Letras Perdidas En Esta Ciudad

Dulce Navidad, sonrisas y felicidad.

Domingo 24 de diciembre del 2023

Había llegado este día, y con una alegría inexplicable me había levantado desde temprano a empezar a cocinar. La relación que tengo con la cocina no es mi favorita, pero cuando deseaba cocinar lo hacía de maravilla, si me lo proponía.

—¡Llegó lo que faltaba para la cena! —Marco se adentró a la cocina con varias fundas en sus manos.

—Gracias, ya solo me falta eso y todo estaría listo.

Me tomó el cachete como niña pequeña y me sonrió—No te esfuerces demasiado, y evita olvidarte de usar aquello por lo menos hasta el almuerzo ¿Entendido?

—Sí, subo cuando me desocupe. Gracias, te quiero.

Me lanzó un beso antes de salir de mi campo visual, me apresuré en terminar para luego subir a almorzar junto a Marco.

—Sé que aún no es hora de entregar los regalos, pero este es especial— me sonrió.

Tomé el sobre que me extendía y con un nerviosismo empecé a abrirlo. El encabezado llamó mi atención y me apresuré a leer todo lo que decía. Al terminar volví a releerla porque aún con lágrimas en los ojos no me lo creía.

Esto no podía ser cierto.

—Esto es un sueño—murmuré.

—No Odalys, no lo es.

Me levanté a abrazarlo y aún con los años sus brazos seguían siendo mi lugar seguro. Y ahora con esto, no tenía palabras.

Era maravilloso.

—Feliz Navidad Odalys.

—Feliz Navidad Marco, y gracias por todo.

Luego de aquel almuerzo emotivo bajé a descansar un rato, en pocos minutos sentí como me levantaron de i sueño y observé a un Marco preocupado mirándome y Javier a un lado.

—¿Ya llegaron todos? —pregunté asustada, me había quedado dormida.

—Solo Morya—sentí como sonrió aliviado y me guiñó un ojo, de seguro se había asustado como aquella noche—Los dejo solos, voy a arreglarme y luego bajo.

Cuando salió de la habitación Javier se sentó junto a mí en la cama—No me abrías la puerta y pensé que estabas con él. Se veía muy preocupado.

—Marco se preocupa mucho por mí, debes acostumbrarte a eso—me puse de pie y extendí mis brazos estirándome—debo empezar a arreglarme.

—¿Te ayudo?

Sonreí acercándome y arreglándole el traje—¿Y arruinar como te ves? Ni loca.

—No me importaría.

Reí—Claro que no.

Lo dejé en mi habitación y me apresuré a darme una ducha, al salir se encontraba recostado en mi cama, había dejado el saco a un lado para evitar arrugarlo. Saqué de mi armario el vestido negro destinado para la ocasión, me maquillé lo más rápido posible y dejé mi cabello lacio caer sin hacerle nada. Pocas veces hacía algo con mi cabello, era Paula quien lo asechaba y me regañaba diciéndome que no le sacó provecho a mi cabellera.

Estuve lista apenas sonó el timbre y salí para abrir. Javier, aunque trató de ocultarlo sonrió al ver de quien se trataba.

—¿Sonriendo por mi idiota? Vine por tu hermosa novia, no te ilusiones.

Carlos se adentró al departamento luego de saludarme y se llevó a Javier molestándolo en el trayecto. Mientras tanto esperé a Paula que llegaba con las manos llenas de regalos.

—Feliz Navidad Oda, te quiero un mundo.

La abracé como pude mientras reía—Y yo a ti.

Tomé a Stella en brazos y saludé a Oscar mirando que al igual que mi amiga traía las manos ocupadas.

—Imagino que casi te obliga a traer toda la tienda en regalos—comenté.

Sonrió—Ya la conoces, que lindo volver a verte.

—Lo mismo digo, adelante.

Cerré la puerta y una felicidad inmensa me llenó el pecho al ver a quienes quería reunidos en esta fecha, y en este lugar como en años pasados.

—Oda, legalo.

Miré a Stella y le sonreí—Claro que si hay regalos pequeña, ahora quiero que conozcas a alguien.

Me acerqué hasta Javier y este de inmediato le sonrió a la pequeña—¿Y esta muñeca?

Stella le sonrió tímidamente y sus brazos de inmediato me rodearon y reí.

—Como me encantan los niños—le dije.

La pequeña miró el árbol y la bajé de mis brazos para que se acercara a este mientras tomaba los regalos que estaban en el piso.

—Es hermosa—comentó.

—Definitivamente, nació poco después de que mi abuela falleciera.

—Siempre he deseado que mi primer hijo fuera una niña.

—Yo también.

Le sonreí y me adentré a la cocina para terminar de arreglar los platos que faltaban, escuché el timbre sonar y a Javier abrirles la puerta a quienes faltaban. Salí dejando los platos en la mesa, Marco me abrazó como si no lo hubiera visto todo el día y saludé a Gonza.

—No pensé que ibas a venir—le comenté.

—Pero aquí estoy—me guiñó un ojo y se alejó cuando Stella lo arrastró hasta el balcón para que le ayudase a ver la ciudad desde allí arriba.

Me acerqué a Javier evitando reírme ante su expresión, al llegar pasó sus brazos por mi cuerpo y me atrajo hacia él.

—¿Celoso? —pregunté.

—No, simplemente no lo conozco.

Sonreí—Gonzalo, un amigo.

—¿Vendrá alguien más? Esa comida huele deliciosa y muero de hambre.

—Ellos son todos, son mi familia. Y respecto a la comida tendrás que esperar un poco más.

Me giré a observar a quienes se encontraban y sonreí mientras la piel se me enchinaba de emociones. Compartir con ellos y reír de lo que contaban era una maravilla, Paula como siempre venía preparada con juegos que nos hacía poner competitivos a todos. Terminábamos riendo a carcajadas y discutiendo entre nosotros. Al final era de menos quien ganaba, más disfrutábamos el proceso.

—Eso fue trampa—comentó Carlos mientras Marco reclamaba su premio.

—Cuidado lloras.

Reímos ante sus comportamientos, no pensé que esos dos iban a ser tan competitivos que parecían niños insoportables, incluso Stella se comportaba mejor que ese par.

Legalos—murmuró la pequeña haciéndonos reír a todos.

Cuando creces te das cuenta de que no hay mayor ilusión de niño que los regalos de navidad, pero conforme va avanzando el tiempo lo material pierde sentido y vale más el compartir que los regalos, pero a esa edad nadie lo entendía.




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