Les Routes

Capítulo 18: Vine a visitarte

15:04 PM - Comisaría Central del sur de Odimor

 

Como es costumbre en la central, hay personas trabajando en sus oficinas. El lugar es apenas un poco más grande que una casa de dos pisos. Se dedican a organizar archivos e información. La puerta principal de cristal se abre de una manera tan forzada que rompe uno de los ventanales por completo creando un estruendo amplio. El vidrio se esparce por el reluciente piso plastificado. Un oficial de mediana edad, altura envidiable, vestido con uniforme azul marino con detalles amarillos y gorra de igual color sobre su cabeza sin cabellos, se adentra junto a un detective un poco más joven, este último de baja estatura vestido de negro con un largo tapado marrón, y cabello por los hombros. Ingresan con un grupo excesivo de uniformados. Soltando gritos, los empleados de la central quedan petrificados.

 

—Buenas tardes, lamentamos lo de la puerta. Soy el comisario Marcos Del Valle —muestra su placa mirando con desprecio a los empleados—. Me enviaron de Ipagnam a investigar un posible delito. Encubrimiento, corrupción y complicidad son puestos en juego aquí. Soy el oficial a cargo y este hombre a mi derecha es el detective Jeremías Monserrat.

 

—Ustedes empleados tienen un minuto para dejar lo que están haciendo y salir en orden. Deberán abandonar sus pertenencias —ordenó el detective—, no pueden llevarse nada y serán revisados al salir. Todo será esencial en la investigación. Si se resisten serán puestos bajo custodia por desacato así que les pedimos que cooperen. Los oficiales que están en la entrada los revisarán para corroborar lo que se llevan y les pedirán sus datos personales para investigarlos, ¡ahora váyanse, daremos vuelta este lugar!

 

17:33 PM - Casa de Sergio

 

Terminada la declaración de Sergio ante los agentes de Ipagnam, se reúne con los jóvenes y su esposa que lo esperan en la sala de la casa. Habían pasado unas pocas horas. El día no puede marchar más ambiguo. Están preocupados por el paradero de Umi, nuevamente desaparecida mientras los obligan a quedarse sentados esperando. El sol ocultándose parece reír de las desgracias, y quizás mañana cuando vuelva a salir todo estará mejor. Se despide de la media luna que en el cielo se ve transparente y se pigmenta con el contar de los microsegundos ¿Dónde están las mariposas cuando se las necesitan? ¿Dónde están las mariquitas rojas manchadas de negro? Necesitan un aleteo que altere la realidad, necesitan un deseo, necesitan vivir, no. No. Necesitan disfrutar lo que les queda por vivir.

 

—¿Qué ocurrió Sergio? —preguntó María a su esposo.

 

—Ocurre que… tuve que decir toda la verdad. Por eso volví rápido.

 

—¿Qué haremos ahora?

 

—Seré un testigo por ahora. Pero podría ir preso yo también, solo nos queda esperar. Avisen a Carlos y Félix lo sucedido. Vienen tiempos difíciles. Esto podría ser para mejor o peor. Aunque se delibere mi libertad, estoy dispuesto a sacar a flote todo.

 

17:03 - Calles de Odimor

 

Con el dolor disminuyendo Umi deambula por las calles sin saber dónde ir, no recuerda una dirección. Camina sin rumbo a pasos limitados. Ve pasar varios anuncios que le duelen y no comprende porqué, rostros jóvenes con nombres en mayúsculas, 'FALTA EYAL', 'FALTA MIGUEL ÁNGEL', 'FALTA MANUEL', 'FALTA JORGE', 'FALTA MATEO'. Llega a una plaza y siente la necesidad sombría que la sobrepasa de subirse a un enorme árbol. Con sigilo asciende casi a la sima. Nota que las ramas del árbol en ese punto crecieron entrelazadas como una trenza. Roza su mano con ese inusual panorama y se deja llevar. Piensa que es hermoso y por alguna razón se siente conforme. Mirando el cielo, se detiene ahí unos cuantos minutos, recostada. Alza sus manos y siente que puede tocar el cielo. Cierra los ojos. Descansa mentalmente. Al pasar el tiempo, decide bajar suspirando. Pensando que no tiene dónde ir. Resbala casi llegando al piso, su bata se atora con una rama puntiaguda y la rompe dejando la piel de su estómago al descubierto pero sin lastimarse. Se puede ver la cicatriz que yace en su estómago producto de la puñalada de su padre hace dos años que no recuerda.

 

Con la bata de hospital rota, vuelve a deambular, algunas personas que se topa, la ven con asco e intentan evadirla. Murmuran cosas. “¿Por qué me ven así?” Piensa a la par de un sentimiento ilógico donde quiere llorar pero extrañamente no sabe cómo, o ella misma en su interior se dice indirectamente que no debe. Tiembla. Es capaz de sentir cada movimiento de sus glóbulos rojos, la sangre fluyendo por el torrente a pesar de no sentir el oxígeno. No entiende, no entiende qué pasa, las personas deberían ayudarla y, sin embargo, parecen disfrutar su situación. Se abraza a sí misma. Oye susurros en su cabeza, todos al mismo tiempo, balbuceos inentendibles, colibríes succionando su humanidad, un principio del destino. Distraída, tropieza con alguien. Una mujer vestida con traje sastre y bolsas de compras las deja caer al suelo sin querer.

 

—Perdón, no te vi.

 

—No se preocupe, señora. Yo tampoco la vi.




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