Letra & Música

Capítulo 11. Primera noche juntos.

JungKook.

No estoy muy seguro de cuánto tiempo había pasado desde que nos fuimos de la sala de practica hacia la sala común, donde nos quedamos conversando con Anya sobre los nuevos cambios que queríamos hacer de este proyecto. Les había prestado atención al principio, haya que de pronto, sentí el cuerpo de Anya recargarse al lado del mío, y cuando giré a verla, me di cuenta que se había quedado dormida sobre mi brazo.

No pude evitar observarla detalladamente, era la primera vez que tenía un gesto tan cercano conmigo, porque por lo que he logrado ver, a ella no le gusta que las personas la toquen, eso incluye dar abrazos o incluso tocar sus manos, sin embargo, ahora se ve muy cómoda recargada de mí, como si fuera una especie de señal que deja ver que está comenzando a confiar en mí.

La manera en la que su rostro se veía tan angelical, dulce y pacifico me cautivaba, era como ver una nueva faceta de ella, una que no fuera la serie, ruda e indiferente, la bromista, sarcástica y directa. Anya es muchas cosas, unas más sorprendentes que otras, sin embargo, eso no impide que siga llamándome la atención, que se me acelere el corazón cuando la veo y me sienta nervioso ante su presencia.

El sonido típico de un celular cuando toma una fotografía llamo mi atención, volviendo mi mirada al frente, notando que los chicos nos observaban. No quise interpretar sus miradas, así que me fui hacia Hoseok, quien fue el que tomó una fotografía del momento.

–Hobi Hyung, ¿qué crees que haces? –pregunté en un susurro, esperando no despertar a Anya.

–Tenía que tomar una foto, era una excelente escena –se excusó con una sonrisa inocente, dejando el celular en la mesita del centro.

–¿Por qué no la llevas a una de las habitaciones para que duerma de manera más cómoda? –sugirió Yoongi Hyung, alzando la mirada de las partituras en sus manos –. Debe estar demasiado cansada para quedarse dormida de ese modo.

–Eso es extraño, no son ni las diez de la noche –murmuró Jin, observando el reloj de su muñeca.

–Mañana le preguntamos porque estaba tan cansada –dijo Jimin, mirándome –. Mejor llévala a la habitación a que duerma, pueden tomar la más grande.

Asentí ante su sugerencia, girándome un poco para cargarla entre mis brazos y ponerme de pie. De inmediato, Anya recargó su cabeza en mi pecho, murmurando algo que no entendí, pero que me hizo estremecer ante la cercanía y calidez. Sabía que los chicos nos miraban, pero no quise hacerles caso o me pondría más nervioso de lo que ya estoy.

Caminé hacia dicha habitación, aprovechando que la puerta estaba abierta, para entrar y cerrarla con ayuda de mi espalda. Fui hacia la cama, dejándola en ella mientras hacia las sabanas a un lado para arroparla. No fue algo sencillo, no quería moverla más de lo necesario y hacer que despertara, pero lo logré.

Sonreí complacido, antes de asustarme cuando la vi removerse un poco, tomando la almohada a su lado, abrazándola y quedando acostada de lado, quedándose quieta. Una suave respiración salió de mis labios, aliviándome al ver que no se despertó, aunque no dejaba de observarla, como si quisiera asegurarme que estaba bien.

–Quisiera que me abrazaras de ese mismo modo –suspiré.

No supe porque dije eso, o más bien, si lo sabía, pero decirlo en voz alta es una clara aceptación de que esta chica me gusta más de lo que alguna vez imagine, y pensar que yo no podría gustarle del mismo modo me asustaba. Me agaché un poco, acariciando con delicadeza su cabello, pero no era suficiente, no quería conformarme sólo con eso, así que hice algo arriesgado.

Fui al lado contrario de donde dormía, acostándome de ese lado para tenerla de frente, y así, observar a detalle cada una de sus facciones. Con la yema de mi dedo índice, acaricié sus cejas ligeramente gruesas y pobladas, bajé por el puente de su nariz pequeña y delgada, llegando a sus labios. Pasé ese dedo por su labio superior, deleitándome con la suavidad de este, hasta que me dije en el inferior, donde la herida hecha recientemente me hizo fruncir el ceño con furia.

–Odio que ese chico te haya lastimado así… ojalá hubiera tenido el valor suficiente para detenerlo desde un inicio –murmuré, acariciando su mejilla con cuidado –. No importa si no me escuchas, voy a protegerte siempre, Anya, es algo que prometo hacer.

No hubo respuesta ni nada, sólo suaves respiraciones que me adormecieron de a poco, porque no tengo ni idea de cuando cerré los ojos y comencé a dormitar, ignorando el mundo exterior, disfrutando del hecho de que estábamos lado a lado, sin malos pensamientos, sin miedo, sin dudas y sin ninguna clase de expectativa. Sólo Anya y yo.

Suaves murmullos parecidos a quejidos se escuchaban lejanos, y aunque quería saber si eran parte de mis sueños o la realidad, no quise abrir los ojos, quería seguir durmiendo y disfrutar de esta noche. Esa tranquilidad no duro mucho, porque un golpe en mi abdomen me despertó de pronto. Me sentía levemente desorientado.

Bajé la mirada viendo la mano de Anya en mi abdomen, y al alzarla, la vi removerse inquieta, murmurando palabras que no lograba identificar. Parpadeé un poco para observarla con más claridad, cuando me dije en la manera en la que abrazaba la almohada, como si quisiera encontrar una clase de apoyo o protección en ella.

Vi humedad en sus mejillas, sus ojos tenían leves arrugas a los lados, mientras seguía murmurando palabras desconocidas, sin embargo, usaba un tono de voz que no la había escuchado usar antes. Tenía la voz rota, temblorosa, la clase de voz que usas cuando tienes un miedo indescriptible, cuando suplicas ayuda y nadie parece escucharte.




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