Letras Perdidas En Esta Ciudad

Una nueva fuente de inspiración

Hoy día, aunque me emocionaba la idea de un almuerzo con Morya había amanecido cansada y un poco decaída, como si mi cuerpo hubiera deseado echarme a perder el día, no lo culpaba a veces lo entendía.  

Llamé a Marco quien siempre me ha salvaba de no echarme a mi cama todo el día con cada fiebre que me daba, ha sido mi salvación durante años.   

-Solo tómate esto cada seis horas por dos días, mejorarás. No es nada de lo que debemos preocuparnos- Me tendió las pastillas y le sonreí agradecida. Aunque no se lo haya dicho en voz alta quería mucho a Marco. 

Lo conozco desde hace cinco años, y al igual que Paula llegó en una de las peores etapas de mi vida para quedarse, quiero creer que aquellos que aparecen en tu vida en los peores momentos, no se van a ir nunca más de esta. Ya te han visto pésimo ¿Que podría ser peor?   

-Gracias, sabes que te adoro Marco.  

Sonrió-Eso suena a que quieres algo de mí-dijo insinuando otras intenciones.  

Amaba nuestra relación, Paula pensó en un principio que era mi novio, incluso me siguió diciendo por años que seríamos una buena pareja, pero no queríamos. Nuestra relación iba más allá.    

Me reí-Créeme que no quiero tu cuerpo, es sobre lo que habíamos hablado hace un año.   

De repente la sonrisa que tenía se esfumó, sabía que volver a tocar este tema no le gustaba, peor a estas alturas de mi vida.  

-Sabes que no.  

-Pero es mi decisión.  

Dejó su bolso medico a un lado y se cruzó de brazos optando su actitud seria y profesional que tanto odiaba-Se que es tu decisión, soy tu amigo, soy tu médico y eres una hermana para mí. Por esto y por muchas otras cosas más mi respuesta siempre será un no, dime ¿Que te ha hecho cambiar de opinión cuando ya lo habíamos hablado? Cuando ya estaba decidido.  

No quería tocar este tema porque me saldría con el mismo sermón que había escuchado de Paula.  

-No es nada, olvídalo.  

-Sabes que no puedo olvidarlo cuando se de lo que trata. 

En ese momento una Paula emocionada irrumpió mi departamento como si de su casa se tratara. Ella siempre cargaba consigo una llave de mi departamento desde que después de la muerte de mi abuela me encerré aquí por semanas, Marco también tenía una de emergencia.   

- ¿Lista para tu cita de esta tarde Oda? -saludó a Marco con un beso y me miró preocupada al ver nuestras caras y el bolso- ¿Todo bien?  

Miré a Marco y supe que había descubierto el por qué mis ganas de cambiar aquella decisión que ya habíamos tomado.  

-Sí, todo bien. Solo era Odalys sintiéndose un poco mal y la vine a auxiliar. Hablamos luego.  

Se despidió de ambas y me dio una mirada de advertencia, un “No te escapas de esta conversación”     

-Eso fue un poco incómodo, pero no dejemos que arruine tu día.  

Me reí ante aquello y los nervios que se había esfumado al despertar aparecieron ante su emoción- Estas más emocionada tú que yo misma. 

-Eso es lo que le pasa a una buena amiga, ahora déjame ver que hay en tu closet. 

Poco a poco fui contagiándome de su entusiasmo, me di una ducha y me puse un vestido abrigado, la época más fría del año ya hacía presencia y nadie podía andar sin algo cálido encima. Estaba ansiosa que empezara a nevar me recordaba a mi infancia y a mi abuela.    

 -Pau me pasas mis vitaminas, me había olvidado de tomarlas.  

-Claro.  

Busco en mi escritorio y en un descuido sacó unos sobres que me había olvidado de ocultar y me los mostró para que le explicara- ¿Cartas? ¿Para quién?  

-Para el nuevo amor de mi vida-me acerqué riendo, se las quité y las volví a guardar donde estaban.  

-Pero una tenía mi nombre, ya la quiero leer.  

-Es una sorpresa Pau, no la arruines. Forma parte de una idea que tengo para mí próxima exhibición.  

-Pero si hace una semana fue la última y tú tardas meses en hacer otra. 

-Con calma mujer-le envolví una bufando en su cuello-deja de insistir o hasta aquí llegas. 

 -Está bien, tengo una hija. Déjame libre. 

La solté riendo, tomé mis vitaminas y volví a guardarlas ahora con llave, no podía dejar que esto vuelva a suceder-Tengo que irme, gracias por todo. 

-Vamos que, como madre responsable, te dejaré en la puerta del restaurant.  

Nos reímos y juntas salimos del edificio. Su chofer nos llevó y en todo el trayecto los nervios aumentaron casi que sentía como oprimía mi pecho.  

-Calma Odalys, ni que fuera tu primera cita. Con calma, seguridad y una sonrisa para enamorarlo.  

Me reí-Gracias Pau, siempre tan motivadora. Nos vemos.    

Me encaminé al lugar y entre tanta gente a esta hora del día se me complicó mucho encontrarlo, pero lo vi con el ceño fruncido mientras hablaba por teléfono. Al verme acercar colgó, se puso de pie y me sonrió saludándome.  

Su sonrisa, desde ese primer momento fue mi debilidad. 

-Qué bonito volver a verte-dijo una vez que tomamos asiento.  

Reí-Gracias, igualmente. No pensé que te ibas a gustar tanto la obra.  

-Me fascinó, pero más me gustaste tú.  

-Y eso que nunca busqué sorprenderte, pero míranos aquí. 

El mesero nos facilitó la carta y me quedé dudando que elegir, creo que los nervios y el medicamento me habían quitado el hambre. Al final solo me decidí por una lasaña.  

- ¿Vino o agua? -preguntó sonriendo y recordé aquella noche en la galería.  

-Agua.  

- ¿No bebes verdad? 

-No, no me gusta-miré a mi alrededor- Pero dime Morya ¿Por qué lo que más suena en internet es tu apellido y no tu nombre?          

Sonrió-En mi primera participación audiovisual empezaron a llamarme por mi apellido y se hizo costumbre, fin. ¿Por qué la pregunta?  

-Solo era una duda, me gusta más Javier.  

-Tú puedes decirme como te plazca- Sonreí, este hombre me mataba cuando sonríe. 




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