Letzter stand

Introducción

Una fatídica noche

12 de enero de 1948, 3:46 am, Central de investigación nazi LETZTER STAND:

  • Tío, ¿Larry dónde cojones está Tomás? - Dijo Max en plena noche de guardia
  • Creo que se ha ido a la cafetería.
  • Hijo de puta, ¡lleva dos horas!
  • Ya pero le dije que nos cojiera algo.
  • Ese cabronazo estará intentando coger algo de la máquina expendedora sin pagar.
  • Un clásico.

Suena un ruido ensordecedor trás una puerta con las siglas:

SOLO PERSONAL AUTORIZADO

  • Max, qué coño ha sido eso. - Dijo Larry asustado
  • Ni puta idea pero parece molestar a los animales.
  • Yo voy. - dijo Larry finalmente determinado
  • Me parece bien, Larry. - Afirmó Max dándole permiso a su compañero

Se abre la puerta para dar paso a un grito desgarrador

Martinez que llegó hace dos semanas de la universidad de Alemania, lo escucha y decide bajar al almacén de activos. Ve a una criatura de dos metros devorando la cabeza de uno de los guardias desde dentro metiendo las fauces en donde debería situarse el cuello.

Tras ellos el otro guardia cogió su rifle de dardos e intentó darle… y…falla…

-Gilipollas- susurró el científico.

El guarda tembloroso recargó el rifle… y… acierta.

El científico lo celebró silenciosamente.

El animal se arranca el dardo y levanta la cabeza decapitada y aun con trozos de cerebro entre los irregulares incisivos se abalanza contra el guarda.

Mientras el guarda grita y solloza trata de zafarse de la criatura con los brazos, esta se aburre y le parte el antebrazo llevando consigo la mitad de este.

  • ¡Toma esto hijo de puta! - Dijo Tomás llegando de la cafetería golpeando al animal con un extintor.

Este, enfurecido se abalanza contra él guarda para destriparlo mientras lo arrastra por el suelo dejando un rastro de sangre

  • Me cago en todo - dijo el científico aún perplejo para acto siguiente huir de la escena.

Max trata de hacer lo mismo arrastrándose por el suelo cosa que no le gusta al animal el cual al instante desnucó a Tomás y se dirigió hacia el malherido al cual deja paralítico clavándole una garra en la columna.

  • Mierdaaaaa - Balbucea Max deseando que todo termine pronto pero no es así. La criatura lo dejó tirado agonizando para cazar al científico.

Martínez llegó a la puerta de salida más próxima y mientras buscaba la tarjeta de seguridad recordó algo: Él se había dejado su tarjeta en la oficina.

  • ¡Mierda, mierda, me cago en todo! - gritaba el científico golpeando el lector de

tarjetas con el letrero: RECORDATORIO, NO SALIR DE LAS INSTALACIONES SIN PASAR LA TARJETA DE SEGURIDAD. SISTEMA DE SEGURIDAD ACTIVO 24/7.

A no ser que Martinez quisiera experimentar una cantidad de narcóticos suficiente como para dormir a un rinoceronte tendría que conseguir una tarjeta y como si fuera un ángel. Robert pasó corriendo por el pasillo del otro lado con una tarjeta en la mano.

  • Hola Martínez, nos han ordenado evacuar, ¿sabes algo? - Dijo Robert inconsciente

de lo que les aguardaba.

  • Si, un activo se ha fugado, ha asesinado a tres de los guardas y creo que se dirige hacia aquí - Mencionó Martínez con prisa por escapar
  • Que activo, novato? - Preguntó Robert con terror en su voz

Se escuchó un rujido entrecortado simulando una risa casi al unísono que Martinez decia:

  • No lo sé, es un activo del cual no se me había informado.

Robert dejó de esconder su miedo e intentó insertar la tarjeta con manos temblorosas mientras balbuceaba:

  • Bult Rache, Bult Rache, mierda, el Bult Rache
  • ¡corre, corre! - pensaba el novato a pesar de no decir nada para no estresar a

su compañero.

Se escuchó otro intento de risa mientras la luz de la luna reflejaba sobre la pared del fondo la cabeza de la bestia. De repente, con una frialdad y seriedad inhumanas, Martinez se impacientó hasta el punto de arrancarle de las manos la tarjeta a su compañero y abrir la puerta sin presentar temor alguno.

Robert perplejo no tuvo tiempo de reaccionar y la criatura lo agarró del tobillo, Martinez respiraba estresado viendo como Robert gritaba súplicas y trataba de agarrarse al cemento liso hasta el punto de que le sangraron las manos mientras el animal lo arrastraba hasta el fondo del pasillo.

Martinez no se quedó a escuchar los gritos de su superior, bajó la escalera de mano hacia el bote y arrancó motores mientras la criatura emitía un chillido de frustración que él jamás olvidaría.

Horas después frente al amanecer en medio del mar se dió cuenta de que el bote en el cual se encontraba tenía espacio para evacuar a todo el mundo y que por tanto debía de ser el único en la central, no lo sabía porque el próximo simulacro era la semana que viene por tanto seguramente había sentenciado a sus compatriotas.




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