Liamdaard - Un nuevo amanecer (completo)

CAPÍTULO 4: La resolución de Aidan

El bosque estaba devastado, con una gran parte destruida. Las llamas destructivas y débiles, a punto de extinguirse, luchaban por sobrevivir. Un calor intenso impregnaba la atmosfera. A cada paso, el mayordomo sentía el aire que se hacía más pesado, calentarse a su alrededor. Árboles rotos; trayendo las huellas de las quemaduras aún calientes, las rocas derretidas, las marcas de fuego sobre el suelo, y una brisa ligera, levantando un polvo ceniza, se extendían ante sus ojos. La vista lo sofocaba. El desastre le asombraba.

 

¡Y allí! Solo, congelado, en medio de aquel caos, Aidan estaba de pie, con las miradas aún dirigidas hacia la expansión celestial y perdido en sus pensamientos. La nostalgia; una tristeza profunda y atroz; la ira, una rabia intensa, enarbolaban su rostro, dejando escapar una sensación amarga y amenazadora. Y la determinación también. Las ruedas del destino de Aidan se habían lanzado y él ya había comenzado el camino.

 

— ¿Qué ha pasado aquí? — Assdan se quedó sin aliento.

 

Sus pasos se volvían pesados, más lentos, luego se detuvo, observando al príncipe vampiro en silencio. La duda le asaltaba la mente, pero una cosa estaba clara. Hace poco, sólo unos minutos antes, este lugar había sido el escenario de una batalla decisiva para su amo. Estaba seguro de ello. Lo sentía. Lo veía, porque el bosque se lo atestiguaba. Pero ninguna respuesta, Aidan no dijo nada. Permanecía tranquilo, él estaba en otra parte, revoloteando todavía en los recuerdos de Dergon. Su fatalidad se dibujaba en su mente.

 

— Assdan, tomé mi decisión. — habló con un tono grave. Una pizca de confusión atravesaba la mente del mayordomo. No entendía nada de lo que significaba esas palabras, pero Aidan aún no había terminado. — Voy a destruir este mundo. — afirmó el reencarnado de una voz siniestra.

 

¡He aquí una respuesta sorprendente e inesperada! Asombrado, Assdan se paralizó. El estupor le hacía cosquillas. Sus pensamientos vacilaban, tratando de entender, buscando una lógica, una respuesta. ¿Cómo Aidan llegó a esto? ¿Qué sucedió realmente en esa selva, en esa colina? La confusión lo estaba ganando. Pero otra evidencia vino a él. Aidan no era el mismo, había madurado. Su mirada, su aura, su voluntad estaban impregnados de convicción. La madurez, el carisma, la determinación, la resolución lo envolvían. Lo que hubiera pasado, lo que él hubiera podido vivir en ese bosque, lo había cambiado, dando vida a un monstruo presa de una ambición insensata.

 

— No sé qué le pasó aquí, amo, pero me gustaría saber ¿por qué quiere destruir el mundo de repente? — le preguntó.

 

Hubo un silencio, seguido por una larga inspiración y exhalación. El príncipe vampiro saboreaba el momento, dejando disipar sus últimas dudas. Una brisa ligera, agradable, pero a la vez inquietante recorría el bosque. El momento pasó y Aidan se volvió hacia Assdan.

 

— Este mundo injusto, cruel, asolado por guerras inútiles, debe desaparecer. Debe ser exterminado para dar paso a un mundo de paz en el que todas las razas aprendan a tolerarse. Por eso decidí arrasar este mundo por todos los medios. — manifestó Aidan.

 

Sin vacilación en la mirada, el príncipe vampiro hablaba en serio. Estaba decidido, listo para emprender esta loca aventura. Assdan lo sentía. Su amo había tomado su decisión y nada parecía poder hacerle cambiar de posición. Aidan había encontrado su camino, una meta a alcanzar. ¿Pero era eso solamente posible? El mayordomo estaba seguro de ello ahora. Pase lo que pase, el príncipe vampiro seguiría este peligroso camino sin dudarlo.

 

— Ahora entiendo mejor lo que quiere decir. Es una ambición loable, pero me temo que es algo difícil incluso imposible. —

 

Assdan estaba deslumbrado ante la voluntad de Aidan. Sin embargo, hablaba con un tono impasible. Seguía siendo objetivo, realista. Liamdaard había sido la cuna de la guerra durante siglos. Mucha sangre había corrido y seguía fluyendo. Las criaturas de la noche masacraban a los humanos y luchaban entre sí por la supremacía, los territorios, la supervivencia. Y los cazadores de la oscuridad eliminaban a los opresores de la raza humana. La protección de los hombres era su deber y todas las criaturas de la sombra eran sus enemigos. La paz entre estas facciones parecía utópica.

 

— ¿Difícil? Sí, si no es que muy difícil. ¿Pero imposible? Esto sólo se puede saber después de haberlo intentado. — respondió Aidan con una voz firme.

 

— Así es, joven maestro. Sería un error darse por vencido antes de intentarlo. — confirmó el mayordomo, esperando que estas palabras sirvan de estímulo al príncipe vampiro. Aunque el objetivo que el reencarnado se había fijado parecía inalcanzable, el mayordomo tenía curiosidad por ver hasta dónde podía llegar.

 

— Exacto. Verás, Assdan, las ambiciones, los sueños, la vida en sí misma, es como cruzar un río de agua sucia. Mientras no estemos en el agua, no podemos saber si la corriente es demasiado fuerte o demasiado profunda. Así como para alcanzar sus objetivos, sus ambiciones, hay que lanzarse al agua; actuar en lugar de limitarse a admirarlas. — expuso el príncipe vampiro.




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