Liamdaard - Un nuevo amanecer (completo)

CAPÍTULO 5: Un encuentro arriesgado

La calle era oscura, silenciosa, peligrosamente desierta en ese momento de la noche. Pero eso no significaba que no hubiera nadie cerca. En las oscuridades, un depredador acechaba a sus presas, esperando el momento de un banquete en la sangre. Una delicia incansable. Un elixir embriagador e irresistible. Y, bajo el velo vespertino, él aguardaba, esperando su festejo sin tambalearse a pesar del tiempo que pasaba.

 

La atmósfera era siniestra y húmeda, silbando un aire triste, por lo tanto, oscuro y mortífero. Una silueta, un hombre de aspecto ebrio, se aventuraba allí con pasos agitados. Desequilibrado, tropezaba a cada paso bajo el peso del alcohol, marcado por el olor del libertinaje. Escalofríos repentinos, una sensación de quebranto, acariciaban su cuerpo. Su corazón se aceleraba, los pasos se hacían más rápidos, y gotas de sudor le perlaban las sienes.

 

El frío lo invadió, y un espanto repentino lo conquistó. Lo sentía, a pesar de la embriaguez que le encantaba, el individuo distinguía un peligro hambriento que lo acechaba. Una presencia diabólica, un monstruo despiadado lo seguía con paso silencioso. De repente se detuvo, escrutando los alrededores de la mirada con prontitud, pero nada, no veía a nadie. Sin embargo, esto no quería decir que estuviera solo, porque sentía la presencia demoníaca oprimiéndolo, contaminando el aire con un olor espeluznante.

 

El individuo sobresaltó de estupor, el corazón rozando una parada fatal, y se estremeció de miedo. Ante él se alzaba una criatura aterradora, salida de la nada, presa de envidias infernales; envidias mortales. Los ojos de la criatura, brillando con un rojo glacial y hostil, le petrificaba, atravesándole el alma de terror y el aspecto áspero del vampiro lo atomizaba.

 

Los ojos desorbitados de horror, el humano temblaba, viendo el infierno sacudirse ante sus ojos, y las manos de la oscuridad posándose sobre él fríamente, en aquel tiempo, sentía toda esperanza de luz abandonarlo.

 

El chupador de sangre, alegre, arañaba las mejillas del borracho, mostrando una sonrisa de horror, susurrando una palabra única. — Corre. —

 

Y el individuo corría, arrastrado por el instinto de supervivencia, gritando desesperadamente en auxilio. Los gritos de terror resonaban sin ninguna restricción en las calles desiertas y sombrías, llevado a lo lejos por el viento silencioso de la noche. La criatura lo perseguía, riendo, su alegría estaba en su colmo. Oh, qué placer tomaba aterrorizar a sus presas antes de devorarlas. Eso lo colmaba de felicidad.

 

— Corre, corre, miserable humano. — repitió el vampiro.

 

No había necesidad de apresurarse, ya que el hilo rojo del olor de la sangre conectaba al depredador con su botín. Lo perseguía tranquilamente, deleitándose con los gritos de desesperación del humano, y llevando por el aroma tentador de la sangre.

 

¡Allí!

 

No escuchaba más gritos, y un silencio dudoso cayó sobre los alrededores abruptamente. Una punta de duda, aunque fugaz, se insinuó en la mente del vampiro. ¿El humano había finalmente abandonado toda esperanza? Quizás.

 

— Es inútil. — dijo el predador.

 

Llevado por el olor del sangre a cada paso, él sabía exactamente dónde se escondía el individuo. No más tiempo que perder, la caza había llegado a su fin. Fue, entonces, a reclamar lo que era suyo. Sin embargo, la criatura vacilaba, y un sentimiento de malestar lo ganaba. Otras personas habían llegado en su terreno de caza, otros humanos, despejando un aura amenazadora. Sentía sus presencias antes de ver dos siluetas delante de él. Y había otras tres más. Los distinguía, merodeando por él. Inútil. Una alegría intensa se apoderó de él, volviéndolo loco. La cosecha sería más emocionante. Su hambre estaría saciada, al menos por esta noche. Eso era lo que el vampiro pensaba.

 

— ¡Otros humanos aquí! No esperaba tanto. La suerte está de mi lado esta noche, pero ustedes no, humanos. — dijo regocijándose, se reía. Sus ojos rojos brillaban ardientemente, dejando escapar una sensación amarga, opresiva y él se transformó, pensando que su aspecto aterrador oprimir a los humanos.

 

El chupador de sangre esperaba que su apariencia vampírica acobardara a los humanos, pero no, éstos permanecían tranquilos, imperturbables. Extraño. Por lo general, todos los humanos temblaban ante los vampiros, a menos que... no hubiera necesidad de entrar en pánico, porque su fuerza era superior.

 

— Más bien tú eres el que no tiene suerte de toparse con nosotros, monstro abominable. — le dijo una voz masculina de un tono siniestro.

 

En la niebla vespertina, los individuos avanzaban hacia la criatura, adornados con una intención asesina, de exterminio, de venganza por su raza. Hombres armados con armas de fuego, espadas, ballestas y todas las demás armas mortales para las criaturas de la noche, vestidos con abrigos llevando un símbolo único: dos espadas cruzadas plantadas en la cabeza de una hiena. El vampiro lo reconoció, era el emblema de los cazadores.




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