Liamdaard 4 - Rivalidad

Capítulo 8: Morgral, el Eclipse Eterno

La tensión se instaló como una presencia invisible pero opresiva, aplastando sus hombros bajo su peso inasible. Cada crujido de los árboles circundantes parecía amplificar el silencio denso que envolvía al pequeño grupo. Los rostros, bañados por la pálida luz de la luna a través del follaje, delataban expresiones de terror, incertidumbre y una angustia palpable. Todos contenían la respiración, pendientes de las palabras de Dieltha, conscientes de que cada sílaba podía sellar su destino.

Dieltha tomó una profunda inspiración, sus ojos brillando con un fulgor sombrío. Se enderezó lentamente, como si el peso de sus palabras amenazara con aplastarla bajo su propio peso. -Se trata del Señor de la Sombra,- murmuró finalmente, su voz apenas un susurro, pero lo suficientemente claro como para helar la sangre de todos los presentes.

Un escalofrío recorrió a la asamblea. Melfti, con los ojos desorbitados por el horror, retrocedió instintivamente, como si las palabras mismas tuvieran el poder de quemarla. -Lo llaman Morgral, el Eclipse Eterno... Fue encarcelado hace siglos,- balbuceó, su mente luchando por aceptar la magnitud de la amenaza que se avecinaba.

Dieltha asintió con la cabeza, compartiendo la preocupación de Melfti. -Es él. El creador, el padre de todas las criaturas de la sombra: vampiros, hombres lobo, demonios, wendigos y tantos otros... Su poder supera nuestro entendimiento. Si logra liberarse, no solo buscará recuperar sus creaciones, sino también vengarse de quienes lo encarcelaron.-

Sabo, el Alfa supremo, permanecía inmóvil, incapaz de disimular su asombro. Sus ojos dorados, habitualmente tan seguros, ahora traicionaban una profunda confusión. Las palabras de Dieltha resonaban en él como un eco discordante. -Morgral... ¿El padre de las criaturas de la sombra? ¿Pero qué significa eso? ¿Quién es realmente?- preguntó finalmente, su voz ronca llevando el eco de su desconcierto, lo cual también perturbó visiblemente a sus guardaespaldas.

La bruja estaba demasiado conmocionada para responderle. Entonces, el elfo prosiguió:

"En los albores del mundo, Morgral, entre los dioses primordiales, modeló las extensas tierras salvajes y pobló las tierras nacientes con diversas criaturas. Pero mientras las civilizaciones humanas florecían, creció en él una amargura frente a su crueldad hacia los más débiles y vulnerables. Rechazado por los mortales, se convirtió en el protector discreto de los oprimidos, de las víctimas de los abusos humanos.

Profundamente decepcionado por la humanidad, Morgral tomó una decisión radical: engendró demonios, vampiros, hombres lobo y otras criaturas de la sombra. Su propósito era castigar a los hombres por sus pecados, invirtiendo los roles: los opresores se convirtieron en oprimidos. Pero sus creaciones, impregnadas de su rencor y su ira, escaparon de su control. A través de los siglos, sembraron el terror, reclamando vidas inocentes tanto como culpables.

Mientras Morgral se hundía en las tinieblas de su propia creación, los dioses y seres míticos se reunieron. Conscientes de la creciente amenaza que representaba para el equilibrio del mundo, sacrificaron una parte de su poder para encarcelarlo para siempre en su propio inframundo. Se forjaron siete llaves, cada una confiada a una facción o individuo capaz de preservar la frágil armonía entre la luz y las tinieblas. Las brujas de la línea Naxel, guardianas de la magia antigua y la sabiduría oculta, fueron designadas para proteger una de estas llaves. Su tarea sagrada consistía en mantener el sello intacto, asegurando que Morgral permaneciera cautivo para siempre.

Mientras tanto, los Dioses dragones, protectores celestiales de la creación, crearon a los cazadores. Su misión era perseguir a las criaturas de Morgral, evitando así que su señor de las sombras destruyera el frágil equilibrio del mundo. Guiados por la sabiduría de los dragones y armados con poderes divinos, los cazadores velan por los reinos de los hombres, listos para combatir cualquier amenaza que emane de las tinieblas."

-Al menos, así nos lo enseñan los textos antiguos,- concluyó Dieltha.

Después de escuchar la historia de Morgral, Sabo, el Alfa supremo de los hombres lobo, sintió una mezcla compleja de emociones. Primero, el asombro y la fascinación se entremezclaban mientras absorbía los relatos de los tumultuosos orígenes de las criaturas de la sombra. Como uno de los hijos de Morgral, una conexión profunda lo unía a esta antigua y oscura historia, cada palabra despertando en él una comprensión instintiva de la visión de su creador.

-Es increíble...- murmuró Sabo, sus ojos dorados brillando con un fulgor intenso. -Estos relatos, resuenan en mí como una parte de nuestra propia historia.-

Sabo comprendía la visión de Morgral, esa amargura creciente ante la crueldad de los humanos hacia los más débiles y vulnerables. Como protector de los oprimidos, había sentido desde hacía mucho tiempo la injusticia que corroía el alma de Morgral y motivaba su creación de los demonios y otras criaturas de la sombra. El rencor y la ira de Morgral, aunque justificadas, habían dado lugar a seres impregnados de esas mismas emociones destructivas, volviéndolos incontrolables y devastadores.

-No lo comprendieron...- continuó, un ligero gruñido perforando su voz. -Morgral respondió a su crueldad con la nuestra. Pero nuestras creaciones, se convirtieron en mucho más que instrumentos de venganza. Se convirtieron en nuestra carga.-

Las palabras de Dieltha resonaban en él, revelando la verdad de que los humanos, en su arrogancia, habían sembrado las semillas de su propio tormento.

-Los humanos...- murmuró Sabo, sacudiendo la cabeza con una tristeza velada en sus ojos. -Juzgan y condenan lo que no entienden. Siempre buscando dominar, creyéndose superiores. Es como si hubieran creado sus propios demonios.-

Los demás miembros del grupo escuchaban a Sabo con una intensidad palpable, sus rostros marcados por una mezcla sorprendente de fascinación y burla. Algunos asentían con la cabeza, reconociendo la profundidad de sus palabras y la conexión que compartía con Morgral. Otros, sin embargo, esbozaban sonrisas sarcásticas y mantenían una distancia escéptica respecto a la idea de criaturas míticas y la historia antigua.




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