JungKook.
–JungKook, ¿qué locura fue esa? ¿Cómo que terminaste tu relación con Anya? –escuché a Jimin preguntar, bastante confundido.
–Ustedes me escucharon bien, saben porque lo hice.
–No, JungKook, no puedo entender porque lo hiciste.
–No necesito que lo entiendan, sólo que no se metan en mi decisión.
– Tú estás completamente equivocado. ¿Cómo puedes dejarla ir? ¿Cómo no fuiste tras ella? –preguntó Hoseok, señalando hacia la puerta.
–Tenía que hacerlo, no puedo atarla a una relación que se no prosperará… ella merece algo mejor… –respondí, tratando de que la voz no me temblara.
–Estas cometiendo un grave error, JungKook, y espero no sea demasiado tarde cuando te des cuenta de eso –murmuró Yoongi, saliendo de la habitación.
Los demás lo siguieron, pensando que al dejarme solo, cambiaria mi decisión. Fui y cerré la puerta con seguro, no quería que vieran mi dolor, ya no podía seguir ocultándolo. Me dejé caer al suelo y comencé a llorar, cubriendo mi boca con mis manos, para que no escucharán los sollozos. Me dolía, me quemaba, me estaba destrozando esta sensación.
No quería hacerlo, no quería dejarla ir, pero tenía que hacerlo, debía hacerlo para mantenerla segura, a salvo, lejos de mi estará bien, aunque eso me destruya, aunque eso me marchite poco a poco, hasta que ya no quede nada. Le fallé, no la protegí, no la cuidé, dejé que la lastimarán y no pienso dejar que lo hagan de nuevo.
Me siento tan avergonzado, tan dolido de esta situación, porque ahora yo soy quién la hirió, quién la lastimó y quién le dará el peor dolor de su vida. No sé si tomé la decisión correcta, aun me pregunto si fue lo mejor. Ahora no sé qué hacer sin el amor de mi vida, sin mi razón de seguir, ya no sé cómo continuar, ya no sé cómo arreglarlo, ya no sé ni quien soy ahora.
♫♫♫♫♫
–¿JungKook? ¿JungKook? ¿Puedes abrirme la puerta? –pregunto Jin, tocando levemente la puerta de mi habitación.
–N-no –le respondí con voz ronca.
–Vamos, sólo quiero hablarte un minuto –suspire hondamente, sabía que no se iría si no le hacía caso.
Limpié mis lágrimas mientras me levantaba y abría la puerta, volviendo a sentarme en la cama, bajando la mirada para que no viera mis ojos hinchados por las lágrimas. Jin cerró detrás de él y se acercó a mí, sentándose a mi lado, colocando un plato con un sándwich en mi mesa de noche.
»Vine a traerte algo de comer, no has salido en toda la tarde –murmuró con voz suave.
–Gracias.
–¿Estás bien?
–¿Tú crees que estoy bien? –cuestioné de manera sarcástica.
–No, pero aquí no importa lo que piense, importa lo que tú sientas.
–Hice lo correcto Jin, lo hice por ella, lo hice por su bien –comencé a decir, tratando de no volver a llorar.
–No dudo de tus buenas intenciones, pero, ¿estás seguro de que es lo correcto?
–N-no lo sé, no lo sé. Estoy confundido y asustado, quiero tanto estar con ella y consolarla… pero no puedo hacerlo –comencé a divagar, sintiendo mi garganta comenzar a arder, impidiendo que los sollozos salgan.
–¿Por qué no? –preguntó él.
Bajé la cabeza, negando un par de veces. Por mucho que confié en él, no puedo decírselo. No puedo decirle lo avergonzado que estoy de todo esto. Jin suspiró, cómo si adivinará mi pensamiento, pasando una mano por mi espalda mientras la acariciaba levemente, como lo hacía cuando sólo tenía quince años y necesitaba consuelo.
–Ni yo ni nadie puede decirte que es lo correcto, sólo te pido que pienses bien las cosas, no es una decisión muy fácil la que vayas a tomar. No puedes cambiar el pasado, lo que hiciste ya está hecho, sólo te queda pensar que harás. Hazlo sin dudas ni miedo, con seguridad de que no vas a arrepentirte, porque no sólo la afectas a ella, también a ti.
»No te preocupes mucho por lo que pensaran los demás, nosotros sabremos apoyarte a pesar de la decisión que tomes, sólo te pido que lo pienses bien. No sé qué te orilló a tomar esta decisión, tú eres el único que conoce las razones, sólo piensa con tranquilidad, así tendrás la sensación de que tomaste la mejor opción de todas las que te rodeaban.
–Lo haré, gracias Jin.
–De nada. Te dejaré solo para que pienses, no olvides comer –se despidió, sacudiendo mi cabello y levantándose para salir de la habitación.
De manera mecánica, fui hacia el teléfono para ver si Anya estaba bien, pero su última conexión fue en la mañana, no había nada nuevo de ella. Moría por mandarle un mensaje o llamarla para saber cómo estaba, pero ahora no era el momento, y la verdad, no sé si el momento llegué tan pronto. Dejé el teléfono en la cama, saliendo por mi abrigo a la sala, ahí tenía guardado algo que necesitaba.
Tomé el abrigo del perchero y regresé a mi habitación, pero unas voces llamaron mi atención. De manera sigilosa, fui hasta la segunda habitación para escuchar de que se trataba, o de quienes se trataba.
–¿De verdad hizo todo eso? –preguntó la voz que supe reconocer como la de Suga.