Jueves 1 de febrero del 2024
—¡Oda! ¡Oda!
Las risas retumbaban en el aire como en aquellas películas que te avisan el final ya cercano, risas que se desvanecían con los minutos cuando los latidos son más fuertes por querer seguir intentándolo.
"Un poco más" rogaba.
Este era mi final.
Corría detrás de mi pequeña Stella. Segura estoy que con el paso del tiempo este momento será solo un susurro de su vida, un recuerdo borroso que el tiempo habrá hecho desvanecer y que a duras penas logrará recordar siendo mayor pero no importaba, nada importaba hoy día.
—¡Te atrapé! —exclamé arropándola con mi cuerpo y acostándonos en el césped.
Quedó abrazada a mi mientras respirábamos cansadas tratando de recuperar el aire arrebatado hace algunos segundos por nuestros juegos. Hoy el cielo estaba en todo su esplendor y brillaba como ningún otro día.
—Hoy el cielo esta divino ¿Verdad pequeña?
—Sí.
—Cuando no esté a tu lado mira allá arriba y sonríe, que ahí te estaré viendo.
—¿Pedes ver aliba Oda?
Sonreí—Claro que puedo pequeña, no ves que soy asombrosa.
Empezó a hacerme cosquillas con su poca fuerza y me retorcía en el césped riendo e inmortalizando este recuerdo en mi mente. Ella aún no sabía muchas cosas, pero de algo deberá estar segura en un futuro.
Ella estará segura de que la amo, porque estas letras se lo dirán.
Te amé Stella desde que tu pequeña mano envolvió mi dedo supe que te amaría de ahí en adelante. Te amo desde que llegaste luego de una pérdida y me dijiste aún sin palabras de que la vida continuaba y había que sonreír por lo que venía, te amo Stella de aquí hasta aquel cielo impetuoso.
Me senté junto con ella en brazos al lado de su madre quien nos miraba la ropa sucia con sufrimiento, pero ella sabía que la suciedad era lo de menos a diferencia de los recuerdos.
—¿Deseas revolcarte con nosotras Pau? —le propuse.
—No, gracias. Estoy bien aquí sentada y relajada.
Reí levantándome y dándole un último abrazo a Stella.
—Me tengo que ir, gracias por el almuerzo.
—¿Tan pronto? No te vayas, quédate hasta la cena—aquel rostro que me convenció quedarme por muchos años no podía hacerlo ahora.
Ya no puedo quedarme más Pau, ya no.
—Tengo muchas cosas que hacer antes de que acabe el día— me excuse.
Le abrí mis brazos para estrecharla junto a mi queriendo quedarme en este abrazo para siempre, tuve que apartarme cuando la estreché de más y me golpeó por aquello.
—Eso dolió—me quejé.
—El abrazo también.
Claro que dolió aquel último abrazo.
—Te amo Paula, dese que me trataste mal.
—¡No te traté mal!
Reí—Sí que lo hiciste, pero ya no hay rencores.
Sonrió—También te amo Oda, nos vemos pronto.
Sonreí—Nos vemos pronto.
Te amo Paula, desde que me trataste mal aquella tarde en la audición. Te amo porque nunca me has abandonado, te has quedado siempre a mi lado, me has cuidado como una madre siendo mi mejor amiga. Te he amado Paula desde que me abrazaste aquella noche cuando me derrumbé frente a aquel ataúd y me dijiste que nunca me dejarías sola. Te amo y nunca lo olvides.
Miraba mi alrededor inmortalizando cada rincón de la casa, cada momento y cada risa. A mi mente venían sus gritos cuando rompió fuente y a Stella corriendo para recibirme.
—¿Te vas? —Oscar me miraba desde el sillón con un libro en mano.
Le sonreí acercándome—Ya es hora—le di un abrazo que pocas veces le daba—Cuídalas mucho.
Me guiñó un ojo—Siempre, son mí vida.
Salí de su hogar y mientras esperaba en la acera a que pasara un taxi unos brazos me rodearon por detrás y sonreí al sentir quien era.
—¿Necesitas a tu conductor de confianza?
—¡Gonza!—lo abracé recordando nuestro primer abrazo.
—¿Deseas que te lleve a algún lugar?
—No gracias, solo cuídate y recuerda que te quiero.
—Y yo a ti pequeña, cuídate.
Me acompañó hasta que un taxi se detuvo y lo miré alejándome de aquel lugar despidiéndome de él.
Te quiero Gonza, desde el primer momento que me trajiste un café derramándolo encima y desde que buscabas cualquier manera para hacerme enojar, te quiero un montón y por favor, abre ya aquel restaurante que tanto anhelas y no esperes para mañana que puede ser tarde.
Miraba las calles de la ciudad y sabía que la vida continuaría para ellos después de todo. Yo no me iba, yo me quedaba en ustedes, en sus recuerdos, memorias y risas. En el eco de los pasillos y lugares que compartimos y recorrimos. Me quedo en su cariño, amor y aprecio que sé que me tienen porque a través de los años me lo han demostrado.
Y nunca, pero nunca podremos equivocarnos cuando alguien nos quiere. Porque sus acciones y miradas hablan por sí solas.
Y es que el amor va más allá de una palabra, las acciones te lo gritan todo cuando es verdadero, cuando no se esconde ni se miente. El amor es más que unas flores que se marchitarán en un mes, el amor está cuando lo vez aún sin poder mirarlo.
Raro ¿No?
Y si te amo es porque lo siento, no porque lo intento.
Bajé del taxi encaminándome hacia aquel edificio donde esperaban las últimas personas que se habían quedado con mi cariño estos meses. Al salir del ascensor él me miró y me guiñó un ojo, se estaba arriesgando a muchas cosas al ayudarme con mis ideas y ya sabía cuánto lo quería desde los primeros días.
Toqué la puerta vecina hasta que Javier me abrió—¿Hay lugar para mi esta noche?
—Hoy y todas las noches.
Me adentré a aquel departamento sonriendo al mirar los cuadros, no me iba porque me quedaba en mi arte, en las letras y en los colores.
Miré su habitación mientras me cambiaba la ropa sucia por una limpia de él, el blanco de su departamento traía calma y sabía que luego de irme, con los meses le traería calma a su vida.
Aquella tarde y noche fue maravillosa, bailamos a petición mía y él haciéndome feliz bailó a mi lado los minutos necesarios hasta que los pies se nos cansaron. Nos tumbamos en el suelo riendo y hablando de nuestros últimos días sin vernos. Hicimos el amor demostrando lo que sentíamos, cocinamos juntos y aunque usé la cebolla como excusa lloraba por mucho, lloraba por todos y lloraba por mí.
Editado: 09.10.2024