problemas con varios clientes por ella así que la despedí luego de lo que pasó contigo, otros empleados renunciaron así que casi soy yo solo atendiendo y haciendo pedidos, pero me encanta, me mantiene ocupado y gano bien.

 

—Genial, me alegro por ti. Siempre estás tan feliz, ¿cómo haces?

 

—¿Te importa si me siento? Ya no hay nadie, podemos tener privacidad —Connor hace un gesto con la mano invitándolo a su compañía. Juanpa se sienta a su lado—. No soy feliz todo el tiempo, claramente, no tengo tantas preocupaciones. Dime, ¿algo a ti te molesta,?

 

—Sí —suspira—, es por Umi.

 

—Santos ángeles, supe que desapareció en la tormenta. Espero que se encuentre bien.

 

—¿La conoces?

 

—Claro, ella venía aquí casi todos los días con sus amigas pero hubo un problema y ya casi no salió a ningún lado, aunque viene a verme de vez en cuando a estas horas donde no hay nadie.

 

—¿Problemas? ¿Amigas? ¿Viene tarde? ¿Puedes… contarme qué pasó?

 

—No —ríe extravagante—. Perdón, creo que ya sabes que no se puede. Pero, puedo decirte algo sobre Umi. Ella antes no era así, no fingía.

 

—¿A qué te refieres?

 

—¿Cuál es tu relación con ella?

 

—Es mi novia.

 

—¿Y me vas a decir que no te diste cuenta que es muy sensible y sentimental? —Connor observa confundido—. Tú te mudaste aquí este año, apuesto a que cuando la conociste parecía una persona mala, ruda y de carácter fuerte.

 

—Sí, pero a los pocos días me di cuenta que no era así.

 

—¿Ya lo sabías? ¡Santos ángeles! Entonces lo que te dije fue en vano.

 

—No, eres la primera persona que lo dice.

 

—Es que ella ha sufrido como no te lo imaginas. Espero que cuando lo sepas no enloquezcas. Solo te diré que los que no la lastimamos, nunca vimos el monstruo en que se convirtió, para nosotros seguía siendo ella —como si oyera las teclas de un piano componer una empalagosa y triste melodía, Connor al fin muestra una sonrisa, aunque sea pequeña—. Espero que cuando aparezca la traigas, podemos tener una cita doble.

 

—¿Tienes novia? ¿Cómo no sabía?

 

—Ahora lo sabes. Umi la conoce, seguro se sorprenderá, hace poco empezamos a salir. Tranquilo Connor, sé que está con vida.

 

Las palabras de Juanpa refrescan por completo las ideas dispersas y turbias que tenía Connor, le da impulso al rayo de esperanza que estaba por apagarse en este lugar donde el amor es un poco más retorcido. Alguien que hable bien de Umi, es muy difícil encontrar. Vuelven a la plática pero se informan cosas sin importancia, el pasado y el futuro. Al fin y al cabo, por un largo momento placentero, Connor logra lo que vino a hacer al café, no pensar.

 

Los días pasan y se convierten en semanas, aún no tienen noticias de Umi. Pero no la olvidan. Connor no es el mismo desde el día del accidente, vive una y otra vez el recuerdo de la corriente separándolo de Umi, se culpa a sí mismo viéndose al borde de una ventana en horizontal al pelo del agua en el inmenso océano. Subsiste depresivo como nunca lo fue. Ta no sonríe. Se columpia en una delgada línea entre la demencia y la realidad. Continuamente ve su brazalete, el que le regaló ella, tan fuerte y único, fue capaz de resistir el temporal encadenado a su cuerpo. Mira el cielo azul hermoso, pero se siente desigual, triste, los colores vibrantes duelen. Escucha la suave brisa pero suena como su corazón gritando. Recuperó su motocicleta, el seguro cubrió los daños, está como nueva y volvió a usarla, compró un casco negro para él y uno blanco para Umi cuando vuelva porque sabe que es su color favorito. Su pecho sana con una gran cicatriz, aunque todavía la herida se ve horrible y, sin embargo, con una lesión de esa magnitud, lo único que piensa es en volver a verla. Se aferra a su recuerdo, a su esencia, a su aroma. Como impregnada en cada rincón junto con el remordimiento de no haberla podido salvar. Las pertenencias que había llevado a la playa están desechas excepto por la ropa. Pudo rescatar fotografías y vídeos de la tarjeta de memoria de su celular. En ellas está con Umi por lugares que recorrieron juntos, más contento de lo que recuerda, por esos sitios donde vivieron una alegría que se respira y un amor que se exhala. Transformando algo mágico en perfecto. Se apega a ese recuerdo preciado.




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