Liamdaard 2 - Los Viejos Compañeros (completo)

Capítulo 26: El amanecer de un nuevo comienzo

Los escalofríos hacían cosquillas en el aire de la mansión. Escalofríos de agresividad, de ira, de poder, de venganza. Los deseos de matar y la sed de sangre de los hombres lobo ahogaban a la bruja. Ya no había ninguna escapatoria, la lucha era inminente; un enfrentamiento mortal entre la bruja y una horda de lobos rabiosos. Alimentados por el efecto de la luna llena, la rabia los volvía locos; bestias salvajes en presa de sus más bajos instintos. La violencia se convirtió en su único lenguaje.

 

Ima estaba calmada, con gotas de sudor en las sienes. Rodeada de adversarios implacables, todos sedientos de venganza. Entonces ella también, se donaba a sus más bajos instintos de supervivencia. El combate parecía estar perdido de antemano. La batalla se anunciaba difícil, áspera, violenta, rápida. Sin embargo, no retrocedía. Estaba impasible, acechando, esperando la ocasión de atacar, de perturbar a los hombres lobo. ¿Quizás lograría escapar? La bruja estaba sola, por supuesto, pero no dejaba de ser peligrosa.

 

— Quiero saber por qué nos atacaste. ¿Por qué mataste a mi familia, a nuestras familias? — preguntó Sabo a Ima con una voz chillona.

 

— Los hombres lobo se han convertido en los lacayos de los vampiros ahora. Aidan no quería hacer el trabajo sucio de matarme él mismo, así que te dio este labor. Qué patético. Pensé que eran una raza fuerte que no recibiría órdenes de nadie. — respondió la bruja de un tono provocador.

 

Esperaba que sus palabras pudieran desestabilizarlos, pero no. Los hombres lobo la odiaban demasiado como para darle importancia. Todos estaban listos, listos para atacar, listos para saltar sobre ella, pero permanecían en guardia, atentos. El oponente estaba solo, por supuesto, pero su instinto animal sentía un peligro inminente emanando de ella.

 

— Estamos aquí para vengar a nuestros semejantes que asesinaste cobardemente. ¿Por qué? ¿Por qué nos atacaste? — replicó Sabo.

 

— Déjame pensarlo. Ah sí, fue por mis experiencias. Realmente me han sido útiles. — dijo Ima con una sonrisa malvada.

 

— ¿Experiencias? ¿Masacraste a los míos sólo para hacer experiencias? — respondió furiosamente el alfa supremo.

 

Sus ojos brillaban con un rojo ardiente, un rojo funesto. Temblaba de ira. Sus manos se deformaban. Sus dientes se transformaban en colmillos mortales. Su transformación había comenzado. La atmósfera se volvió sangrienta, sofocante, y mortífera. Los hombres lobo se cedían simplemente a la rabia; una rabia pura y siniestra.

 

— Les doy la oportunidad de seguir con vida. Únanse a mí y no tendré que matarlos en este momento. En cuanto a Aidan y sus amigos, van a morir. Pero los dejo la opción de no conocer el mismo destino que ellos. — dijo Ima.

 

La bruja hablaba de un tono tranquilo, pero tan arrogante. Rodeada por los once lobos, permanecía calmada, condescendiente, inalterable, sin dejar rastro de miedo, ni señales de intimidación en su rostro, ni rastro de miedo. Ella todavía creía en la posición de fuerza. ¿Era la inconsciencia, la locura o quizás era lo suficientemente poderosa como para enfrentarlos a todos? La luna llena, la luna sangrienta todavía brillaba en el cielo. Y las palabras de la bruja provocaron una crisis furiosa en sus adversarios. Sus transformaciones se hicieron en un instante.

 

— No entiendes nada, eres tú quien va a morir esta noche, Ima. — gritó Sabo, la voz llena de odio. — Déjenme arreglar esto solo, quédense atrás. — ordenó a sus compañeros.

 

Sarron y su manada retrocedieron, dejando que el lobo plateado se enfrentara solo a la bruja. No estaba seguro de que Sabo pudiera derrotar a Ima, todavía era joven, sin demasiado gran experiencia en combate, frente a una bruja poderosa, experimentada; pero confiaba en él y creía en la fuerza de la luna ensangrentada.

 

— De esta manera, quieres luchar en duelo contra mí. Todavía no sé si se trata de la arrogancia o simplemente de la estupidez. Con tus secuaces, podrías tener la oportunidad de vencerme, pero ahora vas a perder. — le dijo Ima con tono siniestro.

 

Sin dudarlo, el alfa supremo atacaba a la bruja. Era vivaz, fuerte, poderoso, rápido. Cada golpe era fatal. Pero su adversario esquivó cada uno de los ataques, dando vueltas en la arena de combate. Sabo dio un salto adelante, lanzando un golpe de garra. Su ataque fue bloqueado. Un escudo de hielo se levantó entre él y ella. Sabo arrojó el escudo de golpes. Lo golpeaba una y otra vez, pero nada. La defensa de la bruja permanecía firme, inquebrantable, no debilitándose a pesar del poder del lobo. Sin embargo, Sabo se arqueaba. Lo atacaba por todos los lados, buscando una brecha, una abertura, una debilidad; pero nada. El escudo era sólido.

 

´— Desperdicias tu energía. No puedes romper mi defensa. Abandona. No podrás vencerme así. — dijo la bruja.

 

El alfa supremo gruñó de rabia. — Tampoco tú ganarás si no haces más que defender. — respondió.




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