- Ustedes también la sienten, ¿verdad? - preguntó Aidan repentinamente.
Todos estaban despiertos, de pie, con las miradas fijas en la misma dirección; y a pesar de la fatiga y la lucha feroz que les esperaba muy pronto, no podían dormir esa noche.
Necesitaban, por supuesto, del descanso, del masaje revitalizador de un sueño beneficioso, sin embargo algo los impedía.
Una ola de energía siniestra y maligna se había extendido sobre la ciudad; auras gangrenadas aun más oscuras y violentas que las de las criaturas más monstruosas de este mundo.
- Imposible no sentirla. - respondió Sabo.
Pero no la reconocían. Esta energía les era desconocida. Podían sentir toda la oscuridad y la crueldad de estos seres, ciertamente, pero era imposible determinar su naturaleza. ¿Quiénes podrían ser?
- ¿Qué son esas cosas? - preguntó la princesa élfica de un aire serio.
Un silencio se posó sobre ellos. La duda, la confusión, la inquietud, el miedo ante lo desconocido, pero también la curiosidad, un sentimiento de aventura. Una búsqueda de conocimiento y supervivencia.
Estos seres no eran aliados, ni buscaban una coexistencia pacífica. Eso se podía sentir en la energía invasora que emanaba de ellos. Eran adictos a la violencia pura y cruel, eran criaturas insaciables en busca de combate, destrucción y caos. Servidores de la muerte.
- ¡No! ¡No puede ser Verdad! Eso no puede estar pasando ¡Estas criaturas no deberían poder entrar en este mundo! - ¡Murmuró Melfti con una voz temblorosa.
La joven bruja se quedó inmóvil. Con los ojos abiertos de miedo, de estupor y gotas de sudor le cerraron las sienes. Ella estaba perturbada; el pánico resonaba en su voz y la desesperación se leía en su rostro.
Abruptamente, las miradas se dirigían a ella. Meltfi se volvía entonces el centro de atención, la respuesta a la pregunta que todos se hacían.
- ¿Sabes quiénes son, verdad, bruja? Entonces, dinos, ¿qué son esas cosas que te dan tanto miedo? - preguntó Aidan con tono grave.
En efecto, ella lo sabía.
Las brujas de la noble línea Naxel eran las guardianas de una de las llaves del portal. Y cuando Ema destruyó a Mortka y robó su cristal de energía, también rompió uno de los sellos. Una de las cerraduras estaba abierta. Lo que era una vergüenza para la joven bruja. Su linaje había era la primera en fracasar en su misión. Desde entonces, todo el mundo estaba en grave.
- Me gustaría saberlo también. - manifestó Sabo con impaciencia. -¿Quiénes son esas criaturas que no deberían poder entrar en este mundo?
Melfti levantó la cabeza y miró los rostros de todos que la rodeaban. Todos estaban ansiosos por escuchar su respuesta. Luego tomó una gran y larga respiración, poniendo orden en sus pensamientos. Los demás también tenían derecho a saberlo, ya no era necesario ocultarlo, sus vidas también corrían el mismo peligro.
- Está bien, les diré quienes creo que son y lo que sé de ellos.- tomó una pausa - Estas criaturas no son del mundo de los vivos, al menos eso es lo que me contaba mi familia, son... -
*******
Rose se despertó suavemente. Una brisa fresca y agradable acariciaba su piel. Abrió lentamente los ojos, explorando cuidadosamente sus alrededores y vio que no conocía este lugar. Una pizca de duda se insinuó en ella.
Se encontraba recostada en un vasto campo de flores de una belleza mágica, escondida sobre un cielo despejado tan resplandeciente. Nunca hanbia visto un lugar de tal esplendor.
Y, sin embargo, permanecía en calma a pesar de las dudas y la confusión que halagaban su mente.
Allí, se recordó que había sido perseguida y golpeada por el poder mortífero de una criatura infernal. ¿Estaba muerta? Ya que Rose misma estaba convencida de ello. A pesar de eso, ella permanecía tranquila, impasible.
Los interrogantes invadían su mente. - ¿Dónde estoy? - se preguntó.
¿Qué era ese lugar? ¿Era lo que recibían los cazadores después de la muerte? ¿Un paraíso? ¿El descanso y la paz absoluta?
La joven cazadora se sentía calmada, contenta, como si le quitaran una pesada carga sobre los hombros. Así que se quedaba tumbada, saboreando el momento, admirando el hermoso cielo que yacía ante sus ojos. Todas sus penas, sus dolores, sus dudas, sus enemigos, sus miedos... todo había desaparecido.
Su lucha había terminado, eso era, al menos, lo que creía.
¡Allí! Voces, se oyó murmullos lejanos llevados por la brisa; una advertencia.
Rose se levantó y se sentó. Los susurros persistían, haciéndose cada vez más fuertes. Miró a su izquierda; el paraíso de flores se extendía hasta donde podía ver. Pero a su derecha, a pocos metros, había un bosque. Las voces parecían venir de allí.
Entonces la joven cazadora se levantó y, dejándose llevar por la curiosidad, perseguía los susurros.
No estaba sola. Había otras personas en ese hermoso lugar. Un fuerte sentimiento llenó su corazón: la esperanza. Si este lugar fuera realmente el paraíso de los cazadores, quizás encontraría caras familiares. Oh, como se moría por ver de nuevo a su abuela, Rosie.
A medida que avanzaba, los susurros se hicieron más claros.
- "¡Vete ya! ¡No debes quedarte aquí! TU no perteneces a este lugar..."
Una acogida no demasiado calurosa, claro, pero, ignorando las advertencias, Rose avanzaba sin la menor vacilación.
Con el corazón ligero, sus emociones estaban en su apogeo. Impaciencia, curiosidad, esperanza, y alegría también. La joven cazadora vivía un momento excepcional. Ya no sentía miedo, dudas, incertidumbres, tristeza o arrepentimiento. Para la primera vez de toda su existencia, su alma se ahogaba en una felicidad abismal y liberadora.
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Editado: 22.07.2024