Letras Perdidas En Esta Ciudad

¿Y si nos perdemos en el ruido?

Nuestros planes de ir a trotar junto a Morya no se podían arruinar, busqué el día más cálido para poder viajar a la playa, después de toda la vida nos ayudó para no morir en subidas y bajadas de la montaña. 

-No puedo creer que vaya a viajar tres horas a la playa para trotar y no bañarme-reí ante aquel comentario.  

-No es un pecado ir a la playa y no bañarse.  

-Para mí sí que lo es. 

-Solo son tres horas.  

-Seis, tres de ida y tres de vuelta.  

-Podemos quedarnos en un hotel por allá.  

- ¿Estás buscando tenerme solo en una habitación? -sonrió.  

-Estoy buscando menos cansancio para los dos-reí.  

-Tenernos en una habitación sin cansarnos, imposible.  

Tener más confianza con Javier era tener más comentarios que me sonrojen, y conjugados con su sonrisa no colaboraban al orden en mi cabeza.   

 -Igual no podría quedarme.  

- ¿Por? - pregunté.  

-Tengo una entrevista a la noche.  

En ese momento me sentí culpable de lo cansado que podía llegar esta noche, peor aún siendo él quien va a conducir.  

-Tuviste que avisarme, pudimos buscar otro día e ir más tranquillos.  

-No pasa nada, linda.  

-Pasa mucho, no vayamos, estamos a tiempo. Podemos dejarlo para otro día.  

-Para nada, iremos hoy.  

-Va a ser muy cansado, Mor... 

-¿Mor?-preguntó entrecerrando los ojos divertido de la situación.  

Sonreí-Mor...ya-Mi manera de cubrir aquel apodo lo hizo reírse a carcajadas-No es gracioso, Javier.  

-Ven acá-me tomó de la cintura y me pegó a su cuerpo mientras sonreía-Vamos a ir hoy porque queremos ir hoy, no voy a estar cansado, lo prometo. Además-sonrió-Mor suena bonito, admito que amor es más largo.  

- ¿Seguro que estarás bien?  

-Eso debería preguntarte yo.  

Nos subimos al auto, me quité los zapatos para comodidad y busqué mi cuaderno donde documentaba momentos. Admito que escribir me ayuda mucho a ordenar mi mente.   

-Tengo autorización de Marco siempre y cuando sea un trote suave y corto, alrededor de una hora.  

- ¿Una hora trotando?  

Reí-Claro, que junto a ti ese tiempo se dividiría a la mitad.  

-Odio ese tipo de cardio, prefiero otros más divertidos.  

Reí ignorando aquello y lo escribí en mi cuaderno.  

Javier habla de más cuando entra en confianza, y eso me gusta.   

El viaje duro poco más de tres horas porque nos detuvimos a desayunar en la carretera, luego de aquello me quedé dormida. La noche anterior me había quedado hasta tarde culminado el retrato de Mercy y le escribí una carta para cuando le hicieran llegar la pintura.  

La primera vez que tomé un pincel no la recuerdo con claridad, pero sé que fue mi abuela quien me lo dio y fue ella la que me enseñaba a mezclar colores, ella nunca terminó la universidad, pero contaba que le gustaba mucho dibujar y siempre estaba tomando cursos de dibujo técnico, pintura, entre otros. Ella me enseñó lo que sabía y yo realicé el arte que ella amaba. Fue la primera en ver mis obras y la primera en decirme que le encantaban.    

-En definitiva, tengo que bañarme en el mar.  

-Pareces un viejo cascarrabias, si te bañas saldrás congelado.  

-Tengo buenas defensas, no creo que me enferme.  

-También deberías tener una buena resistencia, no quiero que te desmayes.  

- ¿Te estás burlando?  

Le di un beso-Solo un poco, ahora estira bien para evitar lesiones.  

Treinta minutos parece mucho, pero el tiempo se pasa volando e incluso ahora me parece totalmente absurdo viajar seis horas solo por un trote. Y para mi sorpresa al terminar los treinta minutos Javier estaba mejor que yo, ni se lo veía cansado.  

- ¿Ya dije que odio trotar? -comentó divertido.  

- ¡No estás ni cansado!  

-Que odie correr no significa que no esté preparado para este. 

Me senté en una roca evitando la arena mientras inhalaba y exhalaba profundamente y Javier me miraba divertido, debí burlarme menos antes, tal vez ahora no se sentiría como un engreído.   

-Me voy a bañar-empezó a quitarse lo que cargaba encima estando a seis grados centígrados. En definitiva, con Javier no me he aburriría nunca.  

-Estás loco-reí.  

Miré la buena actividad física que tenía y su cuerpo era una demostración de esto.  

-Por el mar y por ti, claro está-me guiñó el ojo y salió corriendo hasta el mar, reí cuando se dio un chapuzón y salió corriendo de vuelta.  

-Ya estuvo, ahora las llaves del auto.  

Corrí detrás de él riendo mientras se congelaba, nos subimos al auto, tomó un bolso que cargaba en los asientos traseros y se vistió de nuevo intentando no congelarse.  

-Eso fue divertido, podríamos repetirlo.  

Reí-Podríamos, pero por ahora necesito un poco de tranquilidad.  

Bajé el vidrio del auto y escuché las olas romperse y luego volverse a formar, un ciclo, una secuencia que nunca acaba, caerte y levantarte, reír y llorar, morir y nacer. Todos estos obligados a vivirlos en cualquier etapa de la vida.  

Quisiera tener el mar más cerca de casa para poder caminar y llegar a él en menos tiempo, quisiera muchas cosas, pero deseo más esta.  

-Debemos volver o se me hará más tarde.  

-Lo sé.  

-Linda-me miró-prometo que vamos a volver. 

Sonreí-Claro que lo haremos, pero cuando no haga frio y nos podamos bañar sin salir corriendo del mar.   

El camino de regreso siempre será de otra manera, me hace reflexionar por qué se siente diferente si ya lo he recorrido. El camino de regreso siempre pero siempre será de otra manera, su paisaje distinto, su vibra es más pesada y aún no logro entender por qué. El camino de regreso me enseña a disfrutar del viaje y recordar lo bien que la pasé. El movimiento del auto hace que se me dificulte escribir esto, pero da igual. Miro a través de la ventana el cielo ya tomando los colores de la tarde y las diminutas aves que aprecio me gritan en su canto que la vida siempre será de una manera diferente.  




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