Jueves 2 de noviembre del 2023
Hoy ha nevado por primera vez en invierno y no me he podido resistir a salir a dar una vuelta por la ciudad, no podría decir que es mi estación del año favorita porque me limita en muchas cosas, tanto física como socialmente.
Pero puedo destacar dos cosas de estos meses, la víspera navideña y la nieve.
Es que juntas dan una sensación de calma, tranquilidad y felicidad, que hacen que te olvides un poco de la vida real, como si la nieve se encargara de tapar todo lo malos por días y te cura un poco. El frío también alivia y muchas veces quema más que lo caliente, eso para darnos cuenta de que lo que menos parece engañoso puede llegar a crear más daño. Esto se debe a la apariencia que posee, parece que no afecta, pero te destruye si no te proteges.
Me adentré al centro comercial en busca de la decoración navideña para mi departamento, siempre me gustaba adelantarme al decorar mi espacio, aliviaba un poco más los días y te recordaba de que vienen días buenos. Y lo divertido es que lo dejaba puesto meses después de que pase la navidad, recibía mi cumpleaños con la decoración puesta. Creerán que es por pasión navideña, pero la verdad es que me daba pereza recoger y guardar la cosas.
Tome mi celular mientras tomaba unas bolsas de compras y busque entre mis contactos para realizar una llamada.
—Marquito ¿Estás en casa? —pregunté al otro lado de la línea.
—Sí ¿Qué ha sucedido? Ya bajo—lo escuché agitado y reía ante su preocupación, aunque me angustiaba que siempre este asustado y pendiente a mí.
—No, no es nada. Tómatelo con calma.
Me adentré a otro local donde una chica me saludo sonriente desde lejos, me encantaban este tipo de personas que te dan tu espacio y te dejan disfrutar lejos de la popularidad.
—Te juro que he sentido mi cuerpo desvanecerse, Odalys—me dijo al otro lado de la línea.
—Lo siento, no era mi intención preocuparte. Solo quería saber si quieres ayudarme a decorar mi departamento.
Lo escuché reírse—Pero si falta mucho para navidad.
—Ya lo sé, solo hazme feliz.
—Está bien, ya bajo.
—No... Aún no estoy en casa, yo te aviso.
—Está bien, cuídate. Me llamas, te quiero Oda.
—Y yo a ti marquito, hablamos.
Busqué algunos pinceles, los que tengo se empiezan a desgastar y ya no cumplen su función como deben. Me detuve al encontrar un mandil que me hizo dudar.
"La ropa estorba al pintar y es difícil de lavar, el cuerpo no"
Claramente era una invitación a pintar desnuda, y aunque nunca lo había hecho siempre había querido. ¿Pero qué sentido poseía el mandil si cubría el cuerpo? Tal vez ese era el chiste.
Lo tomé conmigo, lo pague y planee mientras caminaba cuando utilizarlo, tal vez haría un autorretrato al desnudo que también he pensado hacerlo hace años y aún no me atrevo.
Se necesita cobardía antes de ser valiente.
Cuando las compras fueron suficiente pasé por comida para llevar, chocolate caliente y unos croissants que nos encantaban a los tres. Le había escrito a Paula también antes de venir, dijo que iba a tardar mientras llegaba Oscar, pero se esforzaría por llegar lo más pronto posible.
Las cámaras también se encontraban esta tarde acompañándome a los lejos, dándome mi espacio, pero buscando un descuido para algún titular, especialmente con las salidas que tengo con Morya y las vistas de cada uno a los departamentos del otro.
Tomé un taxi y me dirigí hacia mi departamento. Hoy, además era nuestra pijamada anual, la hacíamos para esta época porque nos encantan las películas navideñas antiguas, el chocolate caliente, el frío al dormir, los juegos de mesa y muestras peleas y discusiones que terminaban con anécdotas.
Y aunque todo marche de maravilla la mente traiciona y trae recuerdos o pensamientos que te hacen decaer por momentos. Extrañaba a mi abuela, su risa, su voz, sus consejos. Extrañaba aquella vida donde todo marchaba bien, donde lo que parecía oscuridad solo eran colores opacos.
Pero de recuerdos no se vivía había que sonreír y seguir, porque la vida no se acaba cuando la esperas, más bien cuando crees que estás lejos de que tu vida termine ahí llega la temida muerte.
Lo blanco de la nieve funcionaba para cubrir lo oscuro de la carretera, pero les daba decoración a los árboles, lo oscuro de la vida te recuerda que no todo es perfecto, pero te enseña a vivir y seguir adelante.
Llegué al departamento, me coloqué ropa cómoda y abrigada, preparé la sala para la pijamada y recibí a Marco con los brazos abiertos.
—¿Extrañándome? —preguntó.
—Desde que me despierto.
—Y eso que solo vivo arriba, imagina si estuviera en otra ciudad—se burló.
—Créeme que me mudaría hasta allá e invadiera tu casa.
Cerré la puerta detrás de nosotros y se dirigió hacia esa habitación, me quedé en el marco de la puerta viéndolo como guardaba lo necesario en un cajón y evité mirarlo cuando me dio aquella mirada de reproche profesional.
—No deberías guardarlo aquí, peor cuando le pones llave a la habitación. Sabes que podrías necesitarlo. ¿Qué harás esta noche?
Le sonreí—Tengo un amigo que me cubre.
—Odalys, esto no es un juego.
Suspiré y miré mi alrededor—La puerta siempre permanece abierta y le pongo llave cuando viene Paula o Javier.
—Odalys, esto—Marco se acercó señalando la habitación—Esto, forma parte de tu vida. Entiendo la negativa que le das, pero no puedes encerrarla en una habitación y fingir que nada pasa. Debes abrirte, será mejor.
—¿Por qué después de tantos años me dices esto sabiendo que ha sido así desde un principio? —no me dijo nada y sonreí al saber por qué—por ellos, por Paula, por Javier, por quienes me rodean ¿verdad? Les va a afectar cuando llegue la hora de que se enteren.
—El apoyo de ellos podrías ser mejor para tu vida.
—Marco, mi vida está bien mientras encierre todo aquello en esta habitación y salga a vivir todo lo que pueda, necesitas entenderlo porque yo ya lo entendí.
Editado: 09.10.2024