Anya.
“Debo aprender a controlar mis emociones” Ese debe ser mi mantra desde el día de hoy.
Cuando recuerdo lo que pasó ayer con JungKook en la cocina, sólo tengo un pensamiento: quiero repetir esa experiencia.
Nunca había sido tan sincera en cuanto a mis anteriores pensamientos hasta que lo conocí a él. Lo sé, suena como a un viejo cliché, pero parece que JungKook espera el momento adecuado para darme más de lo que me ha demostrado, y eso en serio me asusta, tanto, que me quedó pensando en el que podría ser su próximo movimiento, aunque para ser sincera, no tengo modo de saberlo.
Ignoremos lo obvio al admitir que me siento halagada y curiosa al querer saber qué es lo que me ofrece, porque ahora mismo el miedo está consumiéndome de una manera irritante, lo suficiente para hacerme gruñir de vez en cuando, de desviar mi atención de las clases y sonar como tonta cuando me llaman la atención al no contestar algo que me preguntan.
¿Qué es lo que ve en mí que no deja de perseguirme aun cuando corro lo más rápido que puedo?
Por favor, no hablemos de la aparente atracción física porque esto va más allá de eso, lo sé por su forma de mirarme, de hablarme, de tratarme. JungKook ve en mi algo que lo están cautivando, pero está equivocado.
No soy lo que necesita.
No soy esa persona maravillosa que cree.
No soy quien puede darle la felicidad que merece.
Soy un desastre.
Soy oscuridad.
Soy quien echa a perder todo lo bueno.
Mierda, ¿por qué el pensamiento de no ser buena para él duele tanto? ¿Por qué me cuesta aceptarlo? ¿Acaso quiero ver lo que JungKook ve en mí para creerlo y estar a su lado? ¿Qué es lo que quiero realmente?
–¡Anya! –me gritó Yazmin, haciéndome saltar de mi asiento.
–¿Qué quieres? –gruñí, porque odio que me griten.
–Te he estado llamando seis veces, tu comida se está enfriando –señaló hacia mi plato. Suspiré y cerré los ojos, otra vez estaba perdiéndome en mis pensamientos.
–Lo siento, estaba pensando.
–Lo noté. ¿Qué es lo que te preocupa?
–Me preocupa tener un corazón después de todo –murmuré, mordiendo mi labio.
–¿Quién es? –preguntó, tomándome por sorpresa.
–¿Qué?
–Ya me oíste –golpeó mi cabeza con su mano de un modo suave –. ¿Quién es la persona que te está haciendo pensar eso? ¿Quién hace qué pierdas la cabeza? ¿Acaso tiene que ver con esas escapadas misteriosas?
–Tal vez.
–Bueno, en ese caso, te escuchó –mencionó, recargando su mentón en las palmas de sus manos, mirándome fijamente.
–Primero, yo sé que ese chico me gusta mucho, es algo obvio que no negaré.
–¿Pero?
–Pero no puedo estar con él –terminé por decir –. Es una persona maravillosa que merece buenas cosas en su vida, yo no formó parte de esa lista.
–¿Según tú?
–Claro, ese es mi análisis.
–Tú análisis es una mierda.
–¿Disculpa? –pregunté incrédula de sus palabras, nunca fue así de directa.
–Anya, ya no eres la misma chica del pasado, la fría, negativa e indiferente que le valía una mierda su vida, que le importaba poco si su mundo se derrumbaba y que estaba acostumbrada al dolor constante. No negaré que aun conservas esos rasgos, pero he visto que en este último tiempo sonríes más, que gozas de la vida a tu modo y no te dejas caer en la mierda que has acumulado porque crees que mereces sufrir.
››Es cierto, hubo incontables personas que te hirieron y te hicieron de ese modo, pero no dejes que aquellas que tienen buenas intenciones contigo no tengan la oportunidad de darte la felicidad que te has negado a tener por miedo o por creer que mereces lo peor del mundo. Si no funciona no fue tu culpa, no era la persona indicada. No te pido que busques eso, pero tampoco que le cierres la oportunidad a otros.
Reflexioné un poco en sus palabras. Tenía un punto, un buen punto, pero eso no quiere decir, que me convenza de que merezca más de lo que creo. Es difícil tener un pensamiento diferente, una perspectiva diferente. Las cosas malas son más fáciles de asimilar, las buenas no tanto. No crees en la suerte, no crees en los milagros. Soy tan realista y pesimista que a veces me caigo mal, pero, ¿está mal que, por primera vez, tenga algo de fe, aunque sé que puede ser un error?
–Es más fácil que las cosas salgan mal, pero… supongo que lo puedo intentar –terminé por decir, algo que la hizo sonreír.
–Espero que, si lo hagas y te comas eso, porque yo aún tengo hambre –dijo ella haciéndome reír.
Aun cuando Yazmin era una infantil todo el tiempo, sus momentos de madurez reflexiva como hace unos momentos me han ayudado mucho, así que supongo que pensaré más en su consejo, así como en muchos que me han dado en todo este tiempo, que, si me lo dicen, debe ser por algo, ¿no es así?