Letras Perdidas En Esta Ciudad

Solo tú tienes el poder, disfruta.

Jueves 19 de octubre del 2023

Algunas veces por las tardes cuando la mente se perdía por aquellos pensamientos que no sumaban salía a caminar al parque más cercano, tomaba mi cuaderno e iba con la finalidad de escribir todo aquello que me abrumaba en ese momento.

Era como dejarlo todo plasmado en letras y soltarlo para siempre, dejarlas que se pierdan entre la tinta y cuando de verdad necesitaba soltar aquello que pesaba demasiado arrancaba las hojas, las guardaba y creaba hojas recicladas a partir de ellas. Poder transformar todo lo malo en algo bueno, y estas hojas recicladas terminarán en mi galería con los escritos que describen mis pinturas.

El transformar lo malo en algo positivo, es un arte que pocos poseemos.

Antes realizaba esta actividad con mayor frecuencia, y estos últimos días después de mi salida con Morya los pensamientos y sentimientos me habían empezado a jugar en contra otra vez, sabía que necesitaba volver a mi psicólogo, esta manera de soltar, aunque me funcione no es lo mismo que ir con alguien externo que entienda mi mente y la situación en la que me encuentro.

Recuerdo que hace años comentar que iba al psicólogo era lo peor en esta sociedad, incluso me llamaron loca, aquellos que llaman locos pueden ser los más cuerdos en este mundo que se hunde día a día.

"Aquellos que no controlan su temperamento son los primeros locos en el mundo Odalys, pero no les digas eso que se alteran en su supuesto carácter fuerte" Y cuánta razón tenía mi abuela ante aquello.

Los que callan, saben más de lo que gritan.

Aunque los edificios no permitían la buena presencia del sol, no fue impedimento para sentarme en la banca frente al atardecer. Además, estaba cerca de la salida y por más que me guste este lugar no me atrevía a adentrarme tanto al parque sola, uno nunca sabe las maldades que aún existen en este mundo.

"Siempre me ha dado miedo que las cosas se acaben, pierdan su brillo o se terminen. No importa que su deceso sea lento rápido simplemente me da miedo. ¿Alguna vez han tenido un libro nuevo entre sus manos?"

Poco a poco dejé que aquello que no había dicho fluyera a través de la pluma, no me importaba la caligrafía, el color e incluso la ortografía, simplemente escribía y ya. Como lo había hecho desde siempre, como lo hago ahora en estas letras.

—¿Te molesta si me siento aquí? Estoy un poco cansada de caminar—una señora mayor me sonreía esperando una respuesta de mi parte.

Me trasladé por unos instantes a la imagen de mi abuela y le sonreí abiertamente.

—Claro, no hay problema.

Moví mis cosas a un lado para darle espacio, al sentarse recibí un sincero "Gracias" de su parte, esa gratitud que actualmente es difícil conseguir. En un silencio seguí con lo mío mientras pude debido a que su mirada encima de mi me hizo reír y prestarle atención.

—Tienes una letra peculiar—comentó sonriente.

—Créame que lo sé—sonreí—pero eso pasa a segundo plano cuando poseo una mano que te permite escribir.

Me sonrió—Tienes otra perspectiva de ver las cosas, niña. Me agradas, ¿Qué escribes?

—Muchas gracias—miré mi escrito y volví a mirarla cerrando el cuaderno—Escribo para desahogarme, es una buena terapia.

—En mi juventud también escribía y mucho, pero poco a poco lo fui dejando.

Sabía que había una historia detrás y no hay mejores historias o conversaciones que con aquellos que ya poseían mayores vivencias de la vida.

—¿Por qué lo dejó? Parece que le gustaba hacerlo—dejé lo que tenía a un lado y le presté toda mi atención a ella.

—Sí que me encantaba—miró hacia el horizonte como si recordará aquella época—a mi marido no le gustaba que lo hiciera, decía que debía enfocarme más en el hogar, ya sabes, esa sociedad machista que persistía más hace años. Luego llegaron los hijos, les dediqué mi tiempo, paciencia y amor, con el pasar de los días el tiempo que tenía para mi despareció poco a poco, y ahora ya no medida como antes lo hacía.

—Lo siento—me disculpé sinceramente.

—Yo no, lo hecho, hecho está. Ya no hay arrepentimientos, solo me queda disfrutar los pocos días que me quedan de vida mientras pueda—me miró con una sonrisa triste—¿Vives mientras puedes?

Le sonreí—Lo intento y me esfuerzo, así que puedo decir que sí.

—Eso es más que suficiente, mientras lo intentes y no te quedes con las ganas, ya has ganado en esta vida. No debemos darles lugar a los arrepentimientos.

Tenía una personalidad optimista y alegre ante la vida, actitudes que a muchos de nosotros los jóvenes muchas veces nos hacía falta.

—¿Cómo se vive a su edad? —le pregunté y sonreí al escucharla reír como si le hubiera contado un chiste.

—A mi edad, en lo personal, se la disfruta haciendo travesuras. Ya no te echan la culpa a ti sino a tus enfermedades. Preocupas a los demás un rato, disfrutas, ríes y te acuestas a dormir sin saber si mañana despiertas. Ya está, el cuerpo no te permite para más—sonrió—además, dependes del resto, te cocinan, te cuidan, te miman tal cual un niño, es como si todo lo que alguna vez diste te lo devuelven.

Y ahora que habla de travesuras pude notar en su mirada que había cometido una.

—¿Se ha escapado usted de su casa señora...?

—Mercy, me llamo Mercy. Y bueno yo no lo llamaría escape, simplemente salí por un poco de libertad y soledad sin que nadie pueda controlarme.

Reí—Pero me ha encontrado a mí y no a la soledad que ansiaba.

—Lo sé, y no me arrepiento de quedarme aquí. La vida es así, las cosas nunca salen como las planeas.

—Dígamelo a mi—sonreí y miré hacia al frente recordando lo que me atormenta.

—¿Qué te preocupa mi niña? —cuestionó.

—¿Le cuento un secreto? —necesitaba soltarlo y que mejor que con un desconocido.

—Los que quieras, igual dudo que nos volvamos a ver. Me los llevaré a la tumba.

Reí y arranqué una hoja de mi cuaderno, me tomé el tiempo de escribir en pocas palabras todo y se lo extendí.




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