Letras Perdidas En Esta Ciudad

Muero en vida y revivo entre letras

Han pasado pocos días desde que tuve que despedirme de quienes amo, segura estoy que en este momento nos están buscando en cada rincón de la sociedad por respuestas a Marco, Carlos y a mí.

Respuestas que obtendrán después, unos cuantos días después de acuerdo a como avance mi enfermedad.

Admito que escribir este último capítulo se siente totalmente diferente a los anteriores estando acostada en esta cama de hospital a donde he tenido que regresar siempre, y donde seguros estamos todos voy a morir en unos días.

Es un poco divertido como mis viajes nunca fueron de disfrute, aunque los hubiera deseado, eran de controles médicos, chequeos y miles de pastillas e intravenosas que me regularían por las próximas semanas hasta regresar a este lugar.

El pitido de la máquina que anunciaba mi vida era terrible, la intravenosa en mi mano me impedía escribir en este momento pero necesitaba culminar mi parte en este lugar antes de la carta.

Se que la pregunta de muchos en este momento es: ¿Qué tengo? ¿Cuál es mi enfermedad?

Tengo Distrofia Muscular de Becker detectada a mis quince años aun cuando mi abuela vivía y sobrevivía a su última etapa del cáncer. Fue Marco quien empezó a notar cambios y luego de miles de exámenes y chequeos médicos llegaron a este resultado.

Desde ese momento mi mejor amigo cuidó más a mi abuela y a mí de nuestras enfermedades.

La Distrofia Muscular de Becker es un trastorno de origen genético que reduce progresivamente el volumen de mis músculos y los debilita. El corazón es un musculo y el mío ya cansado de luchar se está rindiendo. Podría tener una cirugía, pero con mi estado ya deteriorado y con cinco años de lucha sería imposible salir viva del quirófano.

Así que he decidido no entrar a quirófano y vivir hasta que el corazón se canse.

El día que llegué aquí junto a Marco a mi lado fue difícil.

Apenas llegué a esta habitación las emociones me debilitaron generando que me internaran de inmediato, me habían mantenido sedada por unos días hasta esta tarde donde había podido abrir mis ojos y encontrarme con el ser que me ha acompañado desde siempre.

—¿Por qué los resultados cambiaron? —me preguntó entre lágrimas y sollozos.

Aquella pregunta de su parte me rompió el corazón, se suponía que él debía saber el porqué, él era el médico. Y aunque por dentro mis emociones también morían no podía dejarlo en esta tierra con dudas, miedos y culpa.

—Porque así es la vida Marco, y no podemos cambiarla. Hay que aceptar que la mía termina aquí y saber que tuve una feliz y linda vida.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas y las mías ya no las podía contener. Marco quien había perdido a mi lado a nuestra abuela ahora me perdía a mí, lo habíamos dejado solo las dos.

—Eres un excelente médico, nunca lo olvides—se lo recordé como siempre lo había hecho.

—No te vas a ir aún, necesito que cumplas la apuesta de tu cumpleaños.

Ambos reímos ante aquello, se mantuvo el resto de los días a mi lado y trayéndome comida que le pedía. Por las noches cuando no podía dormir y el me creía dormida lo escuchaba llorar desconsolado mientras miraba a través de la ventana de la habitación.

Vas a ser feliz después de esa desolación, ten seguridad de esto.

Han pasado unos cuantos días desde que estamos acá ya he perdido la cuenta en fecha para el libro y siento como cada vez mi corazón demanda más apoyo de una máquina, mis piernas ya débiles necesitan ayuda y aún con las pocas fuerzas me aferro a escribir esto, cada capítulo creo que tiene menos energía y letras por completar.

Me he aferrado a ver la vida de una manera diferente desde hace cinco meses, me he permitido sentir, reír, bailar y llorar ignorando por el día lo que tengo, ya por las noches en aquella habitación cerrada me refugiaba y me cuidaba a mí misma.

He tenido que ser fuerte en las noches donde nadie sabía lo que tenía y ocultar el respirador que me apoyaba cuando el aire no era suficiente en mis pulmones como debía de serlo. Se me es imposible no reír ante el cómo oculté mi enfermedad a las personas cercanas a mí, cómo mis viajes a este hospital se volvieron apuestas y cómo aquella habitación una mentira.

Alcé mi rostro cuando Carlos se adentró a la habitación y le regalé una sonrisa sincera.

—Misión cumplida señora—se detuvo a los pies de la cama con los brazos pegados a su cuerpo tal cual militar haciéndome reír.

No pensé que además de Marco le contaría a alguien más lo que tenía, pero Mercy aquella señora del parque fue la primera y de ahí le siguió Carlos. Necesitaba un cómplice que entregara mis cartas, mis cuadros y que se encargara un poco de este libro.

Si el libro salió a la luz ha sido gracias a él y a Javier, que pronto va a desempeñar un papel importante.

—Gracias por todo—le dije.

—¿No vas a preguntar por ellos? —se sentó a mi lado en la cama.

Sonreí—Estaré mejor si no lo hago.

El motivo más grande por el que oculté mi enfermedad fue por la tranquilidad que necesitaba, no deseaba que me trataran de manera diferente, que me miraran con lástima o que mis logros sean respaldados por un informe médico. Tenía esa necesidad de que todo solo fuera por mí, por Odalys y no por Odalys y su enfermedad terminal.

Me marcho del plano terrenal muy joven ante las estadísticas de mortalidad del país, pero me voy con una calma y tranquilidad que pocos poseen. No tengo cargos de conciencia por ocultar esto a quienes quiero porque sé que lo entenderán con el tiempo. Les costará unos cuántos meses y luego aprenderán a soltarme y a seguir con la vida.

Porque la vida continuaba después de todo.

—¿Ya les dije que deseo en mi lapida? —comente una tarde tranquila cuando el sol ya se ocultaba.

No pude evitar reír cuando ambos me miraron decaídos y yo emitía mi comentario de una manera casual.




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