Anya.
–Vale chicos, nos vemos mañana –me despedí de mis compañeros, ajustando de mejor manera la correa de mi mochila, levantándome de la banca donde estaba sentada.
–¿A dónde vas tan temprano? No son ni las cinco –preguntó Yazmin, al mirar la hora en su celular.
–Tengo cosas que hacer.
–Milagro, por lo general, siempre te vas a tu casa cuando salimos temprano. ¿No quieres venir con nosotros? Vamos a tomar algo en el centro –me invitó Diana.
–No, saben que no me gusta beber, además, tengo prisa.
–¡Ay, Anya! Siempre haces lo mismo. Tu mamá no lo va a saber y tú te vas a divertir –insistía ella.
–Lo siento, pero no, no quiero ni tengo ganas, así que me voy –rechacé su oferta, frunciendo el ceño ante su insistencia.
–¡Uy! Que amargada –se burló, pero eso solo me hizo enfurecer. Yazmin se acercó a mí y me guío lejos de ella.
–Mejor vete, porque siento que vas a matar a Diana. No le hagas caso, sabes que llega a molestarse cuando eres muy sincera con ella.
–Lo sé, pero no por eso debe de comportarse así –siseé molesta.
–Ya sabes cómo es. Mejor vete antes de que comience con sus burlas, ya luego me cuentas que pasa.
No muy convencida de su propuesta, asentí y eché a caminar a la salida, aun molesta por lo que sucedió. Lo que dijo Diana es cierto, cuando salimos temprano me voy directo a mi casa para comer, descansar y hacer algo de tarea. Todos los días terminó agotada, ya que pasó muchas horas fuera de casa. En las mañanas hago mi servicio social en una escuela donde enseñó a niños inglés y luego voy a la escuela a seguir tomando clase, terminando el día agotada física y mentalmente.
Como desde ayer sabía que no tendría la última clase, acepté que comenzáramos con el “entrenamiento”, así que ellos me pasaron la dirección del lugar donde se hospedan, donde practicaríamos. Tomé el camión en su respectiva parada y me senté cerca de la ventanilla, escuchando música por los auriculares. Sé que no debería enfadarme por cosas así, pero llega un momento en que ese tipo de comentarios me molesta, me irrita y me fastidia.
No me gusta beber, no me gusta ir de fiesta, no me gusta conocer gente, soy más del tipo antisocial que prefiere estar en su casa. Claro, hubo un tiempo donde era una chica irresponsable que se saltaba las clases, iba a algunos lugares a bailar y llegaba tarde a casa, pero esas acciones tuvieron consecuencias, y aun hoy las estoy pagando, lo que me jode demasiado, siento que de vez en cuando, la vida me quiere cobrar esos errores.
Llegué al hotel con mal humor, recordar mis errores me estresa, sabía que tenía que relajarme, pero nunca he sabido muy bien cómo manejar mis emociones. Con furia y todo iba a ir a recepción a preguntar dónde se encontraban los chicos, pero vi a Jimin esperándome en un sillón de la recepción, así que me acerqué a él.
–Hola, Anya, es bueno verte de nuevo –me saludó con una sonrisa, y lo confieso, sus sonrisas son hermosas.
–A mi igual, Jimin. Gracias por venir por mí y evitar una posible vergüenza al preguntar dónde estaban.
–No hay problema, yo me ofrecí –mencionó, antes de caminar conmigo al elevador y apretar un botón –¿Qué tal tu día? –preguntó interesado.
–No muy bueno, los niños casi me sacan canas y al profesor le pareció genial repetir un tema –respondí, cansada por el día que tuve.
–¿No te llevas bien con los niños?
–No con los de doce años, ellos ya no tienen respeto por nada, pero eso no es lo importante, me dijeron que comenzaría a enseñarle a niños de primero.
–¿Qué hay de malo en eso? –preguntó, por lo que hice una mueca.
–No me llevo bien con los niños pequeños –fue todo lo que dije, entrando al elevador.
–¿Por qué crees eso?
–No lo creo, lo sé –bostecé, haciéndolo reír.
–Parece que aun sigues con sueño.
–Lo sé, me desvelé un poco –respondí, rascando mi nuca, girando a verlo –. Por cierto, tienes una hermosa sonrisa –lo halagué, haciendo que se sonrojará.
–Oh, muchas gracias –murmuró avergonzado.
–Es lindo y curioso que te sonrojes cuando una chica te halaga, sobre todo cuando existen otras chicas que te dicen eso todos los días.
–Creo que nunca me acostumbrare a su inmenso amor.
–Tierno, si me piden describirte en una palabra diría que eres tierno –comenté, saliendo del elevador cuando se anunció que llegamos al piso correcto –. Lamento si mi comentario te incomodó, es un mal hábito que tengo con las personas.
–¿A qué te refieres exactamente? –preguntó curioso.
–A que suelo halagar a la gente o incomodarla para ver sus reacciones, ellos se frustran, yo me divierto.
–Entonces eres coqueta –sugirió, sacando una tarjeta de su bolsillo.
–No, no siempre soy así y no con todos.
–Eres algo rara, pero me agrada como eres.